Frente a un acusado impasible, que en ocasiones le lanzaba miradas de reojo, ha estado declarando este viernes durante tres horas el inspector que dirigió la investigación del asesinato y violación de dos policías en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) en octubre de 2005, por lo que Pedro Jiménez afronta casi 103 años de cárcel.
La exhaustiva investigación se prolongó durante meses, ha explicado el agente, aunque apenas una hora después de los crímenes los Mossos disponían de la principal prueba incriminatoria: una factura del teléfono móvil que el presunto asesino perdió durante su crimen y que contenía su nombre, apellidos y dirección.
A las tres de la tarde, unas seis horas después del brutal doble crimen, los investigadores habían comprobado ya el "impresionante historial delictivo" del titular de la factura -con 14 detenciones en su haber, 10 de ellas por agresión sexual- y averiguado que Pedro Jiménez estaba disfrutando de un permiso penitenciario de tres días, a escasos meses de obtener la libertad definitiva.
La extensa hoja de antecedentes no impidió que la prisión de Can Brians concediera unos días de libertad a Pedro Jiménez, cuya vida ha transcurrido prácticamente entre rejas y que, desde que fuera internado por primera vez a los 16 años, ha disfrutado de sólo 40 días de permiso, que aprovechó para cometer cinco violaciones, según ha resaltado el inspector policial.
Los Mossos analizaron los anteriores actos delictivos de Jiménez y descubrieron un proceder común con el doble asesinato: se trataba, según el jefe de la investigación, de un "delincuente sigiloso, que sabe actuar muy bien" y que solía reproducir el mismo 'modus operandi' en sus asaltos sexuales.
Concretamente, ha detallado el mosso, en 1986 Jiménez violó a una menor en su propia casa, a la que logró entrar intimidándola con una navaja, sin que se enterara de ello la abuela, que se encontraba en el interior de la vivienda.
En 1992, según el inspector, repitió su 'modus operandi' y trató de agredir sexualmente a una chica en su propia casa mientras su padre dormía. Ese mismo año, Pedro Jiménez, que se alojaba unos días en casa de una hermana suya, violó en la vivienda familiar a una vecina a la que intimidó con una navaja en el ascensor y, posteriormente, la obligó a sumergirse en una bañera con agua.
Cuando se comprobó que Jiménez no regresaba a prisión tras el permiso concedido, ha añadido el inspector, la policía "se temió lo peor", que el acusado pudiera volver a repetir su fechoría, al tratarse de un "delincuente sexual compulsivo", que había pasado la vida en la cárcel y estaba perdido, sin saber adónde ir.
Por ese motivo, la policía autonómica decidió hacer "algo no habitual": difundir su fotografía e identidad como autor del doble crimen en los medios de comunicación, lo que propició que fuera delatado por las personas que le habían dado refugio.
El inspector de los Mossos d'Esquadra ha desgranado con detalle los pasos seguidos en la investigación que condujo a la detención de Jiménez, contra el que pesan un sinfín de pruebas, desde la factura de móvil, las huellas dactilares que dejó en la escena del crimen o el ADN de pelos y semen encontrados en los cadáveres.
La policía autonómica analizó también las llamadas que realizó o recibió desde el móvil que compró el día antes del doble crimen, el primero y único que ha tenido en propiedad.
Ese listado revela que la madrugada previa al crimen Jiménez no llegó a dormir, ya que de su móvil salieron continuamente llamadas a tres números: uno cuyo destinatario no se ha podido identificar, otro a un teléfono de contactos -prueba de su "fuerte deseo sexual" en el momento- y otro al cura de la prisión, según el policía.