María Quiñonero es una vecina de Lorca, propietaria de dos joyerías en una de las zonas más céntricas del pueblo, conocida como "la corredera". María pasaba una tranquila tarde de miércoles en su casa de campo, a escasos cinco kilómetros del centro de Lorca, cuando sintieron el primero de los temblores.
"Estábamos en el salón tranquilamente, y todo se movió. Fue bastante aparatoso, los libros se cayeron de los muebles y a mi hijo se le cayó al suelo el vaso de leche que estaba tomando". Así lo relata María en declaraciones a Libertad Digital, aún conmocionada por el suceso. Con todo, reconocía que el primero de los temblores "fue aparatoso pero sin más".
Tras sentir este primer seísmo, María cogió el coche y fue hasta el pueblo para comprobar qué había sucedido. Antes, había llamado a "las chicas que estaban en las tiendas. Estaban asustadas, pero los comercios funcionaban, todo estaba abierto".
Cuando llegó, comprobó que "todo el mundo estaba en la calle, asustados, había algunos edificios rajados, y algunos tabiques ligeramente derrumbado, pero lo verdaderamente espectacular era ver a todo el pueblo en la calle".
Tras comprobar que el funcionamiento de los comercios era normal y que no había que lamentar daños de consideración, María, que se había encontrado con algunos familiares, decidió tomarse un refresco con ellos en "la cafetería de al lado".
Entonces, "de repente ha empezado todo a moverse. Ha sido horrible ¿sabes cuando dicen que ha llegado el fin del mundo? Pues algo parecido. En un momento se llenó todo de humo, los toldos de la cafetería se cayeron y las mesas se movían. Parecía una pesadilla. En ese momento salimos todos a la calle, la gente se abrazaba, todos lloraban, otros vomitaban." Así contaba María a LD lo sucedido.
En la calle el espectáculo que describe María era de lo menos habitual en Lorca "ambulancia, policías, bomberos, toda la gente en la calle". Dantesco.
En cualquier caso, María, como muchos de los vecinos de Lorca esperan evaluar daños mañana, una vez haya recuento de heridos y los siete fallecidos en el seísmo. "Lo peor son los muertos", decía afectada María.