LD (Víctor Gago) La ministra de Cultura ha establecido una inaudita jerarquía de las libertades presidida por la libertad sexual.
Es "la principal libertad de una persona", dijo en la cabecera del Euro-Pride, la cabalgata itinerante en la que el narcicismo se ha tragado al orgullo, y el negocio del lobby gay del PSOE, al activismo a favor de los perseguidos por su opción sexual, que siguen siendo millones, por tiranías con las que el Gobierno de Carmen Calvo quiere trabar la Alianza de Civilizaciones.
No ha sido un lapsus, como los del presidente Rodríguez Zapatero con ETA; tampoco un rapto de euforia provocado por el subidón de house y tecno en el desenfrenado carnaval del arcoiris. Cuando dice que la sexual es "la principal" de las libertades, la ministra expresa la genuina visión de la izquierda sobre la libertad, a saber: que puede segregarse en módulos y que, de hecho, sólo la izquierda está legitimada para administrar las prioridades. Sólo quien vive de recortar la libertad, pretende que lo que queda de ésta pase por la única importante.
En un país amenazado por un terrorismo al que el Gobierno ha dado alas; en el que acaban de morir seis soldados por defender la libertad [la íntegra, la de verdad, la única amenazada, y no la de cómodas piezas de recambio], es un insulto que la ministra de Cultura diga que "la principal" libertad consiste en exhibirse en tanga para aparearse con quien sea o con lo que sea.
Exactamente a la hora en que Carmen Calvo, Pedro Zerolo, Gaspar Llamazares y Cándido Méndez bailaban esta mascarada de la libertad entre carrozas de cueros y lluvia de condones, llegaban a Madrid los dos militares heridos por el ataque terrorista del pasado 23 de junio en Líbano. Ni la ministra de Cultura ni ningún otro ministro del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero han acudido a recibirles. El único orgullo que nos queda por bailar es el del putiferio. Éso sí que es educar a la ciudadanía, y no el tocho de José Antonio Marina.