L D (EFE) El libro, por el que la autora -ahora flamante senadora por Nueva York- va a cobrar 6,8 millones de euros, tiene el morbo de recoger los primeros comentarios de Hillary sobre los sentimientos que se le agolparon cuando, en agosto de 1998 y tras siete meses de negación, su marido le confesó que el asunto de Monica Lewinsky era real. "Me quedé sin respiración", pero "empecé a gritar y a chillarle ¿qué quieres decir? ¿qué estás diciendo? ¿por qué me mentiste? Estaba furiosa y mi furia crecía por momentos. El, simplemente, decía una y otra vez 'lo siento, lo siento. Estaba tratando de protegeros a ti y a Chelsea (la hija de ambos)'", recuerda Hillary.
Eso, según los fragmentos del libro que la editorial Simon and Shuster publicará el 9 de junio y que el miércoles se han filtrado a la prensa en EEUU, fue justo el día antes de que el presidente Clinton, acorralado, se viera en el brete de testificar ante un gran jurado. Hasta entonces y desde el 21 de enero de 1998, día en el que estalló el escándalo, Hillary estaba convencida de que todo era "una gran conspiración de extrema derecha" para desacreditar la exitosa presidencia de su marido.
Ella se había creído la versión de su esposo, quien aquel 21 de enero, sentado en la cama matrimonial y ante lo escrito en la primera página del Washington Post, le aseguró que todo era mentira. Que había conocido a Monica cuando ella, becaria en la Casa Blanca, había solicitado ayuda para encontrar un trabajo. Entre una conversación y otra se produjo el goteo de detalles íntimos que, gracias a la traición de una amiga de la becaria, Linda Tripp, la prensa pudo ir desgranando sin mayor esfuerzo, en medio de un debate nacional sobre lo que eran y dejaban de ser "relaciones sexuales".
Hillary reconoce que, "como esposa, quise retorcerle el pescuezo" y evoca los días inmediatamente posteriores a este episodio como los más amargos de su vida. Los Clinton estaban de vacaciones y, para dar cierto aire de "normalidad" -las mentiras en torno a este escarceo sexual estuvieron a punto de costarle la Presidencia- se fueron con su hija a Martha's Vineyard, una pequeña isla en la costa de Massachusetts donde acostumbraban a pasar unos días en verano. "Aquellos fueron días de profunda tristeza, decepción y enfado. Fundamentalmente, no hablaba con Bill y cuando lo hacía era una bronca", escribe Hillary en esta obra en la que asegura que su marido dormía en el piso de abajo y ella en el de arriba.
No era para menos. La prolongada mentira del presidente había convertido a la poderosa Hillary en una mujer que parecía no controlar lo que pasaba en su casa. Eso, para el temperamento de la entonces primera dama, era demasiado. Pero supo darle la vuelta a la situación y, según afirma, su decisión de presentarse al Senado por Nueva York le permitió tender un puente de armonía con su marido, que al tiempo que infiel, era también el presidente de EEUU, detalle que -aunque ella no lo dice- era clave para el futuro de su campaña electoral.
La campaña al Senado "nos permitió hablar de otras cosas que no fueran el futuro de nuestra relación", asegura Hillary, quien afirma que, tras muchas cavilaciones, decidió mantener su matrimonio porque, después de todo, "quería a Bill y todo lo que estaba haciendo como presidente".
Eso, según los fragmentos del libro que la editorial Simon and Shuster publicará el 9 de junio y que el miércoles se han filtrado a la prensa en EEUU, fue justo el día antes de que el presidente Clinton, acorralado, se viera en el brete de testificar ante un gran jurado. Hasta entonces y desde el 21 de enero de 1998, día en el que estalló el escándalo, Hillary estaba convencida de que todo era "una gran conspiración de extrema derecha" para desacreditar la exitosa presidencia de su marido.
Ella se había creído la versión de su esposo, quien aquel 21 de enero, sentado en la cama matrimonial y ante lo escrito en la primera página del Washington Post, le aseguró que todo era mentira. Que había conocido a Monica cuando ella, becaria en la Casa Blanca, había solicitado ayuda para encontrar un trabajo. Entre una conversación y otra se produjo el goteo de detalles íntimos que, gracias a la traición de una amiga de la becaria, Linda Tripp, la prensa pudo ir desgranando sin mayor esfuerzo, en medio de un debate nacional sobre lo que eran y dejaban de ser "relaciones sexuales".
Hillary reconoce que, "como esposa, quise retorcerle el pescuezo" y evoca los días inmediatamente posteriores a este episodio como los más amargos de su vida. Los Clinton estaban de vacaciones y, para dar cierto aire de "normalidad" -las mentiras en torno a este escarceo sexual estuvieron a punto de costarle la Presidencia- se fueron con su hija a Martha's Vineyard, una pequeña isla en la costa de Massachusetts donde acostumbraban a pasar unos días en verano. "Aquellos fueron días de profunda tristeza, decepción y enfado. Fundamentalmente, no hablaba con Bill y cuando lo hacía era una bronca", escribe Hillary en esta obra en la que asegura que su marido dormía en el piso de abajo y ella en el de arriba.
No era para menos. La prolongada mentira del presidente había convertido a la poderosa Hillary en una mujer que parecía no controlar lo que pasaba en su casa. Eso, para el temperamento de la entonces primera dama, era demasiado. Pero supo darle la vuelta a la situación y, según afirma, su decisión de presentarse al Senado por Nueva York le permitió tender un puente de armonía con su marido, que al tiempo que infiel, era también el presidente de EEUU, detalle que -aunque ella no lo dice- era clave para el futuro de su campaña electoral.
La campaña al Senado "nos permitió hablar de otras cosas que no fueran el futuro de nuestra relación", asegura Hillary, quien afirma que, tras muchas cavilaciones, decidió mantener su matrimonio porque, después de todo, "quería a Bill y todo lo que estaba haciendo como presidente".