L D (EFE) La fecha elegida por Marie Humbert para ayudar a morir a su hijo no tiene nada de casual: el jueves se cumplieron tres años del accidente de coche que le convirtió en un "vegetal" humano y este viernes estaba previsto que saliera a las librerías un libro que Vincent había dictado bajo el título "Pido el derecho a morir". Se trataba de un "libro testamento", como el propio Vincent anunciaba en sus páginas, en el que denunciaba el infierno en el que vivía y anunciaba que, de común acuerdo con su madre, había elegido la fecha en la que terminaría con esa "no vida".
Para dictar el libro, Vincent se sirvió de su único contacto con el exterior: un ligero movimiento con el pulgar de la mano derecha que le permitía seleccionar una letra cuando su madre recitaba el abecedario. Así, letra a letra, escribió el libro "para explicar su proyecto" de dejar de vivir, para "ayudar a otros" y para proteger a su madre de toda consecuencia jurídica, pero también para narrar al mundo la "vida de mierda" que le esperaba durante años, porque los médicos le auguraban una esperanza de vida de 20 años más, pero no tenían fe en que su estado mejorara.
Contaba también cómo se había planteado la posibilidad de viajar a algún país en el que la eutanasia fuera legal, pero la falta de medios económicos le llevaron a pactar con su madre el "plan C", es decir, que fuera ella misma la que le ayudara a morir. Marie Humbert se paseó por los estudios de radio y televisión y por las redacciones de los diarios proclamando su intención de cumplir la promesa que le había hecho a su hijo: "ayudarle a morir tras haberle dado la vida".
Una ley como la belga y la holandesa
Tras intentarlo, ha recibido toda la solidaridad de las asociaciones de defensa del derecho a morir, que piden una equiparación de la ley francesa con las de Bélgica y Holanda, los primeros países europeos en haber aceptado la eutanasia, aunque sólo para casos concretos.
Dos diputados, uno de la mayoría conservadora y otro de la oposición socialista, abogaron por que "evolucione" la legislación, ya que el Parlamento no puede seguir "insensible" a un tema demasiado tiempo eludido. A juicio de la Asociación para el Derecho de Morir con Dignidad (ADMD), la acción de Marie Humbert, lejos de ser un crimen es "un incomparable acto de amor". "¿Cuántos dramas tan dolorosos como éste serán necesarios para que se abra un debate parlamentario sobre el control del fin de la vida cuando ésta ya no se puede vivir?", se pregunta la ADMD.
Para dictar el libro, Vincent se sirvió de su único contacto con el exterior: un ligero movimiento con el pulgar de la mano derecha que le permitía seleccionar una letra cuando su madre recitaba el abecedario. Así, letra a letra, escribió el libro "para explicar su proyecto" de dejar de vivir, para "ayudar a otros" y para proteger a su madre de toda consecuencia jurídica, pero también para narrar al mundo la "vida de mierda" que le esperaba durante años, porque los médicos le auguraban una esperanza de vida de 20 años más, pero no tenían fe en que su estado mejorara.
Contaba también cómo se había planteado la posibilidad de viajar a algún país en el que la eutanasia fuera legal, pero la falta de medios económicos le llevaron a pactar con su madre el "plan C", es decir, que fuera ella misma la que le ayudara a morir. Marie Humbert se paseó por los estudios de radio y televisión y por las redacciones de los diarios proclamando su intención de cumplir la promesa que le había hecho a su hijo: "ayudarle a morir tras haberle dado la vida".
Una ley como la belga y la holandesa
Tras intentarlo, ha recibido toda la solidaridad de las asociaciones de defensa del derecho a morir, que piden una equiparación de la ley francesa con las de Bélgica y Holanda, los primeros países europeos en haber aceptado la eutanasia, aunque sólo para casos concretos.
Dos diputados, uno de la mayoría conservadora y otro de la oposición socialista, abogaron por que "evolucione" la legislación, ya que el Parlamento no puede seguir "insensible" a un tema demasiado tiempo eludido. A juicio de la Asociación para el Derecho de Morir con Dignidad (ADMD), la acción de Marie Humbert, lejos de ser un crimen es "un incomparable acto de amor". "¿Cuántos dramas tan dolorosos como éste serán necesarios para que se abra un debate parlamentario sobre el control del fin de la vida cuando ésta ya no se puede vivir?", se pregunta la ADMD.