L D (Agencias) El análisis de los datos recogidos por la "caja negra" del convoy del metro de Valencia que descarriló este lunes ha revelado que el tren circulaba a 80 kilómetros por hora en el momento del accidente en un tramo en el que la velocidad máxima permitida es de 40 kilómetros por hora, según comunicó el consejero de Transportes de la Generalidad. Al parecer, el maquinista aceleró en una curva y trató de frenar después, un comportamiento que delata, a juicio de los representantes de los sindicatos y el Gobierno valenciano, que el conductor pudo sufrir un desfallecimiento que desencadenó el desastre.
Tras la reunión del comité de seguridad de la circulación de Ferrocarriles de la Generalidad Valenciana, empresa del metro de Valencia, José Ramón García Antón, consejero de Transporte e Infraestructuras de la Generalidad, destacó que las investigaciones apuntan a que el maquinista "pudo sufrir algún tipo de inconsciencia o indisposición" que le impidió su reacción, ya que no encuentran otra explicación.
El consejero explicó que el maquinista, una de las 41 víctimas mortales del accidente, había trabajado primero como inspector e interventor en la Línea 1, pero que tras realizar 224 horas de prácticas se le consideró habilitado para conducir un tren, cosa que hacía desde el pasado mes de abril. "Tuvo oportunidad de una mejora en el puesto de trabajo y la aprovechó", indicó, antes de añadir que prestaba su servicio como maquinista "con regularidad y sin ningún problema".
García Antón destacó que el conductor en ningún momento se puso en contacto con el puesto de mando en los momentos previos al accidente. Según dijo, se trataba de una persona "trabajadora, responsable, con formación en informática y con posibilidades de seguir ascendiendo en la empresa". La necropsia, indicó, revelará "si se produjo efectivamente un desvanecimiento".
El descarrilamiento se produjo en una curva
El consejero explicó que el informe del comité de seguridad de FGV ha concluido que el tren circulaba a una velocidad de 80 kilómetros por hora en un tramo en el que la velocidad obligatoria era de 40 kilómetros por hora. El descarrilamiento se produjo en una curva y, tras entrar en contacto con un muro y romperse, al parecer, alguno de los cristales, el vagón volcó finalmente cuando el túnel se ensanchó. Después se deslizó, posiblemente empujado por el resto de vagones que no habían volcado. García Antón rechazó que el punto de la línea fuera problemático al definir el lugar del accidente como una "curva dulce". Añadió que el resto del trayecto es una recta.
Asimismo, recalcó que esta línea lleva desde hace 6 años un sistema de frenado automático puntual (FAP), similar al instalado en los trenes de Cercanías, que no frena "específicamente" en el punto en el que se detecta un aumento de velocidad, sino que se da un tiempo para que el conductor reduzca y de no hacerlo es la propia máquina la que lo hace. En este caso, no dio tiempo a que el tren frenara de forma automática a reducir velocidad, ya que el descarrilamiento "se produjo antes de que se recorriera el espacio necesario para que se pudiera frenar".