(Libertad Digital) A propósito de su nuevo papel en la última película de Woody Allen, el New York Times entrevista al actor español Javier Bardem. Bajo el título "Retrato de un rompecorazones", la periodista Lynn Hirschberg interroga a Bardem sobre su último papel de asesino en "No es país para viejos", sobre la fama adquirida tras lograr el oscar y su aceptación por el público español. También sobre su nuevo papel de "casanova" en "Vicky, Cristina, Barcelona".
Preguntado por el trato que recibió en España cuando regresó con el oscar, Bardem advierte de que "los españoles son duros" y dice que "critican mi trabajo y dicen que soy un vendido". En este sentido, el actor español confiesa que, entonces, deseaba decirles "parad sois una pandilla de estúpidos", aunque luego confiesa que es imposible "gustar a todo el mundo".
También dice que después de ganar el oscar, "he cambiado un poco" pero lo que ha cambiado realmente es todo el mundo que le rodeaba lo que le ha obligado a "devolverlos a la realidad y enseñarles que sigo siendo el mismo tipo estúpido y limitado" de siempre y no "ese chico de oro".
Sobre la fama, asegura que no le afecta demasiado, que se pone un sombrero y unas gafas negras y "puedo caminar por cualquier sitio". No obstante, señala que los problemas llegan cuando invaden su vida privada. "No sé realmente por qué la gente necesita saber detalles personales sobre la vida de otros, está fuera de control, para muchos, la prensa es ahora el enemigo", dice Bardem.
También señala que "no creo en Dios, pero creo en Al Pacino" y confiesa que para interpretar al asesino de "No es país para viejos", tuvo que "pensar cómo él se relacionaba con otra gente, imaginaba que se masturbaría una vez al mes en la oscuridad y con una almohada, todo muy limpio".