CRÓNICA DESDE VENEZUELA (2): ¡Qué país!

Mario Noya. Enviado especial. Venezuela entera se echó a la calle, oigan, para votar o botar al presidente: hombres y mujeres, viejitos y viejitas, jóvenes y jóvenas, que diría Carmen Romero; los adinerados, los muy pobres y la clase demediada. Qué espectáculo gratificante, el pueblo sólo en urnas y no en armas, aguantando el calor intenso, chaparrones ocasionales o el frío de la noche en las zonas más templadas.
 
Los venezolanos se comportaron como si fueran suizos, decía esta mañana un analista en Televén, ensalzando la insuperable prueba de civismo de que fuimos testigos el domingo. Está por ver que los suizos –o los batuecos, por no salir de casa– aguantaran el tipo como esta gente imprevisible y caribe, valga la redundancia. Y es que los venezolanos sufrieron, para nada resignados, el azote de sus instituciones inefables, indignas por lo abracadabrantes de la célebre República Libertonia grouchomarxiana.
 
Según lo estipulado por las autoridades competentes –entiéndanme–, los centros abrirían sus puertas a las seis de las mañana y las trancarían a las seis de la tarde; no obstante, la jornada electoral se prolongaría si a esa hora aún quedara gente en las colas. ¡Vaya si quedaba, a medida que se acercaba! Total, que el Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió establecer una nueva hora de cierre: las ocho. Después fueron las diez. Las doce. Y ya bien entrados en este lunes 16 aún había personas, cientos de personas, ejerciendo su derecho al voto.
 
¿Por qué tanta tardanza? No, ciertamente, porque Venezuela haya experimentado una eclosión ‘censográfica’ en cuestión de horas; tampoco porque la pregunta (“¿Está usted de acuerdo con dejar sin efecto el mandato popular otorgado mediante elecciones democráticas legítimas al ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el actual periodo presidencial?”) pudiera ser contestada de múltiples maneras (“1. No”; “2. Sí”). Mucho menos pudiera achacarse la demora a la carencia de medios técnicos, pues el voto se ejercía –¡lo que habrán fardado los (i)responsables de turno en estos días, Dios bendito!– en máquinas (20.000) último grito. De hecho, se preveía que cada elector tardase un minuto y veinte segundos en pasar por la ‘cazahuellas’ (un artefacto ideado tanto para confeccionar un registro de votantes como para evitar fraudes) y decantarse por cualquiera de las dos opciones ya referidas.
 
Digámoslo de una vez: que la votación deviniera interminable se debió a la apoteósica desorganización de tan histórica jornada. Más de uno, y de un millón, denunciaba que estábamos asistiendo a una nueva, pero corregida y aumentada, Operación Morrocoy. El morrocoy es una tortuga que mora por estos lares y presta su nombre a los venezolanos cuando éstos, manda guasa, entienden que algo avanza con pasos deliberadamente lentos; qué lentos: pachorros.
 
Si alguien confiaba en desalentar al personal galapaguizando la consulta se equivocó de medio a medio, porque los venezolanos estaban ayer (y hoy) empeñados en votar, así tuvieran que pasarse cinco, siete, nueve, once horas haciendo cola.
 
La jornada no sólo transcurrió a ritmo de morrocoy –hubiere o no ‘operativo’ de por medio-, sino que estuvo presidida por el caos más absoluto y bananero; caos encauzado, siquiera en parte, por los efectivos del Plan República, los militares encargados de velar por que todo transcurriera sin incidentes. Según pude comprobar personalmente –en Caracas y en Maracay, distante 109 kilómetros de la capital–, así como por lo que he leído en los periódicos y visto en la televisión, los uniformados tuvieron un comportamiento impecable. Más de un opositor, y de un extranjero con muchas estancias en Venezuela a sus espaldas, se frotó los ojos o dijo: “Lo veo y no lo creo”.
 
La desorganización, el caos, el esperpento. Daremos como muestra un botón (pero tenemos más que un sastre en el cesto): los barandas del proceso dictaron, a las dos menos cuarto de la tarde, que los electores acudieran a las cazahuellas –ya saben, los aparatejos ideados para saber cuántos votantes pasaban por las urnas y evitar que lo hicieran más de lo debido- ¡una vez hubieran sufragado!
 
Sigue el desmadre: en estos momentos (12.30 en Caracas; 18.30 en Madrid) se conocen unos “resultados preliminares” –no reconocidos por dos de los cinco rectores del CNE– que dan la victoria a Chávez por 58 a 42, cifras muy similares a las que se barajaban anoche... en sentido contrario. A ver cuándo dicen el Centro Carter y la OEA “esta boca es mía”, y si está bullendo el puchero...
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