La
política exterior de José Luis Rodríguez Zapatero ha estado
más guiada por la atención a la dictadura castrista y al régimen
de Hugo Chávez que a la democracia más antigua del mundo,
los Estados Unidos. Si bien este sesgo ha sido claro desde
los primeros meses del nuevo Gobierno socialista, la Cumbre
Iberoamericana celebrada el 15 de septiembre en Salamanca
fue su mayor expresión. Fidel Castro decidió finalmente no
acudir a Salamanca, pero su ausencia no evitó que se convirtiera
en el auténtico protagonista de la reunión de jefes de Estado
y de Gobierno. Castro se jugaba la posibilidad de que algún
grupo anticastrista interpusiera una querella contra él ante
la Audiencia Nacional una vez hubiese pisado territorio español.
De hecho, la Unión Liberal Cubana, presentó una
demanda
contra el dictador por delitos de lesa humanidad.
Estaba previsto que la XV Cumbre Iberoamericana concluyera con dos declaraciones. Una que condenaría expresamente el bloqueo estadounidense a la isla, y otra que apoyaría las gestiones de extradición del líder anticastrista Luis Posada Carriles desde Venezuela a Cuba. Dos declaraciones que los Estados Unidos consideraban "
inquietantes", ya que podrían ser interpretadas “como una señal de apoyo a la dictadura cubana”. De hecho fue así como se interpretó por parte del propio régimen.
El canciller cubano, Felipe Pérez Roque, reconoció que la Cumbre de Salamanca había sido una "importante
victoria política y diplomática" del régimen dictatorial. Las razones fueron claras: la aprobación "por unanimidad de los 22 cancilleres iberoamericanos" de una declaración de "condena al bloqueo económico, financiero y comercial de EEUU contra Cuba", así como la aprobación de la declaración sobre el terrorismo "que respalda la solicitud de Venezuela" explicó Pérez Roque, "de extradición del terrorista internacional Luis Posada Carriles, y el compromiso de los estados a colaborar y cumplir sus deberes en la lucha contra el terrorismo". Las dos declaraciones, explicó Pérez Roque, "constituyen indudablemente importantes victorias cubanas, resultado de la autoridad de Cuba, en la resistencia de nuestro pueblo, bajo la dirección de Fidel Castro".
Un éxito de Fidel Castro servido por la labor diplomática española. José Luis Rodríguez Zapatero, que cuando supo de la negativa de Castro a asistir a Salamanca lamentó haber perdido la oportunidad de conocerle, ofreció si propia interpretación de estos resultados del meeting internacional. La XV Cumbre Iberoamericana había significado un impulso a la
Alianza de Civilizaciones, que considera "plenamente respaldada por la comunidad iberoamericana y ya asumida por la ONU". El éxito de la cumbre de Salamanca "nos reafirma -dijo- en nuestra convicción de que es mucho lo que la Comunidad Iberoamericana puede aportar a nuestros pueblos y naciones". Las autoridades cubanas y españolas coincidieron en considerar el evento como un auténtico éxito.
No todos lo vieron igual. Los grupos democráticos cubanos se dolieron de la política de Rodríguez Zapatero sobre el régimen de Castro. Silvia Iriondo, disidente de la dictadura, hizo unas declaraciones al programa La Mañana de la cadena COPE en las que consideraba que "es incongruente que una cumbre que supuestamente promueve la democracia, la libertad y los derechos humanos tenga que ver cómo la silla de Cuba la ocupa un régimen cirminal". Para Iriondo fue una "vergüenza" y una "burla" que la agenda de la Cumbre "la estén fijando un dictador que ni ha venido a España y un golpista que ha llegado tarde y que en unas horas va a contar con el apoyo". El Partido Popular, por boca de su secretario general, Ángel Acebes, la cumbre había servido para reforzar la imagen del dictador. Y añadió que "Zapatero ha elegido un tripartito en política interna con IU y ERC y también ha elegido un tripartito en política exterior: Zapatero, Castro y Chávez". La de Salamanca fue sin duda la cumbre de Castro.