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La cara oculta de los paraísos turísticos (II)

Incluso los paraísos tienen una cruz, que muchas veces está más cerca de lo que parece. 

Si de paraísos naturales se trata, Iberoamérica es probablemente la zona que concentra los lugares más maravillosos del planeta, por lo que no es gratuito que se haya erigido como uno de los destinos turísticos más cotizados.

Como ya comentábamos en la anterior entrega, con ciertos viajes, al turista se le plantean diversos conflictos de índole personal. ¿Qué supone viajar a países con déficits democráticos? ¿Estamos apoyando al régimen opresor del país, o lleva el turista un pedazo de libertad en la maleta?. Además de esta situación –cuyo mejor ejemplo es Cuba- en Iberoamérica aparecen otros dos factores fundamentales: la pobreza y la inseguridad. 

Los viajes organizados tratan de brindar al visitante una estancia idílica en sus vacaciones, mostrándole exclusivamente la mejor cara del país y de la zona, aunque al otro lado de las rejas del resort no haya más que desolación y pobrezaSituación que, lamentablemente, es palpable en muchos países iberoamericanos para los que el turismo es el activo económico fundamental que les mantiene a flote, pero del que ha quedado excluido una gran parte de la sociedad. 

MÉXICO

En México, la violencia y el turismo coexisten desde hace tiempo. Cada uno tiene su terreno adjudicado, su pequeño oasis en el que reinar sin interferir en el feudo del contrario. Los turistas disfrutan de las infinitas costas de Cancún, o los paseos por las ruinas mayas protegidos por la seguridad de los miles de paradisíacos resort. Observando las costas de Acapulco -destino de los visitantes más selectos- es difícil adivinar que a no demasiados kilómetros, en las calles mexicanas se libra una verdadera guerra.

Porque en Michoacán, Ciudad Juárez o San Fernando será complicado tropezarse con cócteles a pie de playa o las tiendas de souvenirs con sombreros mexicanos. En su lugar, se suceden matanzas, decapitaciones y demás crímenes cometidos por el narcotráfico. Sólo en los últimos cuatro años, la violencia de estas organizaciones criminales contra el gobierno de Calderón ya ha acabado con la vida de más de 40.000 mexicanos.

A pesar de todo ello, México lleva años consolidada como la décima potencia turística del mundo, recibiendo en torno a 22 millones de visitantes anuales con un mapa perfectamente delimitado de las zonas que tienen vedadas. Aquí turismo, allí violencia. 

CUBA

Cuba, el paraíso de las playas limpias y las aguas cristalinas, de las coloridas ciudades y las gentes de extraordinaria alegría y amabilidad. Desde los folletos de viaje, sonrientes lugareños invitan al descanso en playas de Holguín, a visitar la vida nocturna de La Habana, a degustar sus famosísimos cigarros o a relajarse en Varadero. De entre todos los países que esconden sus miserias para promocionar el turismo, el de Cuba quizás sea el embuste más obsceno, y el decorado más burdo de todos.

La realidad auténtica, la verdad que se esconde detrás de los lugareños sonrientes no tiene ningún viso de felicidad. Porque, lo que el turista no ve es precisamente la Cuba real: la de los cientos de presos políticos hacinados en mazmorras, la de la pobreza y la miseria crónica, la de la feroz represión de cualquier tipo de idea política, la de la aniquilación de todo tipo de libertad.

La estrategia de la dictadura para potenciar un turismo que sostenga su fracasada economía comunista, radica en agasajar al turista y reprimir sistemáticamente al local. Este último desde su escasez extrema, sueña con tener acceso a medicinas o alimentos con libertad. Una suerte de apartheid en el que los cubanos no pueden acceder a los paraísos hedonistas sólo para turistas. Por ello, para los locales el turista se ha convertido en un modo de lograr todo aquello de lo que la dictadura les priva, a cambio de lo poco que pueden ofrecer. Irremediablemente esta necesidad ha convertido a la Isla en uno de los destinos de turismo sexual más visitados del mundo.

Pero no existen dos Cubas. El país de gente amble y sonriente, de playas infinitas y preciosos coches antiguos, es el mismo que vive bajo una feroz dictadura, que también controla todo lo que dice, observa o visita el turista que allí recala.

REPÚBLICA DOMINICANA

República Dominicana evoca los cocoteros, el ron y la fiesta. Las ofertas de hoteles paradisíacos en Punta Cana con todo incluido, la arena blanca y el relax. Pero no debería. Porque esta pequeña isla –otrora llamada la Hispaniola- hay otras realidades mucho menos relajantes que no deben ser pasadas por alto. Por ejemplo, el del grueso de las poblaciones que son ajenas al impresionante desarrollo turístico de la isla, y que viven atrapados en la pobreza extrema: los últimos datos sostienen que el 40% de los dominicanos son pobres, y el 10% vive en la extrema pobreza.

Como en Cuba, la penuria económica ha arrastrado a su población a la prostitución, situando al país en el mapa del turismo sexual como uno de los destinos preferentes. La violencia campa a sus anchas por los bateys –asentamientos paupérrimos de haitianos- donde los disturbios por la pobreza y el tráfico de drogas se suceden entre los escombros.

Pero el turismo de gran complejo turístico generalmente permanece ajeno a la miseria de la sociedad dominicana, atrincherado en el resort, lejos de lo que sucede más allá del enrejado de su hotel.

BRASIL

De nuevo, en el país carioca vuelven a repetirse la colisión entre el turismo y la pobreza. La oferta para el visitante no podría ser más atractiva: la Selva Amazónica en el Norte, las playas de dunas al este, Copacabana, el litoral de Río de Janeiro y Santa Catarina; el exotismo de su Carnaval...y una larga lista de atractivos que rivalizan con México en la caza del turista.

Pero tan famosas como sus costas son las favelas de las grandes metrópolis. Los intercambios de disparos entre policías y narcotraficantes pertenecen a la cotidianeidad brasileña, que amanece cada cierto tiempo con helicópteros militares atacando las favelas para acabar con el crimen.

Las grandes agencias brindan la protección de sus tours organizados al turista, al que se recomienda no visitar por su cuenta ciudades como Sao Paulo, donde la delincuencia inunda las calles con un altísimo índice de atracos. 

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