L D (Agencias) "A ninguna persona le puede parecer serio que un día un gobernante se vaya a Roma a pedir consenso y a los dos días se esté insultando y llamando mentirosos a los convocantes de la manifestación y a los obispos", explicó monseñor García-Gasco en su carta de esta semana, que titula "Mantener la iniciativa y la creatividad por la educación".
El prelado se refiere con estas palabras al encuentro que mantuvo la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, dos días antes de la manifestación en Madrid del 12-N, con el secretario del Estado Vaticano, el cardenal Angelo Sodano. Primero, el secretario general de Educación, Alejandro Tiana, afirmó que se habían vertido un "cúmulo de falsedades" en torno a la reforma educativa y, al día siguiente de la protesta, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, recordó a los obispos y al Partido Popular, que apoyaron la misma, que "mentir es pecado" por afirmar que la LOE ataca la asignatura de Religión y el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos.
El arzobispo alienta en su misiva a los padres y madres de familia, tras el "desbordante éxito de la manifestación a favor de la libertad en la educación", a que "mantengan su iniciativa y su creatividad social", ante lo que el prelado define como "reforma antieducativa del gobierno". Según García-Gasco, los manifestantes "hicieron oír una voz muy clara: la educación es demasiado importante para someterla a caprichos sectarios de corto alcance" y advierte que "la sociedad y los que ejercen la autoridad deben ayudar a los padres en su derecho original a educar, no estorbarles".
El arzobispo de Valencia afirma que "es inadmisible que las reformas políticas creen más división que consenso" y subraya que "a ninguna mente lúcida se le ocurre que la Escuela vaya a mejorar por establecer severas diferencias entre comunidades autónomas, por dificultar la libertad de elección de centro, los conciertos o por menospreciar la clase de Religión". Además, según el arzobispo de Valencia, "intentar minimizar la grandiosa manifestación del pasado sábado es un claro signo de su modo sectario de proceder". Por todo ello, "a nadie debe extrañar que reine una profunda desconfianza en millones de padres sobre las verdaderas intencionalidades de la reforma antieducativa que proyecta el gobierno".
Una política sometida
El arzobispo de Valencia considera que la situación actual "es fruto de una política débil, de corto alcance, sometida por las pretensiones de unas minorías de nacionalismo-separatista que practican el revanchismo antirreligioso". Más adelante, describe que "sólo las anteojeras del dogmatismo marxista y del estatalismo de todo signo pueden explicar tanto rechazo a la libertad social de las personas".
Igualmente recuerda que los padres desean una escuela que ayude a los alumnos a "crecer como personas en conocimientos verdaderos, en iniciativa y en capacidad de trabajo, así como en generosidad para la convivencia responsable solidaria", y que haga posible relacionar su formación intelectual "con la maduración de sus convicciones religiosas, en el más estricto respeto de su libertad personal y de sus familias, contando con una clase de Religión libre, digna y eficaz".
Concluye su carta el arzobispo de Valencia asegurando que "pretender alzar una escuela pública de calidad sobre las cenizas de los centros de iniciativa social es absurdo y supone también despreciar la entrega y calidad de los profesionales de la enseñanza". Los obispos "estamos del lado de la responsabilidad de los padres, creemos firmemente que tienen el deber y el derecho de contribuir de manera principal a que la escuela responda a la mejor educación de sus hijos, y junto a ellos reclamamos que se reconozca la labor de los profesores y se proteja el verdadero bien común educativo". Según García Gasco, "está en juego el futuro de nuestra sociedad".