El último capítulo del otrora masivo movimiento 15-M se está escribiendo casi a solas en Rivas-Vaciamadrid, una localidad de 70.000 habitantes situada a 15 kilómetros de Madrid y gobernada desde 1991 por Izquierda Unida. Hasta allí llegaron los últimos acampados de la Puerta del Sol reclamados por el alcalde, el comunista José Masa.
En lugar de ofrecerles un camping o un simple descampado, Masa les invitó a instalarse en la plaza más emblemática del municipio, la de la Constitución, ubicada en el centro neurálgico de la ciudad. La plaza, construida por los gobiernos municipales comunistas en estilo soviético, está flanqueada por el ayuntamiento, un edificio donde se encuentran las concejalías, el centro cultural Federico García Lorca y un gran centro comercial.
Es una plaza dura, sin apenas sombra, toda de cemento y hormigón. Los ‘indignados’ no han encontrado demasiadas dificultades en tender sus chamizos y colocar sus "quechuas" a imagen y semejanza de la ‘favela’ de la Puerta del Sol. No son muchos los participantes. Aproximadamente unas veinte personas que se alojan en una decena de tiendas de campaña dispuestas en círculo.
Frente a ellas las ‘jaimas’ de las comisiones que han viajado desde Sol hasta esta ciudad del cinturón. Hay una de información, otra de alimentación, otra de ‘legal’, otra de artes y una más dedicada a los más pequeños, dotada de juguetes y unas pequeñas bicicletas que los acampados han dispuesto a la entrada del chamizo.
En el ayuntamiento nadie parece quejarse de la acampada, al contrario, la iniciativa ha partido del primer edil. Algo diferente sucede con los comerciantes de Rivas Centro, el centro comercial situado en el lado norte de la plaza. "Se pasan el día haciendo el zángano en la plaza, duchándose con el agua del riego y tomando el sol, luego por la noche se reactivan y están hasta altas horas de la madrugada" confiesa un comerciante del centro que no quiere dar su nombre "por si las moscas, que aquí nos conocemos todos".
"El primer día teníamos miedo de que empezase a llenarse esto de gente de Cañada Real, pero al final no han venido, al menos a dormir", dice otro. "Poco a poco esto de los indignados se va a apagando y, claro, tenía que ser aquí donde sucediese", cuenta un vecino, a quien le parece muy mal que el ayuntamiento de Rivas patrocine "cada dos por tres este tipo de festivales de izquierda que tanto gustan al alcalde".
Y así parece ser. Lo que hace sólo un mes era una multitud a sólo 15 kilómetros de aquí se ha convertido en un diminuto asentamiento con mucho plástico, carteles reivindicativos y presuntas obras de arte con las que los acampados están decorando la plaza. Han hecho, por ejemplo, algo parecido a un perrito de hojalata y un monumento al cóctel molotov que está formado por botellas sobre las que han pegado pegatinas con frases y han llenado de pintura roja. El resto es tedio, calor sofocante que durante estos días pasa de los 40 grados al sol y asambleas a la fresca al caer la tarde.