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Cernuda analiza el 'síndrome de la Moncloa' de los presidentes

En un nuevo libro, la periodistas Pilar Cernuda señala cómo los presidentes del Gobierno cambian una vez que llegan a la Moncloa.

Los cinco presidentes de la democracia han sufrido el llamado "síndrome de la Moncloa", algo que cambió su carácter y su forma de ser hasta llevarles a no escuchar a sus equipos y no reconocer sus errores, en absoluta soledad.

La periodista y escritora, Pilar Cernuda narra en 200 páginas el por qué de ese síndrome que ella achaca principalmente al aislamiento que sufrieron al "encerrarse" en ese palacio, rodeado de muros y sin contacto con "la calle" y aprovecha para hacer un repaso a la reciente historia de España.

La autora ha reconocido en una entrevista que el tema de la obra le ha llevado a resaltar el perfil negativo de quienes han regido los destinos de los españoles desde 1997, pero que todos ellos tienen también aspectos positivos.

La periodista, que se dedica a la información política desde hace 40 años, asegura que presidentes de otros países como Reino Unido o Alemania mantienen sus residencias y sus lugares de trabajo en el centro de las ciudades, lo que podría ser la causa de la diferencia de sus dirigentes con los españoles.

Cuenta cómo el primer presidente, Adolfo Suárez, en cuyo mandato se acuñó el término de "síndrome de la Moncloa", no lo sufrió mientras la sede presidencial estuvo en el palacete del paseo de la Castellana, desde dónde él y su familia se mudaron por motivos de seguridad, tras comprobarse que el despacho del mandatario se podía ver desde la calle.

El mismo día en que se trasladó la familia Suárez a Moncloa, el presidente "montó un pollo", puntualiza la autora, porque desde el primer momento entró de mal humor.

Según el libro, al que menos le afectó el síndrome fue al jefe del segundo Ejecutivo, Leopoldo Calvo Sotelo, seguramente porque fue el que menos tiempo estuvo - apenas dos años- y porque su esposa Pilar Ibáñez, hija de un ministro de Franco, estaba acostumbrada a la cercanía del poder.

Y el que menos, a decir de quienes le conocen desde tiempos pretéritos, Rodríguez Zapatero, porque abundan en que siempre fue como es ahora, bastante déspota y arrogante, puntualiza Cernuda.

Para la autora, la causa principal de ese síndrome es sobre todo la soledad, porque en los momentos más delicados son ellos y sólo ellos los que tienen que tomar las ultimas decisiones y, además, consideran que son los únicos que saben todos los pormenores.

Pilar Cernuda mantiene que al llegar a Moncloa los presidentes escuchan a todos y plantean el trabajo en equipo, para pasar al escalón siguiente de que "yo soy el que mando y las decisiones las tomo yo" y después a no escuchar ni a sus colaboradores ni a la gente de la calle porque "no les comprenden" y nadie tiene los datos que ellos tienen.

Otras de las consecuencias son el hacer suyas las ideas de otros y la "ruptura" con sus hombres de confianza. Le ocurrió a Suárez con Fernando Abril Martorell -a quien le unió una amistad personal y familiar- y a Felipe González con Alfonso Guerra- entre quienes, de acuerdo con las declaraciones de la escritoras- se mantiene el divorcio.

Aznar dejó en la cuneta a Francisco Álvarez Cascos y Zapatero sacrificó a políticos como Fernando López Aguilar, Enrique Serrano o Trinidad Jiménez, a quien ahora ha recompensado con el ministerio de Asuntos Exteriores.

María Teresa Fernández de la Vega no figura en la lista dado que nunca fue una figura del entorno político de Zapatero, pero fue indispensable para el presidente por su gran conocimiento de la administración.

Pilar Cernuda lamenta el desprestigio de la clase política, en la que según ella, existe mucha gente con gran sentido del Estado y de servicio a España, cuya imagen se ha deteriorado porque las miserias son la noticia.

De acuerdo con la periodista, en ese perfil se inscriben, entre otros, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Blanco y Mariano Rajoy quien, aunque no ha sido un buen líder de la oposición, si llega a ser presidente "dará la sorpresa", dice.

Cernuda se ha inspirado para este trabajo en lord David Owen, neurólogo de profesión que plasmó los síntomas del síndrome, al que dio el nombre de Hubris (héroe griego quién ensoberbecido por el poder se aleja de la realidad) después de su paso por el Gobierno británico en el libro "En el poder y la enfermedad".

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