(Libertad Digital) En 1996 Juan Pablo II estableció las reglas para proteger a los cardenales de las "amenazas a su independencia de juicio". Por esto se decidió que una vez pronunciada la fórmula "extra omnia", o sea, las dos palabras que marcan el inicio del cónclave ordenando la salida de toda persona a la curia, estuvieran prohibidos los teléfonos móviles, las agendas electrónicas, las radios, televisiones y grabadoras hasta que se terminaran las reuniones para la elección de nuevo Pontífice.
Por este motivo, según recoge el periódico italiano La Repubblica, se ha creado un cuerpo ad hoc encargado de registrar cada rincón de la Capilla Sixtina. La principal preocupación reside en los micrófonos láser que pueden captar conversaciones hasta a 400 metros de distancia, mediante las vibraciones de los cristales de las ventanas u otras superficies rígidas. El grupo encargado de mantener en secreto todo lo que se diga en el cónclave está procediendo a mover todas las alfombras, abriendo y registrando el interior de los cojines, explorando los canales de conducción del aire acondicionado, y buscando micrófonos incluso entre los cables, las lámparas o dentro de los grifos.
Y si algún cardenal se sintiera tentado a comunicarse con el exterior, Juan Pablo II estableció que cualquiera que viole el secreto, será excomulgado automáticamente. Un experto londinense declaró a La Repubblica que todos los riesgos se sintetizan en la siguiente pregunta: "¿Qué harán, registrar a todos los cardenales para ver si alguno ha escondido microcámaras en las gafas o en sus crucifijos?".