Ignacio Echevarría anuncia su salida de El País en una carta abierta al director adjunto
Ignacio Echevarría, crítico literario del diario El País, ha enviado una carta abierta al director adjunto del periódico Lluís Bassets en la que denuncia al periódico por “ejercer de un modo abierto la censura y vulnerar interesadamente el derecho a la libertad de expresión”. Echevarría, colaborador de El País desde hace catorce años, publicó el pasado mes de septiembre una crítica sobre el último libro del escritor Bernardo Atxaga, “El hijo del acordeonista”, que en altas esferas del diario se definió de “arma de destrucción masiva”. La novela está publicada por Alfaguara, editorial del Grupo Prisa.
(Libertad Digital) Tras publicar la crítica en el suplemento literario Babelia del 4 de septiembre, el nombre de Echevarría ha desparecido de sus páginas sin más explicaciones. De hecho, y tal y como denuncia en su carta abierta a Lluís Bassets, el crítico envió una nueva reseña el pasado 13 de octubre sobre un libro de ensayos de T.S. Eliot. La crítica fue “retenida” por el propio Bassets aludiendo al problema que había creado su recensión sobre la novela de Atxaga. “Se ha dicho, y supongo que te habrá llegado, que tu crítica era como un arma de destrucción masiva y que el periódico hace mucho tiempo que ha renunciado a utilizar este tipo de armas contra nadie”, argumentaba Bassets.
Echevarría comenta en su misiva que “quien dijo esto, y lo dijo a voz en grito, frente a varios testigos” fue el director de El País, Jesús Ceberio, dos días después de que se publicara la reseña. “No deja de resultar cómica”, señala Echevarría, “la ocurrencia de emplear la metáfora ‘arma de destrucción masiva’ en estos tiempos que corren. Parece que estamos todos condenados (unos más que otros) a presumir su existencia allí donde no las hay”.
El mismo tono en todas las reseñas
La carta abierta refleja la decepción del crítico literario con el diario “del que vengo siendo lector desde hace más de veinte años, y donde vengo escribiendo desde hace catorce”. La polémica ha sumido a Echevarría en dos reflexiones. La primera, saber qué sentido tiene escribir “una crítica independiente en un medio que parece privilegiar, con descaro creciente, los intereses de una editorial en particular y, más en general, de las empresas asociadas a su mismo grupo”. Sobre las críticas internas que ha suscitado la reseña, Echevarría argumenta que el tono empleado no difiere de otras muchas que ha publicado en Babelia. Fue el mismo utilizado con las últimas novelas de Jorge Volpi (Seix Barral), Antonio Skármeta (Planeta), Jaime Bayly (Espasa) o Lorenzo Silva (Espasa) “tanto o más duras que la dedicada a Bernardo Atxaga”. La única diferencia estriba en que la novela del autor vasco está publicada en Alfaguara, la editorial del Grupo Prisa.
La segunda cuestión que “preocupa” a Ignacio Echevarría es que El País ejerza “de un modo abierto la censura” y “vulnere interesadamente el derecho a la libertad de expresión, del que tan a gala tiene ser defensor y valedor”. Esa es la conclusión que extrae el crítico tras “la resolución de vetar a un antiguo colaborador por el solo motivo de haber manifestado contundentemente, sí, pero también argumentadamente, su juicio negativo acerca de una novela” que considera “francamente mala”.
Sin noticias de Bassets
En la carta que Bassets remitió a Echevarría le prometía ofrecer en "los próximos días", una "respuesta completa" a la petición de explicaciones por parte del crítico. Pero ha transcurrido más de un mes y no ha recibido la respuesta deseada. “Entiendo que la espera ha transcurrido en vano, y soy yo el que de nuevo tomo la iniciativa de escribirte esta carta abierta para esta vez simplemente decirte adiós, y despedirme de paso de los lectores de El País que durante todo este tiempo han seguido, con su aprobación o con sus desacuerdos, mi empeño quizás insensato de perseverar en el cada vez más menoscabado y cuestionado ejercicio de la crítica”, concluye Echevarría.
La reseña que ha causado la disputa, titulada “Una elegía pastoral”,criticaba“la beatitud y el maniqueísmo” del planteamiento de la novela y lamentaba la “prosa de seminarista, de una cursilería casi conmovedora, llena de ridículos arrobamientos” con la que está escrita. El libro, según el crítico, está “construido con una sentimentalidad jurásica, que en sus mejores páginas trae, bien que a su modo, el recuerdo de las novelas de José Luis Martín Vigil”.Lo más popular
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