LD (V. Gago) 7 de febrero de 2003. Arrecian las manifestaciones de hostigamiento al PP por la guerra de Irak. En mayo de ese año, se celebran elecciones autonómicas en las que el PP mantiene, prácticamente intacto, su poder regional y local, a pesar de la feroz presión de la izquierda jaleada por el gremio de actores, cineastas y significados periodistas. La escritora, corresponsal de guerra y columnista de El País Maruja Torres expresa su rabia por el mal resultado del PSOE, calificando como "hijos de puta" a los electores del PP. En ese contexto de odio desatado al partido que representa a casi diez millones de españoles, se celebra la gala de los Premios Goya en la que muchos de los premiados y sus presentadores, Willy Toledo y Alberto San Juan, lucen chapas con el lema No a la Guerra y lanzan lemas demagógicos contra el Gobierno de José María Aznar. Días después de la ceremonia, y en plena polémica por la politización de la gala, El Mundo invita a San Juan a un encuentro con los lectores de la edición digital del periódico.
Uno de los usuarios le pregunta:
¿No resulta un poco hipócrita decir No a la guerra sólo cuando la hace EEUU, y callar ante Francia y Costa de Marfil o las amenazas de Corea? ¿No resulta hipócrita decir No a la guerra con una camiseta del genocida Ho Chi Minh como hizo su compañero Guillermo Toledo?
La respuesta de Alberto San Juan es:
"Si alguien está verdaderamente en contra de la guerra, está en contra de cualquier guerra. La cuestión es que nuestro gobierno parece impaciente porque España participe en la inminente guerra contra Irak [como es sabido, España no participó en la segunda Guerra contra Irak, a diferencia de la primera, en 1991, a la que el Gobierno socialista presidido por Felipe González envió soldados de reemplazo], y eso supone que Usted y yo vamos a participar a través de nuestros impuestos en los asesinatos de las personas que mueran en esa guerra. Mi compañero Guillermo efectivamente llevaba una camiseta con el rostro de un hombre que, entre otras cosas, luchó por la libertad de un pueblo".
La cita viene este lunes al impagable blog Batiburrillo, cofre de tanta memoria de verdad de la buena, no de la otra.
Así es. El actor que acaba de pedir este domingo, en la última gala de los Goya, que "disuelvan esa cosa llamada Conferencia Episcopal" porque no le gustan sus críticas al Gobierno, porque le desagrada la cara de Monseñor Cañizares o simplemente porque le peta y es más chulo que un ocho, cree que Ho Chi Minh es un héroe de la libertad. Coherente. Los actores viven demasiadas vidas prestadas como para acabar falseando también la suya. Necesitan puntos de anclaje claros. En este caso, defender el totalitarismo a tiempo completo ayuda a recordar quién se es. A no perder el norte.
Estar al lado de Ho Chi Min y pedir la disolución de la Conferencia Episcopal son marcas fáciles de seguir. Más fáciles que el método Stanivslasky. Un sencillo procedimiento mnemotécnico, la rueda del gamster en el laboratorio conductista, una bosta de vaca. Cosas que te llevan a recordar lo básico. Miserias que te conducen de vuelta al hogar servil y mezquino. Un actor sincero piensa en Ho Chi Minh, y lo primero que le viene a la cabeza son ganas de disolver obispos.
Teniendo esto claro, puedes interpretar cualquier basura que te echen.