Toqué el timbre del 1º derecha de la calle Conde de Aranda número 8 en otoño de 2000. TenÃamos timbre y una puerta de cuarterones de madera con una mirilla enorme, sin lente, de las que permiten ver, oÃr y hasta oler a las visitas. En el piso de Conde de Aranda crujÃa el suelo, de madera antigua. HabÃa dos chimeneas, cocina con fresquera y radiadores de hierro fundido. Ahora abrimos las puertas con una tarjeta que hace piiÃ, bajo nuestros pies hay kilómetros de fibra óptica, la cocina es un vending y no se sabe de dónde sale el frÃo o el calor, simplemente sale o no.
Pues cuando toqué aquel timbre allà estaban Javier Rubio, Dieter Brandau, Nacho GarcÃa Mostazo, Nacho Montes, Rosana Laviada e Isabel González –ahora de nuevo bajo el mismo techo– y un pequeño grupo de buenos redactores (Maite, Ana, Pepe...) al que me sum� con entusiasmo. Muchos de ellos han tomado antes o después y por diversas razones otros caminos, pero seguro que conservan buenos recuerdos de aquel piso-trinchera. Me vienen a la cabeza otros nombres que escuch� cuando llegu�, como el de Germ�n Yanke o Enrique de Diego... hoy no s� muy bien por qu� decidieron acompa�arnos entonces.
Sigo recordando im�genes. Siempre supe a ciencia cierta cu�ndo habÃa terminado su trabajo Guillermo Dupuy. Lo mostraba f�sicamente: rostro arrebatado –que en un rubio pecoso se nota más–, despeinado como de ir en moto sin casco; la camisa fuera, remangada, arrugada... un desastre de camisa; la voz ronca como después de una final de Champions y una irreductible mala leche, como cuando se pierde la Champions. Todo ello indicaba que ya ten�amos resumen de prensa, s� se�or, y menudo resumen. Dupuy se despedÃa –no siempre– y dejaba la mesa hecha un poema, pero homérico: ceniza en todas partes menos en el cenicero, decenas de colillas torturadas, cercos de caf�, páginas de periódico subrayadas con indignaci�n... como si hubiera usado un buril.
Otro caso aparte era el de los editoriales de Jes�s G�mez Ruiz. �ste fumaba casi más que Dupuy y antes de ordenar las ideas del texto necesitaba ganar tres o cuatro partidas de ajedrez online a algún incauto que le retaba desde Illinois, o desde Chipre, o Albacete. El caso es que necesitaba una victoria en el tablero antes de conseguirla en la columna. Siempre, ambas batallas terminaban en jaque mate a su favor... a veces, al amanecer. Todo esto y mucho más, como los chats p�blicos y privados con Federico y César, la maquinaci�n de titulares con Dieter, o las risas con Julio Vidorreta sucedÃan en aquel piso.
Ahora vivimos sobre el suelo que esconde la fibra �ptica y le estoy cogiendo el gustillo. Lo veo hasta confortable. Sirve mejor a nuestra lucha y además ya hay rincones con solera entre tanta tecnolog�a. Y desde luego no faltar�n an�cdotas, vive Dios que no.
Diez años después de ese 8 de marzo de 2000 que yo me perd� por poco, Libertad Digital es periódico, es televisión y es radio; tres medios de comunicación, tres trincheras que comparten y generan las mismas ideas, algo poco com�n en el vecindario. Hay quien lo llama "sinergias". Nosotros preferimos decir "principios". Quiz� sea por aquello de que ten�amos chimenea, puerta con timbre y postigo y pis�bamos suelo de madera. Y porque es mucho menos cursi, no necesita planificaci�n y además es verdad.