El calvario de una niña gallega de diez años por utilizar el castellano en el colegio
Otro ejemplo más de persecución lingüística; otra Natalia Santacreu: idéntica edad, el mismo partido en el gobierno, pero también la misma determinación por que sus derechos no sean pisoteados. La única diferencia, la comunidad en que tiene lugar el acoso, esta vez en Galicia.
Todo comenzó en el inicio de este curso en un colegio concertado de Lugo. La pequeña, a la que denominaremos con la inicial S., dejó claro en su ficha a su tutora que era castellanoparlante. La profesora, que en otros tiempos no dudaba en llamar "paletas" a las niñas que llegaban de las aldeas y que hablaban en gallego según denuncian, la “marcó” delante de todos sus compañeros. Tras decir en alto su nombre y apellidos, manifestó: “Qué penita me dan estos niños, tienen una pobreza cultural tan grande…” Y ahí comenzó el calvario de la pequeña S.
La niña se dirigía a su profesora en castellano, quien no dudaba en responderla, delante de sus compañeros: “¿Qué dices?, que no te entiendo…”. Los exámenes también los contestaba en español. En la corrección, con letras bien grandes y en rojo, le recordaba: “EN GALEGO”. Llamaba a la niña a su mesa, le llamaba la atención: “Es la última vez que lo haces”, “con la cantidad de cursos que te quedan por estudiar, mejor que te vayas de Galicia”, amenazaba.
"Al resto de niños los tiene amedrentados", pero S. no está dispuesta a ceder un milímetro en sus convicciones. Su madre, entristecida por la presión a la que estaba siendo sometida, le aconsejó que lo dejara, que contestara y hablara en gallego. “No, mamá, yo tengo mis derechos”, contestó resuelta su hija.
Pero las proclamas nacionalistas de la susodicha profesora van más allá. En clase lee textos de la escritora nacionalista María Raimóndez, quien no duda en hacerse eco de esta historia en las páginas del periódico el Xornal. A continuación reproducimos un fragmento traducido de esos textos de Raimóndez al que ha tenido acceso Libertad Digital:
“Nuestra lengua está en peligro, eso fue lo que presenciaste. Lo único que pasó aquel día que fuiste al "borde de la fraga" –dice otra de ellas– es que el cura hablaba otro idioma, otra lengua. El castellano. Es la lengua vecina, la de Castilla. Pero el monstruo fue capaz de hacerla fuerte, dándole poder a quien la habla para invadir y conquistar. Llegaron más allá de los mares, imaginaos. El monstruo es ahora muy poderoso y fue capaz de matar lenguas en esas tierras… matando a quien las hablaba”.
Después de meses de discriminación y humillación porque la niña contestaba oralmente en las clases y presentaba sus ejercicios escritos en castellano, y ante la intransigencia de la profesora y la falta de respuesta del centro, la familia decidió solicitar la intervención de la administración educativa.
Tras no poca insistencia, una inspectora de educación accedió a tratar de persuadir a la profesora de que el decreto del gallego 124/07 es susceptible de una interpretación menos rígida de la que ella aplica, debido a la cláusula “con carácter general” del artículo 13, que impone la obligación del uso del gallego en la práctica totalidad del horario lectivo no sólo a los profesores, sino también a los alumnos.
A raíz de esa intervención de la inspectora, la profesora acudió al sindicato nacionalista CIG, "sacando la cuestión del contexto escolar para convertirla en un conflicto sindical" contra una niña de diez años por expresarse en español en clase. Dicho sindicato no dudó en tergiversar la situación ofreciendo la versión de los hechos de la profesora y así lo publicó La Voz de Galicia.
La Mesa por la Libertad Lingüística se muestra esperanzada por la derogación del decreto y la formulación de uno nuevo sobre el gallego que va a presentar el gobierno de Feijóo, pero ha querido denunciar esta situación y la actuación de este sindicato, que mientras “promueve la insumisión” al futuro decreto “pretende someter a una niña a la interpretación más dura posible del vigente”.
Mientras, su familia es sometida a esta “dictadura lingüística” soportando todo tipo de insultos que, por otra parte, son los de siempre: “¡Facha!”, “¡fascista!”…
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