L D (EFE) Como cada último miércoles de agosto desde hace 61 años, esta pequeña localidad del interior de la provincia de Valencia acoge la visita de decenas de miles de turistas procedentes de todo el mundo que acuden para sumarse a esta singular fiesta, que cuenta ya con un apartado propio en los catálogos turísticos. No es difícil encontrar en las calles de esta población a viajeros llegados desde Japón, Corea, Bélgica, Australia, Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia o Alemania.
En apenas una hora, de 11:00 a 12:00 de la mañana, absolutamente todos los participantes, y también aquellos que se atreven a asomarse por alguna de las ventanas desde las que se contempla el espectáculo, sufren las consecuencias del paso de cinco camiones volquete cargados hasta los topes con tomates "pera".
La cooperativa de Xilxes (Castellón), encargada de abastecer de tomates a Buñol durante para Tomatina, es responsable también de seleccionar únicamente aquellas hortalizas maduras aptas para ser lanzadas, aunque obviamente siempre se suele colar alguna que otra pieza verde, cuyo impacto resulta menos agradable.
Según comentó la concejala de Fiestas, Feria, Cultura y Deportes, Pilar Garrigues, "la gente recibe varias recomendaciones antes de iniciar la batalla, por lo que, dentro de lo que cabe, suele reinar el sentido común a la hora de no hacer daño a los demás".
"Aquí se viene vestido de blanco y se ha de salir de rojo habiéndoselo pasado bien, de eso se trata la Tomatina", recalca la concejala responsable de la organización, quién además no duda en hacerse eco del escaso número de accidentes que se suelen registrar, pese a la aglomeración de gente en torno a los camiones y la estrechez de las calles por donde discurren.
Aunque existe cierta polémica en torno al origen de esta fiesta (1945), declarada de Interés Turístico en 2002, la historia más difundida cuenta que fue un grupo de amigos quien inició una batalla de tomates en la plaza del pueblo al paso de un desfile de gigantes y cabezudos. De hecho, esta conmemoración no estuvo oficialmente permitida hasta 1959, y su organización no recayó en manos municipales hasta 1980.
Además de la ingente cantidad de tomates, llama la atención la celeridad y organización con la que se restablece la normalidad en las calles de Buñol, pues en pocas horas las mangueras y sumideros borran cualquier rastro de esta hortaliza, hasta el próximo año.
En apenas una hora, de 11:00 a 12:00 de la mañana, absolutamente todos los participantes, y también aquellos que se atreven a asomarse por alguna de las ventanas desde las que se contempla el espectáculo, sufren las consecuencias del paso de cinco camiones volquete cargados hasta los topes con tomates "pera".
La cooperativa de Xilxes (Castellón), encargada de abastecer de tomates a Buñol durante para Tomatina, es responsable también de seleccionar únicamente aquellas hortalizas maduras aptas para ser lanzadas, aunque obviamente siempre se suele colar alguna que otra pieza verde, cuyo impacto resulta menos agradable.
Según comentó la concejala de Fiestas, Feria, Cultura y Deportes, Pilar Garrigues, "la gente recibe varias recomendaciones antes de iniciar la batalla, por lo que, dentro de lo que cabe, suele reinar el sentido común a la hora de no hacer daño a los demás".
"Aquí se viene vestido de blanco y se ha de salir de rojo habiéndoselo pasado bien, de eso se trata la Tomatina", recalca la concejala responsable de la organización, quién además no duda en hacerse eco del escaso número de accidentes que se suelen registrar, pese a la aglomeración de gente en torno a los camiones y la estrechez de las calles por donde discurren.
Aunque existe cierta polémica en torno al origen de esta fiesta (1945), declarada de Interés Turístico en 2002, la historia más difundida cuenta que fue un grupo de amigos quien inició una batalla de tomates en la plaza del pueblo al paso de un desfile de gigantes y cabezudos. De hecho, esta conmemoración no estuvo oficialmente permitida hasta 1959, y su organización no recayó en manos municipales hasta 1980.
Además de la ingente cantidad de tomates, llama la atención la celeridad y organización con la que se restablece la normalidad en las calles de Buñol, pues en pocas horas las mangueras y sumideros borran cualquier rastro de esta hortaliza, hasta el próximo año.