L D (EFE) La Infanta Leonor nació en la Clínica Rúber Internacional tres semanas antes de lo previsto, tras un parto por cesárea en el que estuvo presente el Príncipe. Tan pendiente estaba de doña Letizia, reconocería poco después don Felipe, que al principio no se fijó en el sexo del bebé, que pesó 3,540 kilogramos y midió 47 centímetros. "Es lo más bonito que le puede pasar a uno en la vida. Estamos felices y radiantes", decía un padre primerizo y emocionado cuando, acompañado por el ginecólogo que atendió el parto, Luis Díaz Recasens, compareció en la clínica ante la prensa al filo del alba.
"Es grande y parece que fuerte", añadía al final de una larga noche en vela, al tiempo que destacaba la "trascendencia institucional" del nacimiento, "un hecho muy significativo desde el punto de vista político y constitucional".
Dado a conocer a los medios de comunicación a través de un "sms" telefónico, método hasta entonces inédito en la Casa del Rey, el nacimiento de Leonor -el nombre elegido fue otra de las sorpresas de la noche- ponía fin a nueve meses de especulaciones y apuestas sobre el sexo del bebé, que los Príncipes no quisieron conocer durante el embarazo. Hasta la Reina confesaría haber perdido una apuesta, pues estaba convencida de que sería niño. Tan feliz noticia para la Familia Real, recibida con alegría dentro y fuera de España, reabría el debate sobre el compromiso gubernamental de reformar la Constitución para eliminar la anacrónica preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al Trono de España, una reforma que requiere del más amplio consenso político y de votación en referéndum.
El Rey, el Príncipe y el Gobierno han reiterado durante este año, sobre todo tras el anuncio a finales de septiembre del segundo embarazo de doña Letizia, que la reforma no es urgente, pues la sucesión está garantizada en la figura de don Felipe. "Gordita y un poco llorona". Así describía a la recién nacida su abuela la Reina, quien en compañía del Rey acudía a la clínica a la mañana siguiente para conocer a su séptima nieta. Don Juan Carlos no fue capaz de sacar parecido a la pequeña, mientras que para la Reina tenía "una mezcla de todos". Todavía hoy no hay acuerdo sobre si Leonor es más Borbón o más Ortiz.
Veinticuatro horas después, Doña Sofía rectificaba su primera impresión. "La niña ya no llora", decía de Leonor, nacida como ella bajo el signo de Escorpio y unas semanas antes de que el Rey celebrara el treinta aniversario de su llegada al Trono. Mientras madre e hija permanecían en la clínica, acompañadas cada noche por don Felipe, el Príncipe de Asturias reanudaba sus actividades oficiales el 2 de noviembre. Pletórico en su nueva condición de padre y aun reconociendo su parcialidad, aseguraba que la pequeña Leonor era "muy guapa" y que se atrevía a cogerla en brazos aunque "con mucho tiento".
"Es grande y parece que fuerte", añadía al final de una larga noche en vela, al tiempo que destacaba la "trascendencia institucional" del nacimiento, "un hecho muy significativo desde el punto de vista político y constitucional".
Dado a conocer a los medios de comunicación a través de un "sms" telefónico, método hasta entonces inédito en la Casa del Rey, el nacimiento de Leonor -el nombre elegido fue otra de las sorpresas de la noche- ponía fin a nueve meses de especulaciones y apuestas sobre el sexo del bebé, que los Príncipes no quisieron conocer durante el embarazo. Hasta la Reina confesaría haber perdido una apuesta, pues estaba convencida de que sería niño. Tan feliz noticia para la Familia Real, recibida con alegría dentro y fuera de España, reabría el debate sobre el compromiso gubernamental de reformar la Constitución para eliminar la anacrónica preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al Trono de España, una reforma que requiere del más amplio consenso político y de votación en referéndum.
El Rey, el Príncipe y el Gobierno han reiterado durante este año, sobre todo tras el anuncio a finales de septiembre del segundo embarazo de doña Letizia, que la reforma no es urgente, pues la sucesión está garantizada en la figura de don Felipe. "Gordita y un poco llorona". Así describía a la recién nacida su abuela la Reina, quien en compañía del Rey acudía a la clínica a la mañana siguiente para conocer a su séptima nieta. Don Juan Carlos no fue capaz de sacar parecido a la pequeña, mientras que para la Reina tenía "una mezcla de todos". Todavía hoy no hay acuerdo sobre si Leonor es más Borbón o más Ortiz.
Veinticuatro horas después, Doña Sofía rectificaba su primera impresión. "La niña ya no llora", decía de Leonor, nacida como ella bajo el signo de Escorpio y unas semanas antes de que el Rey celebrara el treinta aniversario de su llegada al Trono. Mientras madre e hija permanecían en la clínica, acompañadas cada noche por don Felipe, el Príncipe de Asturias reanudaba sus actividades oficiales el 2 de noviembre. Pletórico en su nueva condición de padre y aun reconociendo su parcialidad, aseguraba que la pequeña Leonor era "muy guapa" y que se atrevía a cogerla en brazos aunque "con mucho tiento".
Letizia: "No se puede describir la emoción de ser madre"
El momento más esperado, la primera aparición pública de la Infanta, se producía el 7 de noviembre al mediodía, cuando los Príncipes y su hija traspasaban la puerta principal de la clínica, ante una multitud de periodistas que pudieron ver a una niña rubia, de carita redonda y dormida plácidamente en los brazos de su madre. "No se puede describir la emoción de ser madre", confesaba doña Letizia bajo la atenta mirada del Príncipe, que advertía del color azul de los ojos de la niña y de que era muy tranquila, un rasgo de su carácter que el día del bautizo, el 14 de enero, volvió a ponerse de manifiesto.
Ese día, en una ceremonia familiar celebrada en el Palacio de La Zarzuela, y con los Reyes como padrinos, Leonor de Todos los Santos recibía sobre su rubia cabeza, sin llorar y con los ojos abiertos, el agua del río Jordán traída desde Tierra Santa para tan histórica ocasión. A los pocos días, la Casa del Rey confirmaba que un banco de sangre de Tucson, en Arizona (Estados Unidos), guardaba congeladas células madre procedentes del cordón umbilical de la Infanta, a quien le había salido un pequeño angioma en la nariz que desaparecerá con el tiempo.
En verano, en aguas de la bahía de Palma, la Infanta recibió su bautismo marinero. Allí, mientras su padre y su abuelo competían en la Copa del Rey de Vela, pudo verse a la pequeña sobre la cubierta del "Fortuna", en los brazos de su madre o jugando con las gafas de sol de la Reina. La Princesa de Asturias ha querido criar personalmente a su hija, estar muy cerca de ella en su primer año de vida. Cuidados que ha compaginado con actividades oficiales hasta que su segundo embarazo, anunciado en septiembre y que transcurre con las mismas molestias que el primero, le ha impedido asistir a algunos actos.
Cumpliendo con una tradición de la Familia Real que se remonta al siglo XVII, el 7 de junio los Príncipes llevaron a su hija ante la Virgen de Atocha. Vestida de blanco, la pequeña miraba atenta y curiosa, y muy tranquila, todo cuanto ocurría a su alrededor. A punto de soplar el martes la única vela de su tarta de cumpleaños, la Infanta Leonor ya da sus primeros pasos y, según su padre, la única palabra que pronuncia con claridad es "agua".
El momento más esperado, la primera aparición pública de la Infanta, se producía el 7 de noviembre al mediodía, cuando los Príncipes y su hija traspasaban la puerta principal de la clínica, ante una multitud de periodistas que pudieron ver a una niña rubia, de carita redonda y dormida plácidamente en los brazos de su madre. "No se puede describir la emoción de ser madre", confesaba doña Letizia bajo la atenta mirada del Príncipe, que advertía del color azul de los ojos de la niña y de que era muy tranquila, un rasgo de su carácter que el día del bautizo, el 14 de enero, volvió a ponerse de manifiesto.
Ese día, en una ceremonia familiar celebrada en el Palacio de La Zarzuela, y con los Reyes como padrinos, Leonor de Todos los Santos recibía sobre su rubia cabeza, sin llorar y con los ojos abiertos, el agua del río Jordán traída desde Tierra Santa para tan histórica ocasión. A los pocos días, la Casa del Rey confirmaba que un banco de sangre de Tucson, en Arizona (Estados Unidos), guardaba congeladas células madre procedentes del cordón umbilical de la Infanta, a quien le había salido un pequeño angioma en la nariz que desaparecerá con el tiempo.
En verano, en aguas de la bahía de Palma, la Infanta recibió su bautismo marinero. Allí, mientras su padre y su abuelo competían en la Copa del Rey de Vela, pudo verse a la pequeña sobre la cubierta del "Fortuna", en los brazos de su madre o jugando con las gafas de sol de la Reina. La Princesa de Asturias ha querido criar personalmente a su hija, estar muy cerca de ella en su primer año de vida. Cuidados que ha compaginado con actividades oficiales hasta que su segundo embarazo, anunciado en septiembre y que transcurre con las mismas molestias que el primero, le ha impedido asistir a algunos actos.
Cumpliendo con una tradición de la Familia Real que se remonta al siglo XVII, el 7 de junio los Príncipes llevaron a su hija ante la Virgen de Atocha. Vestida de blanco, la pequeña miraba atenta y curiosa, y muy tranquila, todo cuanto ocurría a su alrededor. A punto de soplar el martes la única vela de su tarta de cumpleaños, la Infanta Leonor ya da sus primeros pasos y, según su padre, la única palabra que pronuncia con claridad es "agua".