El triunfo del PP por mayoría absoluta en las Elecciones generales
de 2000 y el relativo fracaso del bloque constitucionalista en las
Elecciones autonómicas del País Vasco del 13 de mayo
de 2001 fueron hitos de un cambio de ciclo en la lucha antiterrorista.
El PSOE,
fuertemente presionado por su influyente aliado mediático
y mentor doctrinal, el Grupo PRISA, ha ido desmarcándose
paulatinamente de la esperanza de Ermua para entrar en una senda
de apaciguamiento de ETA y de reconocimiento del sentido político
de sus crímenes, como vía de recuperación del
poder y de instalarse en él con ambición de perpetuidad,
gracias al apoyo de fuerzas nacionalistas e independentistas.
El cambio de estrategia del PSOE sólo es perceptible con
la perspectiva que da el tiempo. Mientras practicaban la retórica
de la unidad de los demócratas frente al terrorismo, con
iniciativas como el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo
o su apoyo a la Ley de Partidos, el PSE negociaba con ETA-Batasuna,
según se ha conocido recientemente, a raíz del proceso
de negociación con los terroristas activado por José
Luis Rodríguez Zapatero desde su llegada al Gobierno, en
abril de 2004.
El punto de giro del PSOE puede documentarse en un artículo
publicado en El País por Juan Luis Cebrián, consejero
delegado de PRISA, el 14 de mayo de 2001, un día después
de las Elecciones autonómicas del País Vasco en las
que el bloque constitucionalista (PSOE y PP), pese a su indiscutible
avance, no consiguió arrebatar la mayoría al bloque
nacionalista-independentista. El relativo fracaso fue el pretexto
utilizado para presionar a Zapatero, recién elegido secretario
general del PSOE por una mayoría exigua, hacia un cambio
de alianzas que ha derivado en la actual ruptura del Pacto por las
Libertades y contra el Terrorismo, imagen elocuente del estado de
desmoralización en el que se encuentra la lucha antiterrorista.
Zapatero recogió las velas de Ermua y desplegó, desde
entonces, las del pacto con los nacionalistas y la negociación
con los terroristas. El primer paso en la nueva estrategia fue apartar
a Nicolás Redondo Terreros de la secretaría del PSE,
a la que fue promocionado Patxi López, uno de los baluartes
de la negociación con ETA, junto con Eguiguren, presidente
del PSE, y el propio Zapatero. Una vez que el PSOE ha recuperado
el poder gubernamental, la estrategia se ha acelerado, con iniciativas
para dividir y desacreditar a las víctimas de ETA, o para
excluir al PP de toda influencia en la política de Estado.
La esperanza nacida en Ermua ha sido traicionada. Ya lo era, incluso
cuando el PSOE decía, en estos últimos años,
defender la unidad de los demócratas, mientras no ha dejado
de negociar en secreto con ETA-Batasuna, y en público con
los promotores del pacto de Perpiñán y del Tinell.
Echar al PP del sistema, poner en marcha una segunda transición
cuyo objetivo es trazar un nuevo reparto del poder y del territorio,
con la paz terrorista como señuelo para la Opinión
Pública, son las claves del nuevo ciclo en el que nos encontramos.![](juicio.jpg)
El desprecio de Txapote y Amaia por su víctima, durante
el juicio celebrado recientemente en la Audiencia Nacional, es el
símbolo más elocuente de la traición de Miguel
Ángel Blanco. La arrogancia de los asesinos, nueve años
después, no está desamparada. La alienta nada menos
que el Gobierno, decidido a pactar con los terroristas cualquier
cosa que favorezca el poder de la mitad de España sobre la
otra, y a hacerlo a costa de la memoria de Miguel Ángel Blanco
y de mil muertos más.