L D (EFE) "Espero que la justicia haga su trabajo y que sea clemente conmigo", dijo Marie Humbert tras su comparecer ante el juez cuatro meses después del fallecimiento de su hijo, Vincent Humbert.
Humbert, de 22 años, que estaba ingresado en el hospital de Berck-sur-Mer (norte) desde que sufrió un accidente de tráfico tres años antes, había expresado reiteradamente su deseo de morir en un libro y en una carta dirigida al presidente francés, Jacques Chirac. Tres días antes de pasar al acto, su propia madre había anunciado públicamente el 21 de septiembre de 2003 a una televisión francesa su intención de ayudar a su hijo a suicidarse.
Pero su iniciativa no fue suficiente, pues los barbitúricos que Marie le inyectó a su hijo no hicieron el efecto esperado, ya que éste no estaba en ayunas. Vincent entró en coma profundo y murió dos días después por la inyección letal de cloruro de potasio que le administró el jefe del servicio de reanimación del hospital Berck-sur-Mer, Frédéric Chaussoy, quien decidió, de común acuerdo con sus colegas, poner fin a las terapias activas.
El doctor se enfrenta a cadena perpetua
El doctor Chaussoy comparecerá este miércoles ante la juez y corre el riesgo de ser inculpado por envenenamiento con premeditación. Ese delito puede ser castigado con la condena a cadena perpetua, mientras que la "administración de sustancia tóxicas" que le es reprochada a Marie Humbert está penada con un máximo de cinco años de cárcel.
Una diferencia de trato que el doctor Chaussoy no comprende, por lo que denuncia ser víctima de "un ensañamiento judicial" y se queja de que no ha percibido en el tratamiento del caso la "humanidad" prometida en su día por el ministro de Justicia, Dominique Perben. El doctor recibió miles de cartas de apoyo y el Consejo Nacional del Orden de los Médicos ha calificado su actuación en este caso como "conforme a su deber de médico".