Talavante ha salido a hombros de la plaza de Las Ventas. Es la segunda vez en su vida que logra un triunfo de estas dimensiones, ya que en abril de 2007, en su confirmación, y cuando aún no había cumplido un año de alternativa, dio idéntico aldabonazo. Esta vez, no sólo dará un fuerte impulso a su carrera, sino que da un toque de atención importante 24 horas antes de la gran corrida de la Feria, que este miércoles verá el enfrentamiento entre Julián López, El Juli, con José María Manzanares, apenas un par de semanas después de sus grandes triunfos en Sevilla.
Por aquella época encandilaba el toreo del joven Talavante por su verticalidad y quietud en las cercanías. Y desde entonces ha procurado mantenerse fiel a ese estilo. Pero no ha tenido notables progresos en su forma de torear. Su obsesión por lo que en el toreo moderno se ha dado en llamar "el arrimón" le había hecho estancarse. Siempre, o casi siempre, el mismo patrón de faena, en la distancia corta, donde se le notaba más seguro, sobre todo más cómodo.
Y puesto que no es lo mismo emocionar poniéndose por delante del pitón que andarse con florituras detrás de la oreja, resulta que lo que hacía Talavante era estar "escondido". Así se ha pasado estos años, aliviándose por la falta de estrecheces. Además, tampoco venía manejando la espada con tino cuando ha habido que amarrar el triunfo después de una faena importante en sitio clave.
Estaba necesitando la carrera de Talavante esta bocanada de aire fresco que le ha llegado este martes con el gran toro de "El Ventorrillo", que desde el primer momento le ha pedido distancia. Aún así todavía hubo momentos que parecía empeñado en torearle a base de encimismo, y para ello "cortándole" los viajes, puesto que la primera condición para pisar esos terrenos es que el toro se pare.
Una máquina de embestir
El de "El Ventorrillo" fue una máquina de embestir, "empujando" los engaños por abajo, y desplazándose largo. Y además con "carbón". Ya había derribado en varas de forma espectacular. No hubo nada sobresaliente con el capote, y la gente empezaba a tomar partido por el toro, cuando en la primera tanda a derechas, sin probaturas previas, con cuatro muletazos hirvió la plaza. Otra más de igual guisa, el cambio por detrás y el de pecho. La locura.
Pero ahí, por un momento, se notó que el hombre quería frenar tanto ímpetu en el toro, con dos, tres recortes, ¿realmente era lo que pedía el toro? La respuesta la encontró pronto Talavante, al cambiar de mano, al venirse el toro "haciendo el avión", planeando con un estilo soberbio. Los naturales tuvieron profundidad desde el temple, el mando y la ligazón. Ya no hubo más intentos de recurrir al "arrimón", informa Efe.
Distancia para lucir las buenas condiciones del astado, y para ahondar en la verdad y pureza del toreo de poder a poder, por los dos pitones. Sincero, serio, todo muy auténtico. Faena de altura en lo que se conoce como fundamental. Y como corolario, un par de "alegrías" y unas manoletinas muy ajustadas. La estocada en la suerte de recibir, y la plaza blanca de pañuelos. Las dos orejas que paseó harán posiblemente a Talavante tener en cuenta en lo sucesivo otros planteamientos de faena. Que cada toro tiene la suya, y éste, de nombre "Cervato" fue el que le aupó a un triunfo crucial para su carrera.
El resto del festejo
El sexto, noblón y con menos raza, le permitió estar fácil, pero sin ahondar. Al primer espada, "El Cid", le tocó un primer toro con nervio, que le desbordó. El cuarto, sin celo y a menos, le sirvió para justificarse sin más. Y Perera, en el primero de los suyos, se le vio mandón, firme, con buen sentido de la estética, pero en faena a menos, como el propio toro. El quinto fue el que menos aportó, escarbando y a la defensiva, y así no hubo manera.