Este es uno de esos casos particulares que tienen la virtud de dejar traslucir hasta qué punto la doctrina oficial -con respecto a la violencia en el seno de la pareja- está alejada de la realidad.
Si cada vez que dos cónyuges, o novios, o amantes, tienen un conflicto, una discusión violenta o una pelea, nos ponemos las gafas de la ideología de género, veremos a un nazi apaleando a un judío. El nazi es el varón, por supuesto, y el judío es la mujer. En ese relato, ella siempre es la víctima.
Pero si nos quitamos las gafas y vemos las cosas tal y como son, veremos que los hombres y las mujeres somos como erizos: nos necesitamos para darnos calor, pero nos pinchamos con nuestras púas.
Erbilyos, qué bien lo cuentas!