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Joseph Ratzinger, gran teólogo del Cónclave: "Un humilde trabajador de la viña del Señor"

Joseph Ratzinger, de 78 años, fue elegido este martes Papa con el nombre de Benedicto XVI. Ratzinger, uno de los primados más cercanos a Juan Pablo II y una de las piezas clave del Cónclave, es un guardián de la doctrina de la fe católica y uno de los principales teólogos del Vaticano. En la homilía de la misa “Pro Eligendo Pontifice”, el todavía cardenal Ratzinger criticó con dureza lo que llamó "dictadura del relativismo" de "estos últimos decenios".

L D (Europa Press) Ratzinger, nacido en Marktl am Inn (diócesis de Passau, Alemania) el 16 de abril de 1927, era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Pontificia Teológica Internacional y decano del Colegio Cardenalicio.  Estudió en la Escuela Superior de Filosofía, en Freising, así como en la Universidad de Munich. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951.
 
A los 12 años, sus padres le alistaron en las juventudes nazis, de las que salió al ingresar en el seminario. Este es uno de los argumentos que más se está utilizando en su contra sin reparar en otros matices que marcaron su vida adulta. Durante la II Guerra Mundial fue enviado a la frontera de Austria. Abandonó el ejército alemán en 1945, lo que le pudo costar la vida al ser considerado desertor por dejar el frente. En este año fue capturado por el ejército americano y enviado a un campo de prisioneros de guerra. 
 
Fue miembro de la Facultad de la Escuela Superior de Filosofía y Teología en Freising, de 1952 a 1959, año en que la abandonó por la de Bonn, hasta 1963. Su periplo por diversas universidades se completó con tres años en la Universidad de Munster, de 1963 a 1969 y otros tres en la de Tubinga, de 1966 a 1969. En esa década, Ratzinger abandonó la Universidad de Tubinga, entonces muy escorada a la izquierda, y se decantó por la más conservadora Ratisbona, en Baviera, de mayoría católica. De 1962 a 1965 participó en los trabajos del Concilio Vaticano II. En su autobiografía ("La Mia Vita-Ricordi. 1927-1977"), Ratzinger reconocía que se sentía alejado de la Alemania de los años 60. Entonces, dice en su libro, "reinaba la impresión de que todo estaba en revisión".
 
Asistió a la IV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos del 30 de septiembre al 29 de octubre de 1977 y participó en el Cónclave del 25 al 26 de agosto de 1978. En la Curia Romana era miembro de la Secretaría de Estado; Sagradas Congregaciones Iglesias Orientales; Culto Divino y Sacramentos, Obispos, Evangelización de los pueblos; Educación católica; Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos, Cultura; y de las Comisiones para América Latina y Ecclesia Dei. Recibió por encargo del Santo Padre, la reflexión del Vía Crucis durante la Semana Santa de 2005.
 
 
 
Cercano a Juan Pablo II y defensor de la doctrina tradicional
 
 
Su nombre era el más barajado en el abanico de los sucesores de Juan Pablo II. Algunos cardenales apreciaban su cercanía al Papa Juan Pablo II durante los últimos años y, sobre todo, la importancia de su dicasterio, el de la Doctrina de la Fe, ejercido con mano inflexible durante 24 años. Su elección es considerada una muestra de la decisión del Vaticano de no echar atrás el legado de Juan Pablo II y supone una apuesta por la continuidad, como se esperaba. Asimismo, los cardenales valoraban que fuera un gran conocedor de la Curia Romana y de sus mecanismos y un partidario de una reforma radical en el seno de la Iglesia, como ya afirmó durante sus reflexiones del Vía Crucis de este mismo año, cuando se refirió a la "suciedad dentro de la Iglesia".
 
Sus opositores han criticado, precisamente, la inflexibilidad de Ratzinger. "No soy el gran inquisidor", dijo en una entrevista. Su carrera está marcada por el mantenimiento de la doctrina tradicional frente a desviaciones como las que se produjeron en Iberoamérica en las décadas de los 70 y los 80 agrupadas bajo lo que se conoce como "Teología de la Liberación", de caracter marxista y ha mantenido vivas polémicas con teólogos como Hans Kueng o el cardenal Walter Kasper. Su defensa sin compromisos de la doctrina de la Iglesia le ha situado como un conservador, pero también le ha granjeado el respeto de los miembros de la Curia Romana y de la Iglesia en general. Su elección muestra que la Iglesia respalda esta concepción tradicional de la doctrina.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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