Hoy,FJL en EM:
200 años después
AUNQUE los centenarios campanudos producen mucha bulla pero poca sustancia intelectual, el de la primera Constitución española digna de ese nombre, la de 1812, está alumbrando reflexiones muy interesantes. No sobre la propia Constitución, sino sobre algo mucho más responsable, más sinceramente patriótico: las causas de su ruina y desbaratamiento como el cauce del destino nacional que estaba llamado a ser.
El empeño en criticar lo criticable de La Pepa o en hacer la autopsia de su cadáver histórico, si alguno no lo fuera, tiene una razón actualísima. En 1812, un grupo de españoles esclarecidos pero con el talento nublado por el sectarismo y el orgullo, valga la redundancia, promulgaron una Ley Fundamental o Ley de Leyes que debía asegurar la liquidación del Antiguo Régimen, pasar del Rey Neto o Absoluto a la Nación Soberana, después de una forzada convivencia o soberanía compartida de la Corona y la Nación. Es fácil ver hoy las razones del fracaso de aquellos liberales que se llevaron el gato al agua y acabaron ahogando el gato. Pero se repara poco, 200 años después, en la dificultad de pactar una Monarquía constitucional cuando la parte monárquica no acepta la constitucional. Y es capaz de imponerse.
Es verdad que aquellos oradores algo orates no querían pactar con el absolutismo. Pero el bando absolutista tampoco quería pactar con el constitucional. Y no hubo un factor de tanta fuerza que obligara al pacto. Ahora bien, Espartaco tenía razón cuando acaudilló la rebelión de los esclavos contra Roma; y los liberales de 1812 tenían razón al escribir: «La Nación española es libre e independiente y no puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona». No era libre y volvió a ser propiedad real, pero la proclamación de ese régimen moral ha sobrevivido a su defunción material.
En su brillante ensayo de ayer, Pedro J. Ramírez lamentaba el descrédito de los «modificadores» o «pasteleros», léase pactistas, de 1812 a 1834, las dos fases absolutistas y el intermedio constitucional. Pero España muestra hoy el desastre de la continua modificación o acomodación de la ley. La Pepa no contempló los partidos políticos, expresión de la libertad nacional; pero hoy los partidos políticos, dueños ilegítimos de los tres Poderes, hacen inviable la Nación. El pastel siempre recién horneado es el de una corrupción diariamente modificada. Y a eso no puede sobrevivir España, con toda su gloriosa historia a cuestas.
FJL
Las "esencias de España" no son supuestas. Imbéciles sectarios.