L D (EFE) Detrás de estas pinturas, explicó Kiko Argüello, está la fe de siglos y se ha seguido el Canon ortodoxo de los grandes misterios cristianos, tanto en la composición como en los colores, y añadió que es un arte al servicio de la nueva evangelización.
Siguiendo, sobre todo, las huellas de Rublev, "hemos buscado una expresión moderna incorporando los descubrimientos del arte occidental contemporáneo, desde el impresionismo en adelante: Matisse, Braque, Picasso, etc., en el intento también de abrir un puente a través del arte entre las Iglesias Católica y Ortodoxa", dijo el pintor.
El ábside se ha decorado con un conjunto de siete murales y ocho vidrieras colocado en tres planos diferentes. Los murales representan el Cristo Pantocrátor, que está en el centro de la composición y en donde convergen los siete cuadros que forman como una "corona mistérica" de los momentos fundamentales de la vida de Cristo: la vida terrenal (Bautismo, Transfiguración y Crucifixión) y la vida celestial (la resurrección, representada mediante una tumba vacía; la Ascensión y Pentecostés).
Siguiendo, sobre todo, las huellas de Rublev, "hemos buscado una expresión moderna incorporando los descubrimientos del arte occidental contemporáneo, desde el impresionismo en adelante: Matisse, Braque, Picasso, etc., en el intento también de abrir un puente a través del arte entre las Iglesias Católica y Ortodoxa", dijo el pintor.
El ábside se ha decorado con un conjunto de siete murales y ocho vidrieras colocado en tres planos diferentes. Los murales representan el Cristo Pantocrátor, que está en el centro de la composición y en donde convergen los siete cuadros que forman como una "corona mistérica" de los momentos fundamentales de la vida de Cristo: la vida terrenal (Bautismo, Transfiguración y Crucifixión) y la vida celestial (la resurrección, representada mediante una tumba vacía; la Ascensión y Pentecostés).
El nombre de María
Sobre las pinturas, como joyas que embellecen y adornan dicha "corona mistérica", explicó Argüello, hay dispuestas siete vidrieras dedicadas a la Palabra o Verbo de Dios, con su nombre en diferentes lenguas: latín, griego, hebreo, siríaco, cirílico y español. En el centro de todas ellas, el nombre que resume a la Iglesia, el nombre de María. Bajo la imagen del Pantocrátor, situada en la capilla axial del ábside, ilumina toda la nave central otra vidriera. En ella está representado Cristo resucitando de la muerte con la bandera de la victoria en la mano izquierda y con la mano derecha levantada mostrando sus llagas gloriosas.
A los pies de Cristo aparece la tumba vacía con las vendas y el sudario y en la parte más baja, a la izquierda, el esbozo de un soldado con su escudo y su espada caídos por tierra como símbolo del triunfo de la Vida sobre la guerra y la muerte. En cuanto a la técnica empleada, las pinturas están realizadas sobre muro preparado con estuco romano, utilizando distintos pigmentos minerales aglutinados con aceite de lino y diluidos con esencia de trementina. Los óxidos así diluidos penetran en el estuco haciéndose un cuerpo con él. En la medida que la cal y la marmolina van recibiendo el color y este va penetrando en el estuco, la pintura mural adopta una textura mate y aterciopelada de gran duración y efecto cromático. Los fondos están hechos con pan de oro.
La vidrieras
Por su parte, las vidrieras, realizadas en la isla de Murano (Venecia), están hechas sin plomos, con una nueva técnica donde los cristales soplados van engarzados en aluminio negro. La figura del Cristo resucitado ha sido grabada sobre cristal placado a fuego con ácido fluorhídrico.
Para Kiko la obra conjuga "modernidad y tradición; nueva estética y representación no sentimental, sino teológica de nuestra fe. La composición y los contenidos estructurales de la iconografía representada siguen la más antigua tradición, sea de la Iglesia de Oriente como de Occidente; aquella anterior al siglo XV, en un momento en el que las Iglesias aún no estaban separadas ni por la fe, ni por la teología, ni por la estética".
Por su parte, las vidrieras, realizadas en la isla de Murano (Venecia), están hechas sin plomos, con una nueva técnica donde los cristales soplados van engarzados en aluminio negro. La figura del Cristo resucitado ha sido grabada sobre cristal placado a fuego con ácido fluorhídrico.
Para Kiko la obra conjuga "modernidad y tradición; nueva estética y representación no sentimental, sino teológica de nuestra fe. La composición y los contenidos estructurales de la iconografía representada siguen la más antigua tradición, sea de la Iglesia de Oriente como de Occidente; aquella anterior al siglo XV, en un momento en el que las Iglesias aún no estaban separadas ni por la fe, ni por la teología, ni por la estética".