L D (EFE) El procesado está acusado de haber entrado a su antojo en el domicilio familiar de la zona de Su Eminencia a pesar de que desde 1993 correspondía en exclusiva a su esposa por sentencia judicial, algo que según su declaración desconocía porque no sabe leer y "no se enteraba de los papeles que firmaba".
E.C.G., que es chatarrero de profesión, está acusado de haber agredido en varias ocasiones a su hija con un destornillador y con una tabla pero en su declaración aseguró que "sólo la reñía" y definió las palizas a su esposa como "una bulla de las que tiene cualquier matrimonio", ya que según su declaración "la mayoría de las veces tuvieron ellas la culpa".
"Yo no soy como los bandoleros que matan a su mujer", aseguró en otro momento del juicio, y a continuación se lamentó de que su mujer "también me ha dado bofetones, pero ahora la ley las protege más a ellas".
La denunciante S.C.G., de 48 años, confirmó las amenazas de muerte y palizas sufridas en los últimos diez años, que han sido acumuladas para permitir una petición de siete años de cárcel por delitos de violencia doméstica habitual, lesiones y desobediencia al juez.
La mujer manifestó que su ex esposo llegó a quitar las ventanas y puertas de la casa, en otra ocasión destrozó la puerta de entrada con un instrumento de cortar chapa y relató que cuando la Policía acudía a notificar a E.C.G. su prohibición de residir en el domicilio simulaba alejarse pero regresaba en cuanto los agentes se iban y la agredía de nuevo.
Según la acusación, el procesado utilizaba a sus cuatro perros doberman para entrar a la fuerza en la vivienda de su ex esposa y "someter a una situación inhumana a su familia, con orines de los perros, ruidos constantes y chatarra en la casa" que causaban "graves molestias al vecindario".
E.C.G., que es chatarrero de profesión, está acusado de haber agredido en varias ocasiones a su hija con un destornillador y con una tabla pero en su declaración aseguró que "sólo la reñía" y definió las palizas a su esposa como "una bulla de las que tiene cualquier matrimonio", ya que según su declaración "la mayoría de las veces tuvieron ellas la culpa".
"Yo no soy como los bandoleros que matan a su mujer", aseguró en otro momento del juicio, y a continuación se lamentó de que su mujer "también me ha dado bofetones, pero ahora la ley las protege más a ellas".
La denunciante S.C.G., de 48 años, confirmó las amenazas de muerte y palizas sufridas en los últimos diez años, que han sido acumuladas para permitir una petición de siete años de cárcel por delitos de violencia doméstica habitual, lesiones y desobediencia al juez.
La mujer manifestó que su ex esposo llegó a quitar las ventanas y puertas de la casa, en otra ocasión destrozó la puerta de entrada con un instrumento de cortar chapa y relató que cuando la Policía acudía a notificar a E.C.G. su prohibición de residir en el domicilio simulaba alejarse pero regresaba en cuanto los agentes se iban y la agredía de nuevo.
Según la acusación, el procesado utilizaba a sus cuatro perros doberman para entrar a la fuerza en la vivienda de su ex esposa y "someter a una situación inhumana a su familia, con orines de los perros, ruidos constantes y chatarra en la casa" que causaban "graves molestias al vecindario".