Hace diez años comenzó la aventura de Libertad Digital. En aquella época casi nadie pensaba que la prensa de papel entrarÃa en crisis a la vertiginosa velocidad en que ha sucedido ese fenómeno. La idea de que algún dÃa la mayor parte de las personas se informarÃan y leerÃan por medio de pantallas parecÃa una predicción casi de ciencia ficción. Hace unos dÃas, sin embargo, en Estados Unidos se anunció oficialmente que internet ya es la principal fuente de información de los norteamericanos. En España no tardarÃa en suceder lo mismo.
Cuando me unà al grupo fundador de Libertad Digital lo hice por amistad y solidaridad con Federico, Javier, Recarte y otros amigos valiosos, pero sin demasiada fe en el destino comercial de la empresa. Pens� que serÃa como esas revistas literarias que surgen y desaparecen velozmente cuando se comprueba que el inter�s de quienes las hacen tiene muy poco que ver con las expectativas de los presuntos lectores. Afortunadamente, me equivoqu�. Libertad Digital hac�a falta y, por lo tanto, se abri� paso. Hac�a falta una voz liberal insobornable, decidida a ser pol�ticamente incorrecta si se trataba de defender principios y valores. HacÃa falta una publicación vigorosa e irreverente que le llamara al pan, pan, y al estalinista, estalinista.
El éxito fue inmediato, prolongado y todavÃa en expansión. En América Latina, continente que recorro con alguna frecuencia, Libertad Digital es una referencia obligada. Los liberales leen el periódico diariamente para enterarse de la visi�n que aportan sus colegas españoles, pero también nos visitan quienes tienen una perspectiva diferente de los problemas sociales. Nos leen, incluso, los enemigos, para lanzarnos luego sus dardos. Y eso est� bien: es la se�al de que estamos atinando en la diana, como se dice elegantemente, o que les estamos dando en la madre, como suele escucharse con más frecuencia y rotundidad.
Libertad Digital luego incursion� en la tele y en la radio, pero sin abandonar la red, sino todo lo contrario: potenci�ndola. Y eso est� bien. Parece que, finalmente, todos los medios de comunicación van a acabar vinculados en internet de maneras que hoy no sabemos predecir. Cualquier hallazgo t�cnico, cualquier invenci�n genial puede darle un vuelco tremendo a las comunicaciones y es necesario contar con una empresa capaz de adaptarse r�pidamente a las nuevas tendencias. Bienaventurados los flexibles porque de ellos ser� el reino de las comunicaciones futuras. Los tercos, en cambio, no sobrevivir�n en el siglo XXI. Morir�n abrasados en aquel infierno empresarial que imagin� Schumpeter.