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Historia

Sharansky (izqda.), en el Puente Glienicke.

Natán Sharansky o la fuerza de la libertad

El 11 de febrero de 1986, en el Puente Glienicke de Berlín –el Puente de los Espías, si empleamos la jerga de la Guerra Fría–, se produjo un peculiar intercambio: los americanos pusieron en manos de los rusos a los checos Karl y Hana Koecher, al soviético Yevgueni Zemlyakov, al polaco Jerzy Kaczmarek y al alemán oriental Detlef Scharfenorth; como contrapartida recibieron a los alemanes occidentales Wolf-Georg Frohn y Dietrich Nistroy, al checo Jaroslav Javorsky y al ucraniano Anatoly Borisovich Shcharansky.

El gran problema histórico de España

Supongamos que España no hubiera tenido su Siglo de Oro, en el que descubrió no solo América y el Pacífico sino el propio mundo como conjunto, desplegó una espléndida cultura y contendió victoriosamente contra enemigos más fuertes que ella, y conquistó y colonizó enormes territorios. Sin esa época su historia habría sido más normal, en el sentido de semejante a la de otros muchos países europeos u otros continentes con escasa proyección exterior.
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