El capítulo de sucesos del año comenzó con una
explosión de gas en la localidad madrileña de Getafe que produjo la muerte de tres personas, entre las que se encontraba un bebé de cuatro meses y su madre, Raquel Moreno, de 33. Una mala combustión liberó el gas por una vivienda del número 57 de la calle Valencia. Su nuevo inquilino entró, percibió "un fuerte olor a gas" y se dirigió a la llave del gas para cerrarla. Pero una amiga que le acompañaba dio a un interruptor de la luz, y el chispazo causó la explosión. Raquel y su hijo vivían en un inmueble del número 55. También falleció Mari Carmen Sánchez, cuyo hijo de 10 años quedó ingresado de gravedad. Un mes más tarde la tragedia se cebó en la localidad castellonense de
Todoella. Un albergue de nombre San Cristóbal tenía en una habitación a 18 jóvenes que habían vuelto de la celebración de un cumpleaños. Se quedaron encendidas unas estufas que por la mala combustión liberaron el gas que acabó con la vida de todos ellos. La "muerte dulce" sumió a los jóvenes en un sopor del que no pudieron despertar.
Pero la mayor tragedia en un lustro producida por una explosión de gas, como en el caso de Getafe, fue la que se produjo en
Tarragona, en el mes de noviembre. Sin que las causas quedaran claras en un principio, se produjo en un inmueble de la localidad una explosión de gas de unas dimensiones enormes. Tan potente fue que el estruendo llegó a todos los rincones de la ciudad de Tarragona. Destruyó el piso inferior del edificio y alcanzó a dos transeúntes que pasaban en frente del inmueble. José B. V., un profesor de 47 años, se había mudado a su casa hacía dos días. Olga A. A. Y sus tres hijos, Sergio Raún y David, dormían en el ático del mismo edificio, acabaron perdiendo la vida a consecuencia de los destrozos causados por la explosión. El padre y marido de estas cuatro víctimas tuvo que ser atendido psicológicamente por el impacto emocional de perder a toda su familia. La policía observó que una explosión así solo se pudo producir después de una gran acumulación de gas.
Un solo suceso, el secuestro y asesinado de Sandra Palo, reclamó gran parte de la atención de la actualidad negra en los medios de comunicación. Y es que comenzó el juicio por su muerte, con Javier A. L. "
Malaguita" como principal acusado, al ser el único de los tres mayor de edad. El cadáver de la joven de 22 años Sandra Palo fue hallado por un camionero el 17 de mayo de 2003 quemado en una cuneta de la carretera de Toledo (N-401), en el municipio madrileño de Leganés, junto a una empresa de rótulos. El Juzgado de Menores había condenado a J.R.M., conocido como "Ramoncín", y a R.S.G., "Ramón", a ocho años de internamiento y cinco de libertad vigilada e impuso cuatro años de internamiento y tres de libertad vigilada a R.G.F., alías "Rafita". Los menores habían declarado que habían sido manipulados por "Malaguita".
El relato de los hechos revela que Sandra Palo y el joven J.A.M., ambos disminuidos psíquicos, hacían auto stop. Los autores secuestraron a la chica, la llevaron a un descampado, donde la violaron "Malaguita", "Ramoncín" y "Ramón". Allí, el primero convenció a los otros dos de que la mataran haciendo pasar el coche en que iban por encima de su cuerpo "entre ocho y diez veces". Más tarde quemaron el cuerpo. En el juicio "Malaguita" culpó de todo a los otros dos jóvenes. Finalmente, La Audiencia Provincial de Madrid condenó a "Malaguita" a
64 años de cárcel por el secuestro, violación y asesinato de Sandra Palo. Caso cerrado.
También en 2005 se celebró el juicio por la muerte de dos jóvenes. Se pensó que eran casos distintos hasta que una colilla permitió a la Policía encontrar un nombre en común entre Rocío Wanninkhov y Sonia Caravantes: el de Tony Alexander King. Su juicio se inició el 17 de octubre de este año. Tony King basó su defensa en la acusación a Dolores Vázquez y Robert Graham, acusando a la que en un momento fue condenada por la muerte de Rocío de ser "la jefa del grupo".