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Bruce Springsteen finaliza su gira española con un multitudinario concierto en Madrid

Bruce Springsteen demostró este lunes que sigue siendo "El jefe", y lo hizo ante las 35.000 personas que le vieron y escucharon en el estadio de "La Peineta" y en cuya memoria colectiva resonaron una vez más temas como "Badlands", "Jungleland" o "Born to run", además de las canciones del disco "The Rising".

L D (EFE) "¡Es la hora del jefe!", gritó un Sprinsgteen sonriente antes de encarar el climax de su actuación en Madrid, y ciertamente era su momento, una vez más, en una gira por tres ciudades españolas que se cerraba en La Peineta, y en la que más de cien mil gargantas de todas las edades han coreado los estribillos del "Boss" (el jefe).

En el concierto de este lunes Sprinsgteen ofreció lo que el público quería ver: sus canciones y también alardes físicos y vocales, carreras terminadas de rodillas, proximidad con las primeras filas de los asistentes (las integradas por fieles que han esperado horas para verle de cerca), algunas interpretaciones acústicas y un más que demostrado dominio del espectáculo que no le hace perder, al menos en apariencia, ni un ápice de frescura. Y todo ello sobre un escenario sobrio, en el cual el espectáculo radica en la música y no en alardes luminotécnicos ideados para cubrir ninguna carencia (por cierto, las pantallas de video sufrieron algunos fallos).

El encuentro comenzó cuando todavía era de día y, pasadas las 21.40 horas, sonaron "The rising" y "Lonesome day", dos temas del último trabajo de Bruce. Después Springsteen usó un esforzado español para saludar, decir que "estaba con ganas de volver" y pedir a los asistentes silencio para escuchar una melancólica versión acústica de ese lamento por la pérdida de un ser querido que constituye "Empty sky". Durante la mayor parte del concierto intercaló temas del citado "The rising" ("Wainting on a sunny day", World apart"...) con piezas escogidas, de entre las cuales "Badlandas" fue una de las más celebradas, entusiasmo aprovechado por Bruce para intercambiar gritos con su público antes de dar paso a "Out on the street".

Siguieron "Countin on a miracle" o "Met me on Mary´s place" -en el que Springsteen chistó al público con toda confianza para contener el entusiasmo y que se escucharan las frases más sentidas-. Ambas precedieron a "Jungleland" o "Into the fire", baladas que siguen despertando a quien las escucha del sueño americano. Quienes no querían despertar de su delirio eran los ocupantes de La Peineta, que no se movieron, a pesar de la despedida de la banda, en espera de los bises ("Cadillac ranch", "Boby Jane", "Born to run"...).

Fue media hora de propina, como no podía ser menos, porque tan largos como la historia de amor de Springsteen con el rock and roll y, por añadidura, con el público español, que sigue sin dar signos de caducidad, son los conciertos del Boss. El de este lunes en La Peineta de Madrid sobrepasó las dos horas y media, pero ni el cincuentón ni los asistentes a su actuación dieron ninguna muestra de cansancio a lo largo de este alarde de vitalidad musical que sigue en pie, sin aditivos ni conservantes, desde hace treinta años (las tres décadas transcurridas desde la aparición de su primer disco, "Greetings from Ashbury Park, N.J.").

En aquella primera grabación ya figuraba el nombre de un negro gigantón que toca el saxo junto al "Boss" desde entonces: Clarence Clemons. El hizo las delicias del público en los ya míticos solos de "Jungleland", pero fue Steve van Zant, "Stevito", como lo llama "El Boss" sobre las tablas, quien se lució de verdad, eso sí, junto a la mítica "E. Street Band", en la que figuran también Roy Bittan y Danny Federici -teclados-, Nils Lofgren -guitarras-, Gary Tallent -bajo-, Max Weinberg -batería- y la esposa del cantante, Patti Scialfa -coros, violín...-.

No necesitaba más Springsteen para demostrar que, como él mismo dice, sigue siendo "El jefe" ("El Boss") y sigue en su momento.

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