Robe Iniesta ofreció este sábado, en el WiZink Center de Madrid, un concierto impresionante. Las, aproximadamente, tres horas que duró el show albergaron un espectáculo salvaje, explosivo y catártico, vertebrado por un repertorio excelente, defendido por una banda fantástica y celebrado por un público entregadísimo, cuasi argentino, que coreó en numerosas ocasiones el nombre del rey de Extremadura y que tuvo la oportunidad de bailar y saltar, mascarillas aparte, como en tiempos prepandémicos.
Poco antes de la apertura de puertas, en torno al WiZink había dos tipos de colas: por un lado, la que formaba la tropa que acudía al concierto; por otro, la de los que iban a vacunarse. Se percibía en el ambiente como un bullicio nervioso e ilusionante: Robe ya trajo su gira "Ahora es el momento" –con la que presenta su último disco, Mayéutica– a Rivas Vaciamadrid en septiembre. Sin embargo, el show de este 20-N contaba con una ventaja con respecto al anterior: la zona de pista estaba libre de sillas. Desde luego, no es lo mismo disfrutar de, por ejemplo, "Standby" o "La vereda de la puerta de atrás", que sonaron en los bises, clavado en una silla, que bailando libre de corsés.
El concierto comenzó suave –todo lo suave que puede ser Robe, quiere decirse–, con una triada de canciones, digamos, de las bonitas. Inauguró la sesión el placentino con "Hoy al mundo renuncio", la única concesión a Destrozares, canciones para el final de los tiempos, cantando que vive siempre "fuera de todas las reglas" y que su única bandera son unas "bragas negras". Le siguieron "Guerrero" y "Si te vas", en la que sobresalieron David Lerman, con el clarinete, y Carlitos Pérez, con el violín. Se caldeó el coso con "De manera urgente" y con "Contra todos", y entró en ebullición, sobre todo, con tres clásicos de Extremoduro: "El camino de las utopías", "So payaso" y "Dulce introducción al caos", la pieza que inaugura La ley innata, antepasado directo de Mayéutica, y con la que concluyó la primera parte del espectáculo.
Tras la habitual "paradita de cuarto de hora, veinte minutos", Robe interpretó del tirón su último álbum. "Hoy tal vez el viento sople a mi favor / y me empuje, me eleve y me lleve y me lleve": el viento que fuere sopló, empujó y elevó a una cuadrilla de músicos que, durante este set, estuvo absolutamente perfecta. Alber Fuentes (batería), Lorenzo González (voces), Woody Amores (guitarra solista) y el resto de la banda conformaron una especie de tsunami sonoro y mutante que llevó al respetable en volandas durante, más o menos, una hora. Porque, esa es otra: Mayéutica ha calado, y mucho, entre los fans, quienes agradecen "volver a lo primario", que Robe sólo quiera hacerles bailar "como una puta loca". Tras rematar esta segunda parte con una "Coda feliz" mucho más desarrollada que en el disco, llegó el turno de los bises, concluidos con "...Y rozar contigo" y "Ama, ama, ama y ensancha el alma".
En definitiva, Robe, en su fabuloso concierto, brindó este sábado a una legión de admiradores un generoso chute de felicidad y de alegría. Tenía el personal ganas de pasárselo bien –ya hay que ser cenizo para no tenerlas– y el extremeño dio un puñado de motivos maravillosos para hacerlo. Y es que, al margen de agoreros, parece que la vida pandémica se está descascarillando y que, como repite el compositor en el "Tercer movimiento: Un instante de luz", ya se empiezan a sentir los cuerpos: "Y ahora, ahora, ahora / es el momento".