(José Díaz-Herrera) El 11 de septiembre de 2001, cuando Al-Qaeda derribó las Torres Gemelas de Nueva York, el juez Fernando Baltasar Garzón Real estaba, como dijimos, en México, en concreto en el hotel Nikko, situado en la calle de los Campos Elíseos del barrio de Polanco, al otro lado del parque de Chapultepec. Estaba invitado a pasar una semana en la capital azteca por la LIV Legislatura del Estado de México, la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara y la Procuraduría de Derechos Humanos y Protección Ciudadana del Estado de la Baja California. Allí debía dictar varias conferencias y recibir media docena de premios y galardones de diversa índole, como ocurre por lo general en sus viajes al extranjero.
En el momento en que ocurrió el «mayor atentado de la historia de la humanidad» tenía que intervenir en un programa de televisión para hablar sobre la Corte Penal Internacional, pero no pudo hacerlo. Ese día se dio cuenta de que poco más de una docena de terroristas podían cambiar el mundo. «Al observar la magnitud de la catástrofe se me puso un nudo en la garganta que todavía no se me ha deshecho», ha dejado por escrito para la posteridad. A su vuelta a Madrid,moviéndose como siempre a golpe de opinión pública y de los réditos personales que ésta pudiera procurarle, se obsesionó en buscar la conexión española de la red terrorista.
Conoció entonces las investigaciones del fiscal de origen español Herculano Izquierdo, de la Fiscalía de Nueva York, donde lleva treinta años trabajando al frente de doscientos cincuenta abogados. Fue allí donde se enteró de que los atentados se habían planificado en Europa, concretamente en Hamburgo, por lo que se dedicó a trabajar en esa dirección con la Brigada de Información Exterior de la Comisaría General de Información.
Dispuesto a celebrar en la Audiencia Nacional el verdadero juicio de las Torres Gemelas de Nueva York y del Pentágono de Washington, aunque los hechos hubieran ocurrido a miles de kilómetros de distancia, dos años y unos días después, el 17 de septiembre de 2003, fue una de esas jornadas felices, pletóricas para el juez Baltasar Garzón. A las nueve de la mañana tenía sobre la mesa un auto de 692 folios mediante el cual atribuía a 35 árabes afincados en España —la mayoría de ellos de origen sirio, desconectados de los saudíes de la matanza de Estados Unidos— el delito de llevar a cabo actividades ilegales, en combinación con la «célula de Hamburgo», para planificar, preparar y cometer los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Acostumbrado a crear castillos en el aire y a vivir del espejismo efímero de los fuegos artificiales, que luego se convierten en fracasos rotundos, en su auto procesa, antes incluso que los estadounidenses, al mismísimo Osama ben Laden, alias Abu Abdullah, y ordena su busca y captura internacional para juzgarlo en España. Le considera el responsable de la red internacional de terrorismo integrista, la cual, según el experto estadounidense Richard A. Clarke, pretende echar a los judíos y a los representantes de los países occidentales de la península arábiga, acabar con los gobiernos apóstatas y corrompidos y crear un califato en Oriente Medio.
«Como máximo jefe de Al-Qaeda desde su creación —se dice en el auto—, Osama ben Laden ha instaurado la yihad [guerra santa] mundial o global contra Occidente y los infieles de sus propios países para establecer el Estado islámico universal, basado en la estricta ley islámica [la sharia] y acabar con todos los males que padece actualmente el pueblo musulmán. […] Para Ben Laden existe un enfrentamiento insalvable entre el mundo islámico y el mundo occidental, representado este último por Estados Unidos, la cabeza de la serpiente, y el Estado de Israel».
El juez concretaba los planes del hombre más buscado del mundo desde mucho antes del 11 de noviembre de 2001 en cuatro puntos:
—Conseguir que los lugares sagrados del Islam (Jerusalén, La Meca, Medina) queden libres de tropas occidentales o judías».
—Reconquistar los territorios árabes [sic] que actualmente están integrados en países no islámicos (Chechenia,Cachemira,Palestina, Turquía).
—Establecer gobiernos islámicos por la fuerza, basados en la sharia, en todos aquellos países musulmanes que tienen gobiernos laicos.
—Extender el Islam a todo el planeta mediante la solidaridad islámica y la yihad para conseguir un califato universal donde sólo se profese la religión de Mahoma, el verdadero profeta».
Aplicando el principio de justicia universal, que los Estados Unidos no aceptan, y buscando de nuevo colocarse en primera fila para ver reflejada su foto en la prensa mundial, les procesa por todos los asesinatos cometidos en las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington.
Los hechos que el juez instruye arrancan el 11 de septiembre de 2001, momento de la acción más audaz y colosal realizada jamás por el terrorismo mundial.2 A las ocho de la mañana, diecinueve terroristas suicidas de Al-Qaeda armados con cuters secuestran cuatro aviones, dos de American Airlines y otros dos de United Airlines en los aeropuertos de Boston,Washington y Newark (Nueva Jersey). Degüellan a las azafatas y a algún piloto, se hacen con el control de las aeronaves y las estrellan contra el Pentágono (Washington) y las Torres Gemelas de Nueva York. El cuarto aparato, que iba destinado a la Casa Blanca o al Capitolio, acaba contra un descampado en Pensilvania al no poder hacerse los terroristas con el control del pasaje y de la tripulación.
Todo había comenzado, en realidad, en 1998, cuando Ben Laden declaró la guerra santa a los Estados Unidos e hizo pública una fatua o llamamiento a la guerra santa con su firma llamando a matar a civiles estadounidenses «en cualquier parte del mundo» para acabar con el imperialismo y la opresión del mundo árabe. Por esa época, en agosto de 1988, las embajadas de Estados Unidos en Kenia y en Nairobi son atacadas casi simultáneamente con dos coches bomba, con el resultado de 226 muertos y casi 5.000 heridos.4 Meses antes, un grupo de soldados aerotransportados de la Delta Force son atacados en Somalia, con un saldo de dieciocho muertos al ser derribado el helicóptero Black Hawk desde el que operaban. Lo más tenebroso de todo fue que los cadáveres de los soldados estadounidenses fueron descuartizados y arrastrados por las calles de Mogadiscio5 en una terrible orgía de sangre.
Por último, el 12 de octubre de 2000 el destructor USS Cole hace una escala rutinaria en el puerto de Adén (Yemen) para aprovisionarse de combustible. Media hora después, a las 11.18 de la mañana, es atacado con una barcaza cargada de explosivos que, pilotada por los suicidas Ibrahim al-Thawr y Abdullah Al Misawa, se estrella contra un costado. La colisión origina un boquete al navío y provoca 17 muertos y 39 heridos entre la tripulación. Al-Qaeda reivindica todas esas acciones, que no consiguen la repercusión mediática que esperaba Ben Laden en Estados Unidos.
Lo que en cambio resultó doloroso y espectacular fue el atentado contra las Torres Gemelas. El desplome de las torres, visto por millones de personas en directo, fue como vivir en persona la Guerra de las Galaxias. Las dos torres, una de 415,5 metros (108 pisos) y otra de 417 metros (521 con la antena de televisión, unas 110 plantas), se vinieron abajo con sus 200.000 toneladas de acero, 325.000 metros cúbicos de hormigón, 55.000 metros cuadrados de superficie acristalada correspondiente a 43.600 ventanas, 239 ascensores con una capacidad media de 55 personas, 71 escaleras automáticas y 330.000 metros cuadrados de superficie de oficinas. Unas 50.000 personas trabajaban en las torres, que recibían hasta 150.000 visitantes al día, en su mayoría turistas extranjeros. En su desplome inutilizaron las estaciones de trenes y metro subterráneas y varios edificios y hoteles colindantes, que no pudieron soportar el peso de los cascotes.
El mayor atentado de la historia de la humanidad, que causó 2.989 muertos y 24 desaparecidos, parecía la respuesta terrorista a la invasión de Afganistán, donde Al-Qaeda pretendía establecer un régimen talibán que hiciera retroceder la civilización (especialmente los derechos de la mujer) a la edad de piedra. Una acción que había conmocionado al mundo y alterado la concepción del terrorismo y su manera de combatirlo en las sociedades occidentales.
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Todos los servicios secretos y policías del mundo se ofrecieron a colaborar con los Estados Unidos en el esclarecimiento de los hechos. Algunos, como Baltasar Garzón, estaban dispuestos incluso a abrir un sumario y a procesar al multimillonario saudita residente por entonces en Afganistán, el responsable del Eje del Mal. El elemento para reabrir el sumario no se lo dieron la Policía española ni la alemana, sino la Comisión Nacional de Investigación del Congreso de los Estados Unidos, donde se habla por primera vez de la célula de Hamburgo y de una reunión clandestina del jefe de los suicidas en España para ultimar los planes. De la misma manera que había abierto sumarios con el informe Nunca Más del escritor Ernesto Sábato o el Informe Rettig para procesar a las juntas militares de Argentina y Chile, el informe del Congreso estadounidense, adelantado por el FBI y la CIA con de anticipación,6 sería la pieza fundamental para hilar las investigaciones descoordinadas e inservibles de la Brigada de Información Exterior y montar el macrojuicio de Al-Qaeda en Madrid.Conviene, por lo tanto, que conozcamos someramente el informe del Congreso estadounidense en lo que concierne a España:
«En enero de 2001 se sabe que había dos personas comprometidas con los atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono con el grado de dirigentes operativos. Uno de ellos era Ramzi Binalshibh, que coordinaba el operativo de los Estados Unidos entre Osama ben Laden y Mohamed Atta,7 el jefe de los pilotos suicidas.
Tras reunirse en Berlín en enero vuelven a citarse a finales de mayo en Kuala Lumpur para ultimar los preparativos. Binalshibh,que viene de Afganistán de hablar con Osama ben Laden, trae nuevas instrucciones: deben concentrar todos los esfuerzos en el World Trade Center de Nueva York, el Pentágono, la Casa Blanca o el Capitolio. “Ben Laden prefiere la Casa Blanca al Capitolio”, le dice». Después de varios intentos frustrados para reunirse en Malasia, Bangkok y Alemania,Mohamed Atta cita a su enlace con Ben Laden a principios de julio en Madrid. «En Alemania me conoce mucha gente y temo que nos vean juntos. Es un riesgo para la operación que no debemos correr. Atta cogió un avión para Madrid. Sin embargo, debido al overbooking turístico Ramzi Binalshibh sólo pudo encontrar plaza para Reus (Gerona). El jefe de los comandos suicidas llegó a la capitalde España el 8 de julio, pasó la noche en hotel Diana Cazadora, habitación 109, e hizo tres llamadas desde su habitación, probablemente para coordinarse con su enlace.
Al día siguiente cogió un coche de alquiler y se desplazó hasta Reus,donde tras recoger a Binalshibh se desplazó a la localidad turística de Cambrils. Los registros de los hoteles muestran que alquiló dos habitaciones hasta el 19 de julio, cuando devolvió el coche y voló a Fort Lauderdale y Binalshibh regresó a Alemania.
En los encuentros de Cambrils, el enlace entre Osama ben Laden y Mohamed Atta le contó a este último que el jefe de Al-Qaeda estaba muy preocupado por tener tantos agentes en los Estados Unidos y exigía que la operación se realizara cuanto antes.Atta replicó que no podía darle una fecha exacta. Estaba demasiado ocupado organizando la llegada de los secuestradores y aún necesitaba tiempo para sincronizar los vuelos para que los ataques se produjeran simultáneamente. Añadió que hasta cinco o seis semanas más tarde no podía iniciar nada.
Charlaron también sobre un ataque a la Casa Blanca, pero a Atta le parecía un objetivo demasiado difícil porque el espacio aéreo circundante estaba restringido. En cambio, habían realizado vuelos de reconocimiento con pequeñas avionetas sobre el Pentágono y el Capitolio y no existía la misma seguridad. Durante la reunión en España, Atta también mencionó que había considerado como objetivo una instalación nuclear que había visto durante los vuelos de familiarización cerca de Nueva York: un objetivo al que se referían como “ingeniería electrotécnica”. Según Binalshibh, a los demás pilotos no les gustaba la idea. Pensaban que un objetivo nuclear sería difícil porque el espacio aéreo circundante estaría restringido, lo que imposibilitaría los vuelos de reconocimiento y aumentaría la probabilidad de que algún avión pudiera ser derribado antes de impactar.
La forma de realizar los secuestros de las aeronaves fue otro de los puntos de conversación entre los dos terroristas musulmanes. Yo y Shehhi no hemos encontrado problemas para llevar cuters en los vuelos de reconocimiento, con unos simples cuters puede hacerse. El mejor momento para irrumpir en la cabina del piloto era a los quince minutos del despegue, cuando generalmente las puertas se abrían por primera vez. Si no ocurría así tenían que tomar a algún pasajero como rehén y amenazar con matarlo. Se habló también del tipo de avión a utilizar. El terrorista saudí prefería los Boeing y los McDonnell Douglas estadounidenses a los Airbus europeos. Estos últimos era más difíciles de pilotar y disponen de un sofisticado dispositivo que no les permitía estrellarse contra el suelo.
La consigna de Ben Laden había sido clara. Si no lograban alcanzar los objetivos previstos, debían estrellar los aviones contra el suelo causando el mayor número de víctimas posibles. Atta estaba completamente de acuerdo. Si no lograba llegar a la Torre Gemela asignada, lanzaría el avión contra las calles de Nueva York». El informe de la Comisión Nacional de Investigación del Congreso de los Estados Unidos, que preside el congresista republicano Thomas Kean no cita para nada a España como uno de los lugares donde se preparó el atentado de las Torres Gemelas.
Pero Garzón, el único individuo que se atribuye la creación del Tribunal Penal Internacional que instituyó las Naciones Unidas, no podía tolerar quedarse al margen de una investigación tan relevante. Luego se sabría que el juez más incorruptible lo que había hecho, en realidad, era desempolvar un sumario viejo, actualizarlo un poco y presentarlo como su gran aportación al esclarecimiento de uno de los más horripilantes crímenes de los albores del siglo XXI.
Veamos cómo ocurrieron los hechos:
La calle de Anastasio Herrero de Madrid es uno de esos pequeños callejones, de una manzana de longitud, situado entre las calles de Bravo Murillo y Lérida, en el barrio de Tetuán, en las cercanías del mercado de San Enrique y de la Agencia Estatal de Administración Tributaria. El fin de semana del 28 al 30 de julio de 1994 la vía registró una inusual concurrencia. En la mezquita Abu Baker, situada en el número 5, se celebraba un congreso de radicales islamistas, los llamados Soldados de Alá. Agentes de la Unidad Central de Investigación Exterior de la Comisaría General de Información vigilan por los alrededores, especialmente a las personas con rasgos árabes que salen de la boca del metro de Tetuán, situada a escasos cien metros de distancia. Concluida la reunión, los agentes registran clandestinamente la mezquita y encuentran un manuscrito escrito en árabe en el que se hacen llamamientos a la guerra santa y se insta a los «verdaderos musulmanes» a acudir en defensa de sus hermanos que están siendo asesinados por los serbios en Bosnia.
Preocupados por el alcance futuro de aquellas incipientes células terroristas, los agentes se presentan en la sede de la Audiencia Nacional y piden autorización para intervenir los teléfonos de Abdelkader Hassan Abusniemah. El objeto de estas escuchas es conocer la vinculación de este individuo con el grupo terrorista palestino Hamas y con los llamados Soldados de Alá. Seis días después, Baltasar Garzón dicta un auto autorizando el «pinchazo» y abre las diligencias
Dos años más tarde, cuando la Policía le pide una nueva prórroga de las escuchas al no haber dado ningún resultado las primeras, el juez archiva las diligencias 447/94, abre otras nuevas, las 206/96,9 y mediante esta triquiñuela reautoriza las intervenciones telefónicas, ampliando el número de «observados» al grupo que lidera Imad Eddin Barakat Yarkas, más conocido por Abu Dahdah, a Ousama Darra y Mohamed Needl Acaid.
El 10 de julio de 2000, a la vista de los escasos resultados obtenidos, pese a los treinta y cinco tomos de transcripciones de cintas, el juez archivó también las segundas diligencias.Sin embargo, la investigación se mantiene «viva». Los policías, actuando negligentemente, acuden a los juzgados centrales de instrucción números 1 y 3, presentan una «motivación razonada»10 y vuelven a intervenir los teléfonos. Los titulares de los juzgados, Guillermo Ruiz Polanco11 y Teresa Palacios, incoan a su vez los procedimientos 321/99 y 24/2001.
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Tras conocerse los primeros datos de las investigaciones del Congreso de los Estados Unidos, el juez Garzón y la Policía española desempolvaron sus sumarios y archivos y en colaboración con otras policías europeas empezaron a atar cabos. En poco tiempo se supo en Estados Unidos que el organizador material de las masacres era el ciudadano saudí Mohamed Atta junto con otros dos individuos de origen marroquí, Mounir el-Motasadeq y Abdelghani Mzoudi.
Los tres formaban lo que empezó a denominarse la célula de Hamburgo de Al-Qaeda.
Los servicios secretos conocían a la célula por este apelativo, ya que los tres habían compartido un piso en Hamburgo, situado en la calle de Bunatwiere,23.Actuaban en coordinación con un cuarto elemento ya citado, Ramzi Binalshibh, enlace con los muyahidines de Afganistán y su cerebro, Osama ben Laden, el emir general que presidía el consejo del sura, formado por los expertos en la yihad para establecer el califato16 en el mundo.
En esta vivienda apareció anotado en una agenda el número de teléfono correspondiente al domicilio del que era propietario Imad Eddin Barakat Yarkas,Abu Dahdah,ubicado en la Urbanización Nuevo Versalles, bloque nº 3, de la localidad madrileña de Fuenlabrada. Pese a que llevaba siendo investigado desde 1995, fue entonces cuando se supo que era un individuo cercano a Osama ben Laden.
El 6 de agosto de 2001, un mes antes del atentado contra las Torres Gemelas,Abu Dahdah recibe una llamada telefónica de un individuo llamado Hilari Farid, relacionado con la famosa célula de Hamburgo. Durante la conversación, Farid le comunica que «ha cortado todas sus antiguas relaciones».Añade: «No quiero que nadie sepa de mi situación. He decidido seguir el camino de Alá y tengo que llegar hasta el final».
El 27 de agosto, dos semanas antes de los atentados terroristas en Estados Unidos, los dos interlocutores vuelven a ponerse en contacto. «En estos momentos estoy dando clases [de aviación] y tardaré un mes más o menos». Le explica que dentro de las clases había entrado en el campo de la aviación e incluso «había degollado al pájaro. Mi objetivo es el objetivo y no quiero entrar más en detalles».
«A través de estos diálogos —concluye la Policía— Abu Dahdah era informado por uno de los preparadores de la matanza de las Torres Gemelas sobre el resultado de los vuelos de familiarización y reconocimiento sobre los inminentes objetivos, que estaban realizando los pilotos suicidas en escuelas aeronáuticas de los Estados Unidos. »Todo ello fuerza a presuponer que estaba enterado de todos los planes que antecedieron a los inminentes ataques, no resultando imaginable otra explicación que justifique semejante dación de cuenta por parte de Hilari Farid, alias Sakur, y además también presupone que Barakat Yarkas los asumió como propios deseando los fatales resultados».
El redescubrimiento de la conversación intervenida por la Policía, varios meses después de ser grabada y veinte días después de los atentados de Nueva York, y la identificación de la célula de Hamburgo por los agentes alemanes, fueron las claves para que Baltasar Garzón, con su natural vehemencia y convirtiendo meras sospechas sin fundamento en evidencias irrefutables, se lanzara a la aventura de buscar «la pista española de las Torres Gemelas» y procesar a cerca de cincuenta personas, entre ellas el propio Ben Laden, que jamás ha estado en España que se sepa. Pocos días antes al del fatídico atentado, el 5 de septiembre de 2001, el enlace entre Atta y Ben Laden, el terrorista Ramzi Benalshibh viaja por segunda vez a España. Se hospeda en el hotel Madrid, ubicado en el número 10 de la calle de Carretas. Dos días más tarde, utilizando un pasaporte que no era el suyo, adquirió dos pasajes de avión de la compañía aérea Olimpia Airways con destino a Atenas.
Días después de ese 11 de septiembre, concretamente el 26 de septiembre de 2001, Hilari Farid, uno de los pilotos que debía haber participado en la masacre de Nueva York y Washington, llama a Abu Dahdah a su teléfono móvil. Le dice que ha intentado contactar con él, sin éxito, en otras dos ocasiones y añade [en clave] que sospecha que la Policía le está siguiendo.
—He cogido la malaria. Los médicos han venido a visitar a un amigo mío y dicen que van a venir a verme a mí también para darme medicinas —le dice, tratando de indicarle que era seguido.
—Yo también estoy enfermo. Sospecho que me van a ingresar en el hospital de un momento a otro. Pide a Alá que me cure. Tal y como lo predijo ocurrió. Mes y medio después sería detenidoy encarcelado por el instructor que ha dado más veces la vuelta al mundo, siguiendo la estela del Papa Juan Pablo II, el «mensajero de la paz».
Para que el lector tenga una visión global de por qué muchos sumarios de este juez, modelo de instructores, se van al traste, vamos a estudiar el asunto en su contexto.
Según los archivos de la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial, en poder del autor, en el año 2001 el juez Fernando Baltasar Garzón Real fue el único magistrado de toda España que disfrutó de ocho permisos extraordinarios por estudios. El primero de ellos se lo concedieron el 22 de enero para asistir como ponente a un congreso sobre Derechos Fundamentales a Lima, organizado por el Colegio de Abogados de la capital peruana. Posteriormente asistió a la inauguración de la Cátedra Justicia y Paz de la Unesco en la Universidad de Santo Domingo,17 invitado por su amigo Jaime Mayor Zaragoza. Del 15 al 18 de mayo impartió un curso sobre crimen organizado en la Escola Superior da Magistratura Federal, en Porto Alegre (Brasil); del 18 al 21 de junio se encontraba en San Salvador, donde leyó una ponencia con motivo del XX aniversario de la fundación de la Universidad Tecnológica.
A finales de julio, es decir, antes del verano, viajó a Sucre (Bolivia) a dar una conferencia invitado por el Colegio de Abogados de Chuquisaca y, tras el viaje ya relatado a México en septiembre, un mes después se iba a Praga invitado por el Gobierno de la República Checa, para acabar el año pidiendo otro permiso para asistir en Brasil al II Forum de Autoridades Locais Pela Incluçao Social, asunto sobre el que también es lógicamente un redomado experto.
Pero ahí no acaba la cosa. Ese mismo año fue nombrado doctor honoris causa de la Universidad Autónoma Tomás Frías de Potosí (Bolivia), uno de cuyos patronos es el ex director de El País Juan Luis Cebrián, y de la Universidad Nacional Mar del Plata (Argentina). Además compatibilizó sus viajes con su cargo de profesor asociado de Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid, fue director del curso de verano «Violencia y religión» en la Complutense (julio de 2001), anticipándose así al atentado a las Torres Gemelas.
Por si todo esto fuera poco impartió una conferencia sobre «Las pruebas en el extranjero: las comisiones rogatorias», otra sobre «Derechos humanos, derechos de los indígenas y la universalización de la justicia», una tercera sobre «Periodismo y la internacionalización de la justicia», una cuarta sobre «El delito de tortura dentro del Estatuto de la Corte Penal Internacional», y otra más titulada «Aliados del juez investigador en casos de corrupción».
Ese año no elaboró ningún ensayo ni prologó libro alguno, en contra de lo que es habitual en él, salvo error u omisión del autor, pero se estrenó como articulista en El País el 2 de octubre de 2001,criticando los incipientes planes para invadir Afganistán, y recibió cuatro medallas: la del Colegio de Abogados de París, la de la ciudad de Buenos Aires, la de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires y la medalla de oro de la Orden al Mérito del Plan Nacional sobre Drogas. A todo esto, en 2001 añadió los siguientes honores que adornan su largo currículum: profesor meritísimo de la Universidad Tecnológica de El Salvador, profesor honorario de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, ciudadano del año de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia, huésped distinguido por el Gobierno Municipal de la Sección Capital Sucre-Bolivia, huésped grato de la ciudad de Potosí, visitante distinguido de la ciudad de Tijuana,miembro del Patronato de Honor de la Fundación Conservatorio Flamenco Casa Patas,miembro del Patronato de la Fundación Independiente,Reconocimiento por su aportación a la Justicia Universal (Puerto Rico) y otros más de menor relevancia.
Y eso que aún estamos en el año 2001, en las vísperas de su nominación mundial al Premio Nobel de la Paz, periodo en que las actividades públicas de este émulo del Lazarillo de Tormes, de Rinconete y Cortadillo o de cualquier otro protagonista de cualquier obra de la literatura picaresca española, se multiplicaron por dos.Lo que de verdad tiene mérito en el juez es que, además de participar en todas estas actividades,muchas de las cuales ocurrieron en el extranjero y para las que no dispuso del permiso del Consejo General del Poder Judicial, dictó varias conferencias en España que aparecen citadas globalmente en su biografía oficial e hizo mal y pronto su trabajo: instruyó el sumario de Al-Qaeda.
En los pasillos de la Audiencia Nacional, entre algunos funcionarios veteranos y curtidos por el tiempo y la experiencia, durante mucho tiempo al sumario sobre Al-Qaeda se le llamó el «caso del sofrito». «Se trata —decían— de una mezcla de cebolla, ajo, perejil, zanahoria y pimiento, todo ello bien picado y rehogado en aceite». A los funcionarios, probablemente, no les faltaba razón. Según se vería posteriormente en la vista oral, tras regresar del hotel Nikko, en México, el 18 de octubre de 2001, el titular del Juzgado Central de Instrucción Número 5 procedió a desempolvar las diligencias previas 206/96.
Poco después, por auto de 6 de noviembre de 2001, reabre las diligencias de los Soldados de Alá de Barakat Yarkas y Abu Dahdah, y procede a su detención. en esa misma resolución acordó requerir la inhibición de los juzgados centrales números 1 y 3 respecto al conocimiento de las diligencias previas 321/99 y 24/2001 incoadas por dichos órganos judiciales el 1 de diciembre de 1999 y 12 de enero de 2001 respectivamente, y que se le remitieran todas las investigaciones realizadas.
Así, una vez más Garzón basaba sus instrucciones en el trabajo de sus compañeros, que pasaba a sus manos gracias a sus artes de birlibirloque, porque él, naturalmente, controlaba la pieza más antigua de todas.20 Una vez con el puzzle bajo su control, el 12 de noviembre de 2001 procedió a la incoación de Sumario Ordinario número 35/2.001.
De esta manera, apenas dos meses después de la voladura de las Torres Gemelas, al tiempo que el FBI identificaba a los diecisiete suicidas que habían acabado con el sueño americano, Garzón lleva a cabo numerosas redadas en varias provincias españolas. El primer resultado de la llamada Operación Dátil, dividida en varias fases, fue la detención de once personas, en su mayoría españoles de origen sirio y marroquí. Según el juez, todos ellos componían una estructura terrorista presuntamente ligada a Al-Qaeda.
Los encarceló a casi todos y les acusó de participar en la preparación y desarrollo de los cuatro atentados cometidos por los pilotos suicidas de Nueva York y Washington. Una decisión de ese calibre tenía que haber hecho saltar por los aires el cuartel general del FBI en la avenida de Pennsylvania, en Washington. Sin embargo, no ocurrió nada. El mismo día de las imputaciones, las declaraciones policiales de los detenidos estaban en la sede de la Embajada de Estados Unidos en la calle de Serrano, en Madrid. El entonces agregado del FBI para Europa, el cubano-estadounidense Eduardo Sánchez, ni siquiera se molestó en mirarlas.
Imbuido por un sentimiento trágico de la vida que sólo le permite ver maldad, dolor y opresión en el mundo, tal y como narra en su libro Cuento de Navidad, ungido a la vez en su papel de redentorista y salvador de la humanidad, Garzón organiza su Tormenta del Desierto judicial. El 19 de julio de 2002 cursa nada menos que diecisiete comisiones rogatorias a Alemania,Estados Unidos,Indonesia,Grecia,Reino Unido, Bélgica,Yemen, Siria, Suecia,Turquía, Jordania, Arabia Saudí y otros países,ordenando la detención de decenas de terroristas.Su petición de auxilio judicial sólo es atendida por Alemania,Estados Unidos, Reino Unido y Turquía, según relata en su primer auto de procesamiento, pero el juez campeador no se amilana ni inquieta un segundo.
Semanas más tarde pone en marcha la tercera fase de su Operación Dátil y vuelve a meter en la cárcel a otras cinco personas. El 17 de noviembre de 2003 dicta el auto de procesamiento ya citado al comienzo e implica a medio centenar de personas en la formación de células durmientes de Al-Qaeda en España. Dispuesto, al igual que el Guerrero del Antifaz, a acabar él solo con Al-Qaeda, el 19 de abril de 2004 amplía el auto incluyendo en el mismo a otros cinco imputados, con lo que el número de terroristas islámicos detectados por el superjuez de la Audiencia Nacional se eleva ya a cuarenta personas.
El 20 de mayo del mismo año dicta un segundo auto. En este asegura que nueve de los detenidos han participado indirectamente como colaboradores necesarios en los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono, por lo que están acusados de haber cometido 2.989 homicidios.
Decidido a acaparar cuantos sumarios caigan en su poder, a partir de 2003, cuando el Consejo General del Poder Judicial decidió apartar al juez Guillermo Ruiz Polanco de sus funciones, se hizo cargo también de la Operación Lago. Desarrollada el 23 de enero de 2003, a petición de las autoridades francesas, el titular del Juzgado de Instrucción Número 1 había mandado detener a veinticuatro personas, inmigrantes en su mayoría y residentes en Banyotes (Gerona), diecisiete de los cuales habían ingresado en la cárcel.
Tras la masacre de Atocha, el 11 de marzo de 2004,Garzón asume de lleno el control de la Operación Lago.Tres días más tarde manda detener a las cuatro personas que Ruiz Polanco había dejado en libertad por falta de indicios criminales. Su obsesión por no dejar títere con cabeza la resume así el periodista Mariano Sánchez Soler: «Mientras el juez [Juan] del Olmo instruía el sumario del 11-M, su compañero Baltasar Garzón desarrollaba una gran actividad como azote del terrorismo islamista. Unos detenidos estaban vinculados a las matanzas del 11-M y de Casablanca; otros planeaban atentar contra la estación de Príncipe Pío, la sede del PP, el estadio Santiago Bernabéu, la Torre Picasso e incluso contra la Audiencia Nacional.
Garzón había puesto entre rejas a los miembros del grupo Ansar al-Islam y debía dar preferencia a esa indagación. En julio de 2004 viajó a Marruecos en comisión rogatoria para investigar los atentados de Casablanca, mientras en su juzgado seguían abiertas las diligencias contra los cuatro argelinos de la Operación Lago, acusados de integrar o colaborar con banda terrorista. El juez instructor consideraba que formaban parte de la infraestructura logística y financiera de Al-Qaeda en Europa, vinculados a la célula de Hamburgo (Alemania).
Y añade: «Los últimos sumarios instruidos, el estudio y las lecturas,habían hecho de Baltasar Garzón un experto en terrorismo islamista. Así lo proclamaba él a los cuatro vientos. Desde su juzgado había sabido desmantelar las células de los Soldados de Alá y los Mártires por Marruecos, a ciertos grupos dispersos salafistas, miembros argelinos del GIA y varias ramificaciones logísticas de la gran amenaza que giraba en torno a Al-Qaeda».
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