Discrepo con el autor del artículo por dos razones. La primera, porque lo que pretende el islamismo (y sí, digo islamismo, no islam) con la iniciativa de construir el centro y la mezquita no es promover ninguna clase de entendimiento entre religiones o civilizaciones. Lo que pretenden en realidad es lo de siempre: sembrar polémica en nuestras sociedades bien pensantes tan dadas a sonrojarse ante el menor atisbo de intolerancia. Es la táctica islamista de ir comiendo terreno a base de sembrar discordias y debates mediante exigencias que, sin ser inasumibles por completo, sitúan una y otra vez al islam en el centro del debate y encienden enconadas discusiones. Para luego poder atizarnos señalándonos como imperfectos en la aplicación de nuestros principios, para luego poder debilitarnos mediante el oportuno recordatorio de veladas amenazas (el islam se sentirá atacado, dijo el promotor de la iniciativa, aunque lo presentó como si la cosa no viniera de él). Para finalmente poder derrotarnos ahora aquí, mañana allá, sabedores de que nuestros miedos (algunos justificadísimos, cabe reconocerlo) terminarán obligándonos a ceder. Sabedores de que les basta usar inteligentemente las dos armas más poderosas de que disponen: una, la utilización maniquea de nuestro propio sistema de derechos y libertades; dos, la velada amenaza del uso del terrorismo suicida, siempre en la trastienda por si hiciera falta. La segunda razón por la que discrepo es sencilla: es islam sí es responsable de los atentados de las Torres Gemelas. Lo es en la medida que -al contrario de lo que se ha hecho creer a los occidentales- no se trata de una religión en el sentido que se le otorga al concepto en nuestra civilización, sino una ideología política revestida de anécdotas, fábulas y preceptos morales y religiosos, totalitaria, imperialista y profundamente intolerante y violenta. Y a menos que del islam se eliminen todos aquellos preceptos y exigencias que llevan a sus seguidores a creerse moralmente superiores al resto y llamados a imponer su nada santa voluntad allá donde se encuentren, a menos que el islam acoja plenamente los Derechos y Libertades fundamentales -y UNIVERSALES- en su seno y se transforme en una verdadera religión, el islam seguirá siendo responsable, en última instancia, de todos y cada uno de los atentados que en su nombre se han cometido y se cometen. Y por todo ello, no debemos ceder ni un palmo. Ni siquiera bajo la amenaza de un terror que ya sabemos cómo las gasta.
Volviendo los argumentos de Albert:
Aunque los islamistas moderados no sean responsables de los crímenes de sus correligionarios, una mezquita en esas localizaciones demostraría insensibilidad hacia las víctimas. Una mezquita en la zona 0 se revela insensible sólo y precisamente en la medida en que se asocia el Islam con los crímenes cometidos.
Y esta asociación existe porque los terroristas dicen estar guiados por el Islam.
La distinción de la responsabilidad entre los alemanes de hoy respecto al pasado nazi de su país y la de los fieles actuales del islam y los actos terroristas de sus correligionarios me parece floja, ninguno de los dos grupos es responsable de los crímenes, y si acaso, se echa de menos que los musulmanes moderados abominen de los terroristas en mayor medida.
Como al final es un problema de sensibilidad de las víctimas, si ellas se sienten mal, hay que respetar ese sentimiento. Que conste que a mí, liberal y casi siempre de acuerdo con Albert, también me heriría que construyeran una mezquita donde terroristas islámicos hubieran asesinado a un familiar mío.
Albert, en esta sentencia falla la lógica: "Aunque los alemanes o japoneses contemporáneos no sean responsables de los crímenes de sus antepasados, un centro cultural nacional en esas localizaciones demostraría insensibilidad hacia las víctimas. Pero, de nuevo, la mezquita sólo demuestra insensibilidad si se parte de la premisa de que el islam como religión y sus fieles como tales comparten alguna responsabilidad por los atentados del 11-S"
Muy buen artículo, Albert. Eso es el liberalismo: defender la libertad aunque su ejercicio ocasionalmente no nos resulte agradable.
Leyendo el artículo de Albert Esplugas, que desde luego defiende bastante bien su posición, parece razonable todo lo que dice. Dan ganas de creerse que si somos mejores que los extremistas islámicos debemos aplicar la tolerancia precisamente donde ellos no lo hacen y permitir que se construyan mezquitas en cualquier sitio y tratar al Islam igual que a cualquier religión.
Pero esto con lo que en teoría y desde la mejor de las intenciones suena bien no resiste la prueba de la realidad. No hay más que mirar a Inglaterra, donde la tolerancia es máxima, para comprobar que la tolerancia no facilita la integración y que es un nido de terroristas (en potencia y en acto) y de extremistas. Con tolerancia no impedimos la ablación del clítoris ni que jóvenes nacidos y educados en Europa quieran convertirnos o exterminarnos.
Alguno se llevará las manos a la cabeza, pero creo que es legítimo preguntarse si verdaderamente podemos tratar el Islam simplemente como una religión más. Por supuesto que no todos los musulmanes son terroristas, pero aún así creo que la religión en sí contiene ideas perversas sobre el trato que merecen los infieles y las mujeres.
Sr. Esplugas: el liberalismo, en el que yo también creo, es un juego que funciona cuando las partes aceptan las reglas de ese juego.
¿Qué reglas? Las que ha ido encontrando evolutivamente (ensayo y error; p.ej., cruentas guerras de religión por las que no ha pasado el Islam) la llamada civilización Occidental. Fuera de esta civilización (que incluye a quien las acepte sin condiciones, incluso conservando otros valores propios, como Japón), fuera, digo, no es posible el liberalismo.
Popper: "no podemos ser tolerantes con los intolerantes". Los intoletantes no aceptan las reglas del juego, asi que no se empeñe en sentarlos a la mesa. Deben ser apartados y debemos protegernos de ellos.
Distinguir Islam moderado de islam exaltado es como distinguir el "mundo abertzale" de ETA. Para que pudiesen jugar a nuestro juego liberal deberían condenar la violencia, la sharía, la guerra santa... es decir, no serian islámicos. Es decir: no podemos co-existir, ellos mismos se autoexcluyen.
Efectivamente, los musulmanes tienen derecho a construir su mezquita en la zona cero. Es lo que tienen las naciones libres. Ahora, que no lo vendan como una búsqueda de la tolerancia, pues si actuaran de buena fé, al ver las reacciones de los familiares de las víctimas de los atentados se habrían echado atrás. Una cosa es que como liberales tengamos que aceptar comernos la rueda de molino y otra que encima pretendan que creamos que es nutritiva. Por otra parte, los musulmanes supongo que en virtud de esa misma libertad que exigen para construir su mezquita no tendrán ningún problema si en la puerta de la misma se venden emparedados con carne de cerdo y se queman coranes a la hora de la oración. No sé por qué sospecho que no iban a ser tan tolerantes como exigen a los demás que sean con ellos.
La cuestión en realidad es que a estas alturas todavía no parece que tengamos claro que no existen los musulmanes tolerantes, que el Corán no es la Biblia, porque la segunda sus propios lectores la reconocen como una recopilación de relatos hecha por hombres y por tanto sujeta a error, mientras que el primero es un dictado de Dios transcrito por el profeta y por tanto ininterpretable. Y da la casualidad de que la palabra de Dios escrita en ese libro deja bastante claro lo que hacer con adúlteras, homosexuales, infieles y apóstatas.
Muy buen artículo.
“Está claro que no hace falta ser un terrorista para pensar como un terrorista, para dar por bueno el camino intelectual al terrorismo” Decía también en otro excelente artículo José Carlos Rodríguez.
Me llama la atención que la mentalidad de fondo del islamista es compartida por muchos occidentales. Para un islamista prohibir es la reacción lógica y natural. Los islamistas entienden perfectamente que en Occidente se prohíba el velo y la Casa Córdoba: es lo que ellos harían y de hecho hacen. Piensan que es lo teóricamente correcto. Asimismo, consideran que es por completo legítimo responder con la amenaza y la agresión ante lo que ellos entienden es una ofensa a los símbolos de su religión.
Es decir, prohibir y escarmentar lo que supones ofensivo es lo propio de la mentalidad totalitaria de cierto tipo de gente, no sólo de islamistas.
No falta quien, al igual que los islamistas, condena la quema de coranes y las discotecas provocativas como un insulto punible contra los sentimientos religiosos que es preciso perseguir y no tolerar como sucede en Occidente respecto a los agravios infligidos a la religión cristiana. No falta quien, al igual que los islamistas, aboga por restringir iniciativas privadas que estiman atentatorias contra sensibilidades colectivas.
¿En qué se diferencia este tipo de gente tan común de los islamistas? En el fondo en nada, son de la misma especie. Enfrentadas circunstancialmente disputándose el territorio, sí, pero de la misma especie. Dos socialistas peleándose
Pero hay otro modo de combatir al socialismo islamista mucho más profundo y eficaz. No dándoles la razón comportándonos como ellos y reduciendo la cruzada a mera trifulca de gañanes, sino deslegitimándolos por completo desde nuestra libertad. Demostrándoles que en Occidente se respetan los derechos individuales a rajatabla y entre ellos el derecho a oponerse a creencias ajenas e incluso despreciar sus símbolos. Por eso somos superiores a ellos y les venceremos, porque sabemos distinguir entre agresiones objetivas, violaciones de derechos individuales, y provocaciones al capricho de quien se sienta provocado porque no se compartan sus creencias y su sentido de lo sagrado.
No a prohibiciones de pañuelos en la cabeza. No a limitar la iniciativa privada de quien quiera construir una casa Córdoba o un puticlub La Meca. Pero es preciso desacralizar coranes todos los días, con saña y denuedo
Primero reivindicaron que los colegios tuvieran menú halal
y yo no dije nada porque no tenía un hijo en un colegio, ni tampoco era profesor.
Luego reivindicaron practicar ablaciones y lapidaciones y colgar homosexuales
y yo no dije nada porque no era mujer, ni gay, ni lo tenía que sufrir.
Luego reivindicaron tener lugares del culto en Occidente, no permitiendo cultos cristianos en sus países
y yo no dije nada porque no era creyente, y no me afectaba su religión.
Luego comenzaron a matar en sus países a cristianos, encarcelarlos, quemarlos, violar a las mujeres.
y yo no dije nada porque no era cristiano, y no me afectaba su persecución.
Luego empezaron a exigir que nada llevara nombres que insultasen su religión, su Dios o su Profeta.
y consiguieron implantar la Sharía y un nuevo califato en Al-Andalus, y me tuve que exiliar.
Sr. Vendeano y otros:
Este no es lugar para entrar en debates, pero me parece oportuno aclarar algún malentendido.
No se trata de ser tolerantes con los intolerantes. No se trata de permitir construir mezquitas a los islamistas, sino de respetar el derecho de propiedad de cualquiera. Un liberal sólo ve individuos, no colectivos; es decir, no prejuzga a las personas por su pertenencia a una clase sino que las enjuicia exclusivamente en razón de sus actos individuales. A la justicia la pintan ciega, ¿entienden por qué? Desde luego, la lucha contra el crimen organizado supone un salto cualitativo, pero antes hay que demostrar esa confabulación. Si ustedes creen que todo musulmán está conjurado para subyugar a Occidente o que deberíamos declarar la guerra al Islam, lo consecuente sería no sólo impedirles construir mezquitas cerca de la Zona Cero, sino, como mínimo, expulsarlos a todos y prohibir esa religión. Eso ya sería harina de otro costal, pero aquí lo que se debate es si una sociedad abierta puede limitar derechos individuales, aunque sea puntualmente, a todos los integrantes de cierto colectivo en razón de que algunos de ellos son de lo peor; es decir, si las responsabilidades se contagian. ¿Se puede limitar tus derechos porque tu padre sea un asesino o estos abunden en tu familia, por ejemplo? La respuesta de un liberal ha de ser un tajante no, porque por la vía de las excepciones confirmas la regla pero te cargas el principio.
En resumidas cuentas, donde ustedes ven a islamistas que quieren construir mezquitas ofensivas, yo sólo veo a individuos que pretenden hacer uso de su legítima propiedad. Y un liberal no puede ver otra cosa, no puede juzgar fines sino sólo medios. ¿Son los medios adecuados? Pues ya está. El medio justifica los fines.
Otro gran error es creer que el liberalismo sólo funciona cuando las partes aceptan las reglas del juego. Si el liberalismo dependiera de la buena voluntad de todos sería una utopía de lo más idiota. No, para que el liberalismo funciones lo único que hace falta es imponer el respeto a la ley, o sea, a normas generales y abstractas derivadas del principio de interdicción del inicio de la coacción. El liberalismo nada tiene que ver con actitudes pánfilas ni fe en la bondad natural de los hombres. Es la férrea imposición de la supremacía de la ley, por las buenas o por las malas. No se trata de pedir a los intolerantes que acepten las reglas del juego, sino de obligarles a ello. Pero no confundamos, no es cuestión de obtener declaraciones de principios o intenciones, no se trata de conseguir condenas de violencia, sharías o guerras santas hasta que nos parecieran razonablemente auténticas, sino de vigilar el escrupuloso cumplimiento de la ley liberal (que como toda ley se aplica a individuos y no a colectivos) y punto. Mientras los individuos concretos respeten la ley no podemos especular sobre cuáles serán sus intenciones ni si lo hacen por convencimiento o por táctica ni si profesan una religión que les incita a saltarse la ley en algún momento; cuando lo hagan se les apiola, pero no antes.
Que nadie se confunda. Aquí algunos defendemos irrenunciables principios liberales no el buen rollo con el Islam ni apaciguamientos de ninguna clase ni fe inquebrantable en el género humano. Nada hay que ofenda más a un islamista que la libertad, por eso es preciso respetarla sin ambages y demostrarles que se les puede combatir eficaz e implacablemente sin menoscabarla lo más mínimo. Debería estar claro, pero si hay que explicarlo mil veces se hará.