Cuando el anterior gobierno puso en marcha una ley para Internet con olímpico desprecio a los intereses de todos los actores del mundo virtual, incluidos los propios internautas, allá por 2001, un ente informe que se dio en llamar “comunidad internauta” se levantó en armas. No toda, algunos de sus más notables elementos decidieron tomar una actitud conciliadora con el gobierno frente al rupturismo radical de quienes proclamaban la tercera guerra mundial y hacían llamamientos a cruzadas idealistas contra un gobierno intervencionista.
Años atrás, en el 98, esa misma comunidad había puesto en un brete al gobierno y a Telefónica para que España apostase decididamente por la sociedad de la información a través de tarifas planas de acceso a la Red, algo que nos habría puesto por delante de muchos países europeos y habría cambiado la historia de la Internet hispana.
En ambas causas la comunidad internauta tenía la razón de su parte, al margen de los radicalismos injustificados con que agitaban determinadas páginas, no sé sabe si imbuidos de un afán mesiánico o inspirados por alguna motivación política inconfesa. Poco más da, con su cruzada firmaron en cierto modo su suicidio.
Traigo estas reflexiones a colación porque llevo varias semanas preguntándome qué ha pasado con esa comunidad, y porqué se encuentra tan callada en unas circunstancias iguales o peores en las que lo único que ha cambiado ha sido el color del gobierno de turno, que no sus intenciones y aspiraciones, que son iguales o peores. Nos enfrentamos a un ministro que apenas presta atención a la Red, que ha seguido con los planes de apoyo a la sociedad de la información que criticaban desde la oposición, que en lugar de derogar la inaplicada LSSI se apresta a ampliarla con medidas que mueven a la militancia al menos pintado (dos muy buenos artículos al respecto aquí y aquí). Todo ello con el trasfondo de un partido, el PSOE, que tiene un acuerdo firmado con la Sociedad General de Autores y Editores, los mayores enemigos del desarrollo de una sociedad moderna donde la propiedad intelectual no sea la coartada de unos pocos para imponer cánones injustificables sobre cualquier soporte.
La situación es ya crítica, y tras menos de un año de gobierno sabemos perfectamente lo que podemos esperar en los próximos tres: más intervencionismo gubernamental, mayor apoyo a los cánones, y total apatía frente al desarrollo de contenidos en castellano, la formación, la competencia en conexiones y precios a la altura de la oferta europea o cualquier otra causa que nos aúpe desde el ostracismo en los ranking de la sociedad de la información a los niveles en los que un país como España debería estar por elemental lógica económica y social.
Cualquiera podría decir que es una mera cuestión partidista, que al ser la izquierda la que gobierna la urgencia no es tal y lo que valía contra la perversa derecha ahora es irrelevante. Yo no lo creo. Conozco la comunidad de arriba a abajo, y dudo mucho que se deje manipular de forma tan burda porque su ánimo está al margen de ideologías. Es posible que sus causas se hayan difuminado en el último año por causas coyunturales. O que realmente esté haciendo mella la estrategia de este gobierno de olvidar lo fundamental para centrarse en lo anecdótico. Pero precisamente es en este momento en el que toca arremangarse y empezar a denunciar el “más de lo mismo” que intentan vendernos haciéndolo pasar por “talante” y otras zarandajas. Desgraciadamente, en esta guerra nos va el futuro.