Abundan los análisis sobre el debate, finalmente más largo de lo esperado, de ayer. El Mundo revela que, pese a lo solemne de su discurso y que se presentó como un presidente que da la cara, Zapatero no quería dar explicaciones en el Congreso, algo que concuerda con su mutismo durante toda la crisis. Cuenta el diario que fue Bono, tras una advertencia del PP, quien le convenció, tras consultar a los abogados del Congreso, sobre la necesidad o no de una comparecencia. Además, se confirma que Zapatero tenía en la recámara un discurso más duro del que hizo con su ya famoso "ni un día más ni un día menos", dirigido a Rajoy. En La Razón, lograron fotografiar sus notas y revelan que iba a introducir en su argumentario, en un alarde de originalidad, la catástrofe del Prestige.
La maniobra de Mariano Rajoy para llamar y no llamar "tonto" a Blanco también acapara páginas. Suscita desde los elogios más encendidos a las críticas más despiadadas. Según el editorial de ABC, "Rajoy supo poner al Gobierno ante el espejo de sus contradicciones". Su frase fue, apuntan en páginas interiores, un "golpe al mentón de un Gobierno tocado". En La Gaceta, hablan del "momento de Mariano". Y en La Razón, van un poquito más allá. En portada, sobre una foto del líder del PP, titulan: "Rajoy sí controla". Hablan de "brillante intervención". Todo lo contrario piensa Manuel Saco en Público, donde se ríe del jefe de los populares. "Mira que tiene suerte, le ríen las gracias y las desgracias sin solución de continuidad", dice en alusión a la confusión de los populares, que jalearon a su líder cuando descalificó a Blanco y después, cuando aclaró que parafraseaba a Rubalcaba. En El País, en el editorial, dicen que el debate fue de "guante blanco". Rajoy, cuentan, estaba "visiblemente dispuesto a no hacer sangre con un asunto en el que tiene una gran responsabilidad su propio partido".
Carlos Herrera, mientras, critica sin piedad al Gobierno por su decisión de cerrar al público las dependencias de Franco en El Pardo. Recuerda el periodista que "de ser ruso por nada del mundo quisiera perderme las dependencias en las que planificaba asesinatos Stalin" y que "de ser alemán, entendería como una afrenta que me impidieran visitar los campos de concentración". "Si la práctica de la contemplación de la historia consiste en eliminar aquello que ha resultado contrario a la dinámica democrática del siglo XXI, que cierren inmediatamente Auschwiz", reflexiona Herrera, que arremete contra ese "paternalismo estomagante de la izquierda más sectaria" que ha decidido que no somos lo suficientemente mayores "para interpretar los símbolos". Y en la página de al lado, Hermann Tertsch ataca a Pajín por su frase en una comida informal sobre su potestad para nombrar a alguien "por cojones" en su ministerio. Es un ejemplo, apunta, de "selección negativa, llámenlo rufianismo, llámenlo gentucismo".
Otra noticia del día, aunque eclipsada por los controladores, es la sentencia absolutoria de la Audiencia sobre Otegi. El Mundo, en el editorial, habla de un "malestar comprensible" entre víctimas y PP, pero asegura que "precisamente esta absolución legitima más si cabe las condenas anteriores". No lo tiene tan claro Santiago González en el mismo diario: "Ahora hasta Batasuna contrata externamente los mítines, la escenografía y algunos detalles alusivos, mayormente navarros. ¿Qué estamos en carnavales?" Mientras, en La Gaceta reprochan al diario de Pedro J. su noticia de ayer sobre Txomin. Apuntan que datos de esa noticia ya habían sido publicados por el diario hace un mes. "El desprecio surge en muchas ocasiones de la envidia", apuntan.
Y en El País, siguen dando un espacio inmenso en su portada al asunto de Wikileaks. En lo que se refiere a lo dicho sobre España, hoy cobra protagonismo Trinidad Jiménez. Hablan de las rencillas entre ella y Moratinos, que habrían sido explotadas por EEUU. Pero lo más curioso son unas confesiones de la actual ministra de Exteriores recogidas en los cables diplomáticos. Dicen que afirmó de Chávez que "es un payaso" y "un bestia, pero no un estúpido". Ahora falta saber qué le responderá él.