La vicepresidenta asegura que el Gobierno "no va a escatimar esfuerzos para que Lorca vuelva a ser lo que fue"
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loboe dijo el día 15 de Mayo de 2011 a las 20:07:
Ahora que el asunto está sobre el tapete y que algunos medios han anunciado que se revisará la Norma Sismorresistente Española, no estaría de más recordar -especialmente a las autoridades Murcianas competentes en la materia-, que en contra de lo que algunos -incluso profesionales de la construcción- pudieran creer, la idoneidad sismorresistente de los edificios no se circunscribe a dotarlos de una estructura capaz de resistir el mayor de los sismos previsibles en la zona, con un grado de daños aceptable, sino que incluye muchos otros aspectos relacionados con la seguridad de los habitantes de su interior y del exterior inmediato.
Hemos visto que para morir víctima de un sismo no hace falta que se colapse un edificio, y que basta con que nos caiga en la cabeza una cornisa; un elemento estructural; de cerramiento o meramente decorativo.
A cuento de las labores de reconstrucción en Lorca, el otro día tuve ocasión de ver la foto de un periódico con la imagen de unos albañiles que sobre un andamio, colocaban ladrillos en algún edificio. No digo que no deba hacerse, pero me invadió cierta sensación de tristeza porque creo que volveremos a las andadas, y que se volverá a reconstruir una ciudad -cuyos peligros siguen en el mismo sitio-, con casi todos los pecados constructivos que la anterior.
Para empezar deberíamos recordar que a pesar de sus numerosas cualidades estructurales. Por ejemplo, resistencia al fuego y a los agentes atmosféricos, el hormigón armado, es poco flexible, lo que lo hace inadecuado para resistir vibraciones u ondas de choque. Además, su elevado peso hace que las estructuras con este material resulten comparativamente muy pesadas, lo que agrava el problema de sus respuesta a las sacudidas.
Sin embargo, con ser importantes los aspectos estructurales, no lo son menos el resto de aspectos constructivos. Tanto del edificio en sí, como de sus instalaciones, y es ahí donde me temo que residirá la mayor parte del problema. Porque se trata de una cuestión de “cultura constructiva” y porque en este sentido, es muy difícil si no imposible, cambiar la mentalidad, la costumbre y los hábitos de esa gran familia responsable de la construcción de cualquier inmueble, desde el humilde peón de albañil hasta el arquitecto proyectista pasando por los propietarios/promotores e incluso los usuarios finales (los posibles clientes).
Me refiero a que aparte de algunos detalles concretos en los materiales utilizados, las técnicas constructivas han avanzado muy poco desde época de los árabes -que ya utilizaban la teja o el arco de ladrillo- o incluso de los romanos -que ya conocían en homigón-. Por supuesto, me refiero a las construcciones habituales de cada día y no a las muy singulares como puedan ser un gran viaducto pretensado; una cúpula de Nervi o un puente de Calatrava.
Nada más lejos de mi intención que darles la paliza con detalles técnicos que quizás solo interesaran a los profesionales en el tema -que por otra parte, ya los tienen sabidos-, pero el asunto es que como apuntaba, las técnicas constructivas han avanzado muy poco, con el resultado, de que actualmente, añadimos a la estructura una cantidad ingente de peso muerto, en comparación con la carga útil que deberá soportar. Por dar una indicación del orden de valores, la carga máxima admisible (útil) en un edificio de vivienda ráramente supera los 100 Kg por metro cuadrado, incluyendo el supuesto peso de sus habitantes y del mobiliario, mientras que el peso del forjado y tabiquería asociada, normalmente es del orden de 600 Kg por metro cuadrado y si tenemos en cuenta la parte proporcional del resto de la estructura portante y de los cerramientos exteriores, fácilmente alcanza los 1000 Kg por metro cuadrado.
Naturalmente, cada Kg. colocado sobre la estructura, representa un incremento del riesgo sísmico y del costo de la propia estructura. De donde no es difícil deducir que las construcciones más seguras desde el punto de vista sísmico son las más ligeras -de esto saben mucho los Japoneses- y en este sentido, una fachada aplacada de piedra o una piscina en el ático, serán muy elegantes desde el punto de vista estético, pero una aberración desde el punto de vista sismorresistente.
Podríamos decir que desde el punto de vista de la seguridad sísmica, las tradicionales citarón; citara; tabicón y tabique de ladrillo tomados con mortero, deberían ser cosa del pasado; otro tanto con los cerramientos de bloques de cemento; con los forjados tradicionales de bovedilla y viguetas semirresistentes y con los tejados de teja árabe. Sin embargo, ya me dirán cuantos arquitectos actuales serían capaces de proyectar un edificio sin tales elementos.
Como señalaba antes, los métodos constructivos dependen mucho de la cultura de la zona y de los materiales disponibles. Por ejemplo, es un tópico popular que en USA hacen las casas de madera y cartón. Que por cierto, aunque mucho más vulnerables frente al fuego, son mucho más adecuadas respecto al riesgo que nos ocupa.
Tanto en el arco mediterráneo como en la costa meso y sudamericana del Pacífico, los hábitos constructivos son muy parecidos y hoy que se habla tanto de I+D+I, creo que España está muy bien posicionada para invertir en la investigación de materiales y métodos de construcción ligera y antisísmica. Habida cuenta de que se trata de un problema global, creo que el retorno de la inversión estaría garantizado, no solo como producto de uso doméstico sino para exportación. Téngase en cuenta además que además de más seguros, el costo final de tales materiales -colocación y tiempo de ejecución incluidos- podría ser inferior al de los tradicionales.
El asunto no es imposible y además, existen precedentes. En concreto, me viene a la memoria la historia de un empresario Almeriense del sector del mármol, que ha creado una empresa de proyección internacional, mucho menos conocida del gran público que la del señor Amancio Ortega, pero con un presente y futuro no menos prometedores -busquen Silestone en Google-.
La revolución en las técnicas constructivas de viviendas está por venir y ya que carecemos de pozos de petróleo o de frondosos bosques, estoy firmemente convencido de que los pequeños y medianos empresarios Españoles, con el apoyo de sus técnicos, deberían tener mucho que decir al respecto. Además de un gran beneficio para nuestra economía, créanme, se trata de una investigación no menos importante que la del Sr. Barbacid.
felician dijo el día 15 de Mayo de 2011 a las 17:58:
Eso es lo que se 'llevan' en un día, sólo, los titiriteros y los sindicatos.
Ahora que el asunto está sobre el tapete y que algunos medios han anunciado que se revisará la Norma Sismorresistente Española, no estaría de más recordar -especialmente a las autoridades Murcianas competentes en la materia-, que en contra de lo que algunos -incluso profesionales de la construcción- pudieran creer, la idoneidad sismorresistente de los edificios no se circunscribe a dotarlos de una estructura capaz de resistir el mayor de los sismos previsibles en la zona, con un grado de daños aceptable, sino que incluye muchos otros aspectos relacionados con la seguridad de los habitantes de su interior y del exterior inmediato.
Hemos visto que para morir víctima de un sismo no hace falta que se colapse un edificio, y que basta con que nos caiga en la cabeza una cornisa; un elemento estructural; de cerramiento o meramente decorativo.
A cuento de las labores de reconstrucción en Lorca, el otro día tuve ocasión de ver la foto de un periódico con la imagen de unos albañiles que sobre un andamio, colocaban ladrillos en algún edificio. No digo que no deba hacerse, pero me invadió cierta sensación de tristeza porque creo que volveremos a las andadas, y que se volverá a reconstruir una ciudad -cuyos peligros siguen en el mismo sitio-, con casi todos los pecados constructivos que la anterior.
Para empezar deberíamos recordar que a pesar de sus numerosas cualidades estructurales. Por ejemplo, resistencia al fuego y a los agentes atmosféricos, el hormigón armado, es poco flexible, lo que lo hace inadecuado para resistir vibraciones u ondas de choque. Además, su elevado peso hace que las estructuras con este material resulten comparativamente muy pesadas, lo que agrava el problema de sus respuesta a las sacudidas.
Sin embargo, con ser importantes los aspectos estructurales, no lo son menos el resto de aspectos constructivos. Tanto del edificio en sí, como de sus instalaciones, y es ahí donde me temo que residirá la mayor parte del problema. Porque se trata de una cuestión de “cultura constructiva” y porque en este sentido, es muy difícil si no imposible, cambiar la mentalidad, la costumbre y los hábitos de esa gran familia responsable de la construcción de cualquier inmueble, desde el humilde peón de albañil hasta el arquitecto proyectista pasando por los propietarios/promotores e incluso los usuarios finales (los posibles clientes).
Me refiero a que aparte de algunos detalles concretos en los materiales utilizados, las técnicas constructivas han avanzado muy poco desde época de los árabes -que ya utilizaban la teja o el arco de ladrillo- o incluso de los romanos -que ya conocían en homigón-. Por supuesto, me refiero a las construcciones habituales de cada día y no a las muy singulares como puedan ser un gran viaducto pretensado; una cúpula de Nervi o un puente de Calatrava.
Nada más lejos de mi intención que darles la paliza con detalles técnicos que quizás solo interesaran a los profesionales en el tema -que por otra parte, ya los tienen sabidos-, pero el asunto es que como apuntaba, las técnicas constructivas han avanzado muy poco, con el resultado, de que actualmente, añadimos a la estructura una cantidad ingente de peso muerto, en comparación con la carga útil que deberá soportar. Por dar una indicación del orden de valores, la carga máxima admisible (útil) en un edificio de vivienda ráramente supera los 100 Kg por metro cuadrado, incluyendo el supuesto peso de sus habitantes y del mobiliario, mientras que el peso del forjado y tabiquería asociada, normalmente es del orden de 600 Kg por metro cuadrado y si tenemos en cuenta la parte proporcional del resto de la estructura portante y de los cerramientos exteriores, fácilmente alcanza los 1000 Kg por metro cuadrado.
Naturalmente, cada Kg. colocado sobre la estructura, representa un incremento del riesgo sísmico y del costo de la propia estructura. De donde no es difícil deducir que las construcciones más seguras desde el punto de vista sísmico son las más ligeras -de esto saben mucho los Japoneses- y en este sentido, una fachada aplacada de piedra o una piscina en el ático, serán muy elegantes desde el punto de vista estético, pero una aberración desde el punto de vista sismorresistente.
Podríamos decir que desde el punto de vista de la seguridad sísmica, las tradicionales citarón; citara; tabicón y tabique de ladrillo tomados con mortero, deberían ser cosa del pasado; otro tanto con los cerramientos de bloques de cemento; con los forjados tradicionales de bovedilla y viguetas semirresistentes y con los tejados de teja árabe. Sin embargo, ya me dirán cuantos arquitectos actuales serían capaces de proyectar un edificio sin tales elementos.
Como señalaba antes, los métodos constructivos dependen mucho de la cultura de la zona y de los materiales disponibles. Por ejemplo, es un tópico popular que en USA hacen las casas de madera y cartón. Que por cierto, aunque mucho más vulnerables frente al fuego, son mucho más adecuadas respecto al riesgo que nos ocupa.
Tanto en el arco mediterráneo como en la costa meso y sudamericana del Pacífico, los hábitos constructivos son muy parecidos y hoy que se habla tanto de I+D+I, creo que España está muy bien posicionada para invertir en la investigación de materiales y métodos de construcción ligera y antisísmica. Habida cuenta de que se trata de un problema global, creo que el retorno de la inversión estaría garantizado, no solo como producto de uso doméstico sino para exportación. Téngase en cuenta además que además de más seguros, el costo final de tales materiales -colocación y tiempo de ejecución incluidos- podría ser inferior al de los tradicionales.
El asunto no es imposible y además, existen precedentes. En concreto, me viene a la memoria la historia de un empresario Almeriense del sector del mármol, que ha creado una empresa de proyección internacional, mucho menos conocida del gran público que la del señor Amancio Ortega, pero con un presente y futuro no menos prometedores -busquen Silestone en Google-.
La revolución en las técnicas constructivas de viviendas está por venir y ya que carecemos de pozos de petróleo o de frondosos bosques, estoy firmemente convencido de que los pequeños y medianos empresarios Españoles, con el apoyo de sus técnicos, deberían tener mucho que decir al respecto. Además de un gran beneficio para nuestra economía, créanme, se trata de una investigación no menos importante que la del Sr. Barbacid.