Libertad Digital nació de la conjunción de dos circunstancias. HabÃa un grupo de personas que se habÃan ido reuniendo periódicamente hasta aquel momento y habÃan acabado compartiendo una forma de pensar y de enfrentarse al hecho polÃtico. Y estaba la oportunidad que ofrecÃa la renovación tecnológica que acababa de tener lugar, con la aparición de internet y lo que aquello significa en cuanto al acceso y la puesta en circulación de la información.
En cuanto a lo segundo, era obvio que internet ofrecÃa una posibilidad, hasta ahà in�dita, de canalizar e influir en la opinión pública: relación directa, inmediata, y respuesta también inmediata y directa. Libertad Digital llamaba asÃ, irremediablemente –y lo ha seguido haciendo desde entonces– a voces nuevas, a cualquiera que quisiera expresar una opinión dentro de un muy amplio espectro liberal y conservador, sin excluir posibles contradicciones que pueda haber.
Eso ha sido, a mi entender, de lo más valioso de Libertad Digital: la tecnolog�a puesta naturalmente al servicio de un proyecto que valoraba lo que en esa revoluci�n tecnol�gica habÃa de emancipador. Era un poco ut�pico, pero no tanto como se podÃa pensar. La prueba es la supervivencia de Libertad Digital, la aparici�n de nombres nuevos, el equipo que lo hace y todos los j�venes que desde entonces se han ido incorporando al proyecto: toda una generación de libertarios-conservadores (las paradojas abundan en este campo) que ha elaborado una posición y unas ideas ajenas al discurso polÃtico actual, pero inmediatamente relacionado con �l y que lo somete a cuestionamientos radicales y lo renueva.
En estos años, este grupo ha renovado en profundidad a aquel que estuvo en el origen de Libertad Digital. All� se habÃan mezclado, a lo largo de los años 90, periodistas, intelectuales, profesores, economistas, empresarios, profesionales y polÃticos de muy variada procedencia y condici�n. Los habÃa que ven�an de la izquierda –con todas las variantes imaginables– y los habÃa que nunca se habÃan interesado por la ideolog�a socialista sino era para criticarla. Conflu�an en dos cuestiones. Una era el liberalismo, en particular el liberalismo polÃtico y económico, reivindicado después del desplome del Muro de Berl�n y el colapso de la Uni�n Sovi�tica: habÃa quien sent�a una desconfianza instintiva e irremediable ante el poder, y habÃa quien ve�a en la libertad la única forma de salir de una crisis econ�mica de veinte años de duraci�n.
Adem�s del liberalismo, aquellas personas pensaban que la polÃtica no se reduce a una actividad profesional y reservada a los profesionales de la polÃtica. Quiz� fuera una herencia de los años juveniles, de la Transici�n, o de conceptos más antiguos de la acci�n polÃtica, el caso es que se viv�a la polÃtica como una actividad que sigue afectando a todos, en la que todos tienen algo que decir y en la que quienes se dedican a ella est�n en la obligaci�n de rendir cuentas, además hacer inteligible su acci�n a la opinión p�blica. Esta actitud iba en contra de la tendencia, al parecer natural, de la democracia española tal como se ha ido configurando. Muchas de las personas de aquel grupo, por otra parte, ya no est�n representadas en Libertad Digital. Aun as�, aquella concepci�n de la polÃtica ha conectado con sectores muy amplios de la sociedad española y ha sido renovada por quienes hoy hacen Libertad Digital. S�lo por eso, por haber contribuido a que prendiera otra vez el gusto por la libertad, la aventura habr�a valido la pena.