"El encuentro de Madrid fue una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo". Así resumía el Papa Benedicto XVI su experiencia durante la JMJ pocos días después de abandonar nuestro país. Y es que este multitudinario acto marcó durante el mes de agosto a una sociedad de gran tradición católica pero que está experimentando un fuerte proceso de secularización.
La Jornada Mundial de la Juventud convirtió a Madrid durante varios días en el centro del catolicismo. Casi dos millones de jóvenes de los cinco continentes recorrieron alegres las calles de la capital de Reino, mostrando otra forma de ver la vida. Los madrileños y el resto de españoles que veían pasar a miles de peregrinos por sus ciudades observaban de manera curiosa a unos jóvenes que iban cantando al encuentro de Benedicto XVI, vicario de Cristo para los católicos.
Pero si la imagen de España circuló por todo el mundo por este increíble acontecimiento también lo fue por la inevitable comparación entre dos formas de ver la vida por los jóvenes. Por un lado estaban los peregrinos venidos de todo el mundo y por otro se presentaban los autodenominados "indignados", que seguían tomando el centro de Madrid. Sin embargo, la realidad acaba imponiéndose a la ficción y ni las agresiones, ni las amenazas, ni los insultos de éstos a los jóvenes católicos consiguieron su propósito. Más bien lo contrario. Se mostró a las claras las dos vertientes y solo había que juzgarlas con ecuanimidad. El resultado estaba claro. Hasta la manifestación anti-Papa consiguió el efecto contrario. Pocos cientos contra una multitud ingente.
Es por ello por lo que no hay que quedarse con lo malo, que fue ciertamente lo anecdótico. La capital fue tomada por jóvenes que escudriñaron hasta los últimos rincones de la ciudad. El entorno de Cibeles se convirtió en el centro neurálgico desde que el Papa se dirigió a los jóvenes durante los primeros días. "En pocas palabras no puedo describir los momentos tan intensos que hemos vivido", decía Benedicto XVI ya en Italia. Fueron jornadas intensas en actos y actividades culturales.
El Vía Crucis fue quizás uno de los momentos más emotivos por todo lo que representaba. En él se unieron la tradición más española con la esencia del cristianismo. Pasos de Semana Santa de toda España, con sus cofrades y sus propias bandas, dejaron boquiabiertos a los peregrinos extranjeros y a cientos de miles de españoles que ocuparon el centro de Madrid hasta la madrugada mientras veían recorrer, oliendo a incienso, auténticas obras de arte mostrando escenas de la Pasión de Jesucristo.
Pero si hay un momento que mostró la verdadera dimensión de la Jornada Mundial de la Juventud fue la Vigilia y la Eucaristía de Cuatro Vientos. Dos millones de personas unidas por una misma fe mostraron al mundo una imagen sobrecogedora. Ni el calor asfixiante del agosto madrileño ni la enorme tormenta pudieron disminuir los ánimos de los jóvenes ni de un Papa que pese a la lluvia y al fuerte viento se empeñó en seguir junto a ellos. Y gracias a esto se produjo otro de los momentos más impactantes. Tras la tempestad la custodia de Arfe de Toledo apareció para que se realizara la Adoración Eucarística. Durante más de diez minutos no se oyó ni un solo ruido en todo Cuatro Vientos. Dos millones adoraban a Jesús en un silencio que pone aún los pelos de punta a muchos de los que observaron la escena.
El colofón fue la Eucaristía en este mismo recinto. Allí animó a los jóvenes a cambiar la sociedad con su entusiasmo y les invitó a mostrar al mundo una forma diferente de afrontar las dificultades. "No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios", indicó un muy contento Benedicto XVI.
El Papa abandonó España removiendo los cimientos de la sociedad y planteando preguntas que todos, creyentes y no creyentes, podrían responder . Hizo meditar sobre cómo afrontar el presente y dejó una imagen de una Iglesia todavía joven que protagonizó un acto que superó todas las expectativas.
Frutos no sólo espirituales
Muchos fueron los que criticaron la JMJ. Finalmente, los datos han sido categóricos. Un éxito de participación y organización pero que trascendió a lo meramente religioso. Planteó una serie de valores. Puso en contraposición a dos formas de vivir la juventud y también ayudó en su medida a la economía española.
Gracias a la JMJ agosto fue el mejor mes de turismo para España. La hostelería se tomó un respiro y los comerciantes experimentaron un verdadero agosto. Restaurantes llenos, tiendas a rebosar y alojamientos con una gran ocupación.
De hecho, el efecto se puede producir a medio y largo plazo puesto que la búsqueda de vuelos a Madrid experimentó una histórica subida tras las jornadas y más de un 90 por ciento de los jóvenes extranjeros que participaron quieren volver a España y conocer mejor todos sus rincones.
Sin embargo, hay un dato más que concluyente. PriceWaterhouseCoopers publicó una auditoría externa que hizo enmudecer a muchos críticos. El impacto económico de la JMJ dejó en España más de 354 millones de euros, el coste fue de 50, y casi 5.000 empleos creados. Estos son otros frutos de las Jornadas que se han podido contar. Los otros no sabremos cómo afectarán, o sí. Eso ya se verá.