La otra memoria histórica: los mártires de la persecución religiosa en España
La Iglesia celebra este domingo la fiesta litúrgica de los mártires de la persecución religiosa en España. Más de 10.000 fueron asesinados por su fe.
"Otorgamos la facultad de que sean venerados como beatos a los que, en España, durante el siglo XX, derramaron su sangre por Cristo", así concluía el cardenal Saravia en 2007 en una abarrotada Plaza de San Pedro la formula de beatificación de los 498 españoles que recibieron el martirio durante la Guerra Civil.
Desde entonces la Iglesia celebra el seis de noviembre la fiesta litúrgica de los mártires del siglo XX en España, es decir, aquellos cristianos que fueron asesinados durante la Guerra Civil por el hecho de vivir su fe y ser consecuentes con ella. Cientos de ellos ya son beatos y algunos ya incluso santos. Representan un ejemplo para el resto de la cristiandad.
De hecho, esta solemnidad religiosa vuelve a poner de manifiesto la brutal persecución que sufrieron muchos cristianos y las numerosas tropelías de las que fueron víctimas cientos de religiosas, sacerdotes, seglares hasta obispo.
Hasta el momento son cientos los beatificados en varias tandas en esta persecución religiosa en el siglo XX en España. La más numerosa se produjo en 2007 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano donde fueron beatificados juntos 498 mártires.
Sin embargo, justo 75 años después del inicio de la Guerra se cuentan en más de 10.000 los mártires en esta persecución religiosa. Las cifras son escalofriantes puesto que un porcentaje importante de sacerdotes y religiosos españoles fue asesinado por lo que casi se podría calificar como un genocidio.
En este tiempo ejecutaron a doce obispos, entre ellos el de Barcelona. Todos menos uno murieron al inicio de la contienda. A esta cifra habría que sumar 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas. Los seglares que fueron asesinados a causa de su fe ascienden a 3.000. Muchos de ellos fueron asesinados por el bando republicano en Paracuellos del Járama, tierra regada por la sangre de los mártires. Y la magnitud de esta masacre ha quedado reflejada en los estudios de historiadores como Ricardo de la Cierva o César Vidal.
Pero también hubo auténticas masacres en otros puntos. Por poner sólo un ejemplo, el obispo de Barbastro, Alfonso Milián, recuerda las palabras de Juan Pablo II cuando habló de cómo el seminario entero de esta pequeña Diócesis fue asesinado. "¡Todo un seminario mártir!", exclamó el Pontífice, ahora también beato.
Ante esta festividad, el obispo de Córdoba ha vuelto a hablar con meridiana claridad sobre lo que ocurrió en aquellos años no tan lejanos. Demetrio Fernández asegura que lo que la Iglesia llama mártires "no son simplemente caídos de uno u otro bando. Los mártires están por encima de esas banderías o partidismos. Los mártires no cayeron en el frente, en la línea de batalla, donde las balas se entrecruzan, sino que fueron buscados en sus casas, fueron arrestados y llevados a la cárcel y fueron ejecutados simplemente por ser cristianos, por ser curas o monjas, por ser de Acción Católica o de la Iglesia. Fueron ejecutados por el odio de la fe".
El prelado sigue en su carta semanal diciendo a los fieles de su Diócesis que "esa rabia y ese odio contra Dios y contra la fe católica se convirtió en una ocasión de expresar un amor más grande, un amor que muere perdonando a los verdugos, un amor que muere cantando lo más bonito del corazón humano. Una vez más, el odio no es la última palabra. La última palabra es el amor, porque Dios es amor".
Además, ante los más que probables ataques de una izquierda que pueda ver en esta fiesta una llamada a la confrontación, monseñor Fernández explica que la Iglesia no celebra en esta festividad "la crueldad de las torturas, ni trae a la memoria la impiedad de los verdugos y menos aún la ideología que sustenta el odio. La Iglesia celebra el amor más grande que cada uno de sus hijos ha sido capaz de expresar".
Por último, este obispo informa que "en torno a un millar han sido beatificados y varios miles de ellos están en proceso de ser declarados mártires de Cristo. La Iglesia sigue con cada uno de ellos un minucioso proceso de análisis de su muerte, de los motivos de su muerte y de cómo afrontaron ellos ese trance supremo".
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