La niña de dos años doblemente atropellada ante la pasividad de 18 testigos en China, Wang Yue, ha muerto este viernes debido a las graves lesiones sufridas en el accidente.
Según recoge Efe, la niña falleció a las 0:32 hora local (16:32 GMT del jueves) por muerte cerebral, en el Hospital General Militar de Cantón, indicaron los doctores, que en los días previos habían adelantado que el fatal desenlace podía producirse en cualquier momento.
El fallecimiento "ha generado una oleada de luto nacional", aseguró la agencia Xinhua, recordando que el caso de la niña "ha sido seguido muy de cerca por gente preocupada por la aparente falta de moralidad en la sociedad china".
El pasado 13 de octubre, la niña se perdió por un momento del cuidado de su madre y fue atropellada por una furgoneta. El conductor detuvo el vehículo en un primer momento, pero pocos segundos después continuó su camino como si nada hubiera pasado.
Después del accidente la niña quedó tendida en el suelo ante la mirada de varios ciudadanos y automóviles que pasaban a escasos metros del cuerpo sin ofrecer ayuda alguna. Un segundo vehículo, en esta ocasión un pequeño camión, le pasó por encima. Finalmente, una mujer que recogía basuras acudió a la zona para socorrer a la niña.
¿Por qué nadie quiso ayudarla?
El primer conductor que atropelló a la niña dijo: "Si hubiera muerto bastaría con una indemnización de 10.000 o 20.0000 yuanes –entre 1.150 y 2.300 euros-, pero si está herida en el hospital podría costarme cientos de miles de yuanes".
He aquí el quid de la cuestión: los chinos creen que si atienden a un herido y le llevan al hospital, éste le señalará como el causante del accidente y le hará correr con todos los gastos de su curación -la mayor parte de la población china tiene que pagar los tratamientos médicos de su bolsillo-.