El peor año de Zapatero

ZP Y LA CRISIS

Pese al mensaje oficial, la crisis que sufre España desde 2007 se ha agravado progresivamente hasta 2010, año en el que la cruda realidad terminó por imponerse al optimismo del Gobierno socialista. La caída de Grecia e Irlanda amenazó con extenderse directamente a España. Zapatero tuvo que cambiar de rumbo y apretarse el cinturón para tratar de evitar la debacle.

El ejercicio 2010 supuso el inicio de la crisis de deuda pública en el seno de la zona euro. Grecia protagonizó el primer capítulo. “El juego se acabó”. El nuevo Gobierno socialista admitió que el anterior Ejecutivo falseó las estadísticas oficiales con el fin de ocultar un enorme déficit público. Así, mientras que el déficit oficial rondaba el 3,7% del PIB, Atenas reconoció a finales de 2009 que, en realidad, el agujero presupuestario ascendía, inicialmente, al 12%.

La desconfianza se extendió como la pólvora entre los inversores, y en cuestión de pocas semanas la sombra de la bancarrota surcaba ya los cielos de Grecia. Las autoridades europeas comenzaron a discutir en enero su posible rescate. El capital comienza a huir del país y, finalmente, tras arduas negociaciones entre las grandes potencias de la UE, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), Atenas solicita ayuda oficialmente a finales de abril y las autoridades internacionales acuerdan el 2 de mayo activar un crédito extraordinario de 110.000 millones de euros para evitar su suspensión de pagos (default) a cambio de un drástico plan de austeridad.

Cae la primera ficha del dominó. Irlanda sería la siguiente. En este caso, su principal problema estribó en la insolvencia de su sistema financiero. Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, la banca irlandesa comenzó a registrar abultadas pérdidas, hasta el punto de precisar un rescate por parte del Gobierno de Dublín para evitar el colapso. A principios de abril ya se atisbaba la catástrofe. La inyección de dinero público, estimada inicialmente en 40.000 millones de euros, amenazaba con poner contra las cuerdas la solvencia misma del estado celta. Y así fue. Esta decisión disparó el déficit público hasta el 32% del PIB, un nivel insostenible.

Los inversores, como es lógico, reaccionaron exigiendo unos tipos de interés inasequibles para el Gobierno celta. Dublín, ante la imposibilidad de financiarse en el mercado, accedió a negociar con Bruselas y el FMI las condiciones del rescate a finales de noviembre. El 7 de diciembre se activó oficialmente un plan de 85.000 millones de euros a cambio de nuevas medidas de austeridad y subida de impuestos.

Pero el auténtico quebradero de cabeza para la zona euro no son ni Grecia ni Irlanda. España es el auténtico “agujero de Europa”. Las dudas sobre la solvencia española se agudizaron de forma creciente a lo largo del año conforme se desarrollaba el rescate de Atenas y Dublín. Mientras,   Zapatero hacía oídos sordos y sacaba pecho. La tragedia, sin embargo, se mascó a principios de mayo, cuando el mercado internacional cerró durante varios días el grifo crediticio al sistema financiero español.

Fue entonces cuando saltaron todas las alarmas: el Ibex 35 se desplomó un 14% en una semana y Wall Street sufrió un pánico bursátil que llegó a volatilizar un billón de dólares en apenas cinco minutos. Y es que España era demasiado grande para ser rescatada y su caída podría poner de rodillas a la banca alemana y francesa (principales acreedores extranjeros).Pero el Gobierno no estaba dispuesto admitir la realidad. Así, según Zapatero y De la Vega, las dudas sobre la solvencia de España eran obra de los perversos especuladores. La verdad, sin embargo, es que España estuvo en quiebra técnica el 7 de mayo, y tal situación obligó a activar a la UE y al FMI un fondo extraordinario de rescate dotado con 750.000 millones de euros para avalar a países en dificultades financieras y tratar así de calmar las turbulencias que sufría el mercado de deuda pública.

Dicha medida supuso un punto de inflexión decisivo en la política económica que hasta entonces había desarrollado el Gobierno socialista. El aval internacional no era gratuito. Zapatero tuvo cambiar de rumbo. El presidente del Gobierno anunció el 12 de mayo un recorte medio del 5% en el sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones para 2011, el fin del cheque bebé,  limitaciones en la Ley de Dependencia, un recorte en obras públicas próximo a los 6.000 millones de euros, y nuevas subidas del impuestos. Además, el Gobierno emprendió una reforma laboral que, finalmente, se quedó a medias y anunció la reforma de las pensiones. Pero no fue suficiente. Zapatero anunció un nuevo paquete de medidas el 1 de diciembre para contener el déficit y, nuevamente, volvió a subir los impuestos.

Un Plan B que, sin embargo, amenaza con resultar insuficiente para calmar las dudas acerca de la solvencia de España. Éste aspecto es, precisamente, el que se encarga de analizar al detalle Alberto Recarte en su nuevo libro, El desmoronamiento de España. A lo largo de varias entrevistas e intervenciones, Recarte enumeró las claves de su nueva obra, es decir, los principales problemas y reformas estructurales que debería afrontar España para evitar la temida suspensión de pagos.

Los recortes y medidas anunciadas por el Gobierno, aún insuficientes, detonaron la buena relación y complicidad que durante toda la crisis mantuvieron sindicatos y Gobierno socialista. Así, CCOO Y UGT convocaron un paro general para el 29 de septiembre que, sin embargo, obtuvo un rotundo fracaso de asistencia y apoyo entre la ciudadanía.

Por último, el punto álgido de la crisis en 2010 se alcanzó el 3 de diciembre cuando los controladores aéreos abandonaron sus puestos de trabajo en protesta por la aprobación de un real decreto que regulaba su horario laboral. La deserción de este colectivo provocó el cierre del espacio aéreo español en vísperas del puente más largo del año, dejando así a cerca de 600.000 pasajeros tirados en los aeropuertos. El Gobierno optó decretar el estado de alarma y militarizar a los controladores. La crisis cierra, pues, 2010 con España bajo el “estado de alarma”, algo inédito.

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