En la entrevista, Mario Vargas Llosa recuerda que en España la crisis tiene "una gravedad particular" y lamenta que nuestro país "fue, o parecía ser, la historia feliz de los tiempos modernos". "De pronto, vemos que las cosas no eran tan bellas como parecían, que en realidad debajo había una serie de problemas no resueltos", apunta.
Cuenta Vargas Llosa que, aunque no piensa que "se vaya a retroceder al pasado", el optimismo "que se justificaba hace diez años hoy día ya no se justifica". "Yo creía que el gran éxito de la Transición había sido enterrar las rivalidades, la intolerancia, pero veo que no estaban tan enterradas, y ¡ojo!, que unas minorías consiguen muchas veces, dadas ciertas circunstancias, arrastrar a la mayoría", reflexiona. Concluye diciendo que espera que "la crisis se sorteará" pero pide "no confiarse".
Todo lo contrario ocurre, apunta, en Perú, país que califica de "ejemplo para el mundo" por el juicio y condena a Alberto Fujimori. "Ojalá todos los dictadores acabaran en la cárcel, presos, condenados por tribunales civiles". Sobre uno de esos dictadores, Fidel Castro, dice el escritor que es "un símbolo que está allí, congelando el país". Una vez que muera, apunta, "el desplome será inevitable". Afirma que el régimen es ya "un cadáver putrefacto que solo ha traído miseria". Y lamenta la actitud de los intelectuales que antes defendían la dictadura y ahora "no dan la cara". Se felicita, no obstante, de que al menos haya "una izquierda que ha aprendido".
El escritor, que publicará en noviembre El sueño del celta, su último libro, también se refiere a la calidad de la televisión y a la situación de la cultura. Afirma que "si hay algo que puede defendernos de la frivolización" es "leer a Tolstoi, Victor Hugo, el Quijote..." Lamenta que, en la actualidad, el humanismo haya "quedado relegado al cuarto de los trastos viejos", como una mera curiosidad en un "mundo de gadgets".