El mundo es una aldea global, aunque la mayoría de los políticos aún se pierden entre sus calles. Desde el primer gobierno democrático de Adolfo Suárez hasta el actual jefe de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la hemeroteca es testigo de la escasa habilidad de los mandatarios españoles para expresarse en otro idioma.
De hecho, sólo uno, Leopoldo Calvo-Sotelo, manejaba con fluidez este idioma, convertido hoy en un handicap que ha truncado las expectativas de reforzar las relaciones diplomáticas en torno a una taza de té en Downing Street o de pasar una larga tarde de verano en los jardines de la Casa Blanca.
A diferencia de lo que ocurre en el resto de Europa, tan sólo el 27% de los españoles consigue hablar con fluidez en otra lengua, según se desprende del Eurobarómetro de la oficina estadística comunitaria (2006). Desde esta perspectiva, a los expertos en Derecho Internacional no les sorprende que los políticos -y ciertos profesionales habitualmente nombrados en la prensa- se muestren especialmente parcos a la hora de hablar en inglés, un idioma que sí manejan más de la mitad de los ciudadanos comunitarios. “La sociedad española es una fiel imagen de sus políticos”, explican los analistas.
Pero los lastres que acarrea el espectro político español no se quedan sólo en el idioma. Aunque en general el grueso de los diputados que conforman el Congreso tienen un título universitario -el 75%, según un estudio de la página web especializada en formación aprendemas.com-, la formación adicional a la carrera universitaria brilla por su ausencia.
Según los datos del Ministerio de Administraciones Públicas, una gran mayoría de altos cargos políticos en España tienen títulos de Derecho, Económicas o Empresariales, pero muy pocos han añadido a su título universitario una formación posterior acorde a su cargo.
“Para los políticos es difícil mantener un proceso de formación largo de reciclaje, de seis u ocho meses, aunque algunos lo intentan, desde consejeros autonómicos a directores generales. Lo pasan mal porque no hay una cultura de formación de altos cargos en España, y muchos reciben críticas de sus compañeros o de los miembros del Gobierno”, explicaba recientemente el catedrático de Ciencias Políticas y de la Administración de la Universidad Rey Juan Carlos, Manuel Villoria.
En efecto, España no sólo tiene el problema de unos políticos mal formados, sino que está mal visto por sus propios colegas que acudan a cursos de reciclaje, como comentan los expertos. Este hecho contrasta con otros países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos, donde existen centros especializados de reciclaje para altos cargos y, en algunos casos, son requisitos obligatorios de formación para desempeñar ciertos cargos públicos.
Cantera de líderes... privados
La poca habilidad de los altos cargos del Estado para dominar facetas como la telegenia, liderazgo, comunicación estratégica o gestión de crisis contrasta con la amplia formación de la que gozan y hacen gala cada vez más directivos españoles que ocupan altos cargos en empresas multinacionales.
Paradójicamente, frente a la mala imagen que proyecta la clase política, España es una auténtica cantera de profesionales excepcionalmente preparados gracias, en buena medida, a la proliferación de masters y escuelas de negocio de gran reconocimiento.
Difícilmente podrá un directivo español de, por ejemplo, Wal Mart, Coca-Cola o Siemenes tropezar como lo hizo Zapatero en 2005, cuando fue invitado por su homólogo británico Tony Blair a su residencia en Downing Street. En la rueda de prensa posterior, una periodista le preguntó en inglés a Zapatero: “¿Puede contarnos cómo han ido las conversaciones?”. Con una amplia sonrisa y sin asomo de rubor el presidente contestó: “Zenkiu”.
Claro que no hace falta remontarse hasta entonces para encontrar escenas que sonrojan a los ciudadanos. En la pasada cumbre del G-20, celebrada en abril en Londres, Zapatero fue uno de los pocos líderes que no sabían inglés y el único en la reunión previa de los máximos mandatarios de la Unión Europea.
Tampoco el actual líder de la oposición puede presumir de hablar inglés. En Tengo una pregunta para usted de TVE, Jon Taramona, un informático vizcaíno, interrogó a Mariano Rajoy sobre si hablaba inglés y si no creía que un presidente con esa carencia perdía peso en la esfera internacional. El líder del PP reconoció su limitación lingüística, si bien destacó que eso no impide que un responsable del Ejecutivo ejerza bien sus funciones, y aludió a Aznar y González.
ECONOMÍA
Elena Salgado, ministra de Economía
El ascenso de Elena Salgado (Ourense, 1949) como vicepresidenta económica ha despertado reacciones de sorpresa y recelo, a partes iguales. Quienes la conocen afirman que es una mujer metódica y de carácter enérgico, dos cualidades también atribuidas a Ana Patrica Botín. Aunque su perfil profesional es ciertamente más autóctono. Salgado es el ejemplo de una biografía ligada prioritariamente a la Administración.
Entre 1982 y 1996 formó parte de los gobierno de Felipe González, como directora de varios departamentos, dependientes del Ministerio de Industria y del Ministerio de Economía y Hacienda. También estuvo al frente de la Secretaría General de Comunicaciones del Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, hasta la derrota socialista de 1996.
Desde ese año trabajó para varias empresas de Telecomunicaciones, un sector para el que le sirvieron de aval sus licenciaturas de Ingeniería Industrial y Ciencias Económicas. Su salto político llegó durante la primera legislatura de Zapatero, donde ocupó los cargos de Ministra de Sanidad, primero, y de Administraciones Públicas, después.
La polémica Ley Antitabaco le dio notoriedad ante la opinión pública, aunque los analistas dicen que su perfil se asemeja más a la de una tecnócrata en la sombra. Dentro de su propio partido ciertas voces señalan que carece del recorrido profesional y prestigio suficientes para asumir su nueva tarea en el Gobierno. A su favor: buen dominio del inglés.
Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto
Ana Patricia Botín (Santander, 1960) es la primera gran ejecutiva española de un banco y la empresaria más destacada de Europa, según Financial Times. Sus raíces familiares son de sobra conocidas: es la mayor de los seis hijos del presidente del Santander, Emilio Botín.
Si de su vida privada se sabe poco, su trayectoria profesional se ha seguido siempre con lupa. Tras graduarse en Economía en el Bryn Mawr Collage, cursó un MBA en la Harvard Business School. Dio sus primeros pasos en 1981 en JP Morgan, donde trabajó entre Madrid y Nueva York. Cinco años después fue nombrada vicepresidenta de esta entidad en España y en 1988 se incorporó al banco familiar, donde empezó como directora de los mercados de capital, en la División de Internacionales. En 2002 es nombrada presidenta de Banesto.
Gracias a su preparación esmerada y profesionalidad se ha ganado un nombre propio entre la banca. De hecho, en 2005 fue clasificada por Forbes Magazine en el puesto 99 de las cien mujeres con más poder en el mundo. El año pasado ascendió al puesto 51.
INFRAESTRUCTURAS
José Blanco, ministro de Fomento
El nuevo ministro de Fomento, nacido en Palas de Rey (Lugo), se sale por defecto del molde con el que están hechos todos los políticos. A diferencia de sus colegas, José Blanco no tiene ninguna carrera, ni siquiera un grado de Formación profesional. Su ascenso le viene de un largo servicio al PSOE, donde ingresó en 1978. Aunque se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, no llegó a terminar la carrera.
Este dato, tan recordado por sus enemigos políticos, hizo que Blanco se matriculase recientemente en la Universidad a Distancia (Uned) para intentar culminar su vocación frustrada. Su carrera política empezó a tomar forma a principios de los 80, cuando fue secretario general de las Juventudes Socialistas de Galicia, y presidente del Consejo de la Juventud de Galicia. Llegó posteriormente a la ejecutiva del PSG-PSOE y consiguió la secretaría general del partido en Lugo.
Su primer éxito político le llegó como coordinador de Emilio Pérez Touriño a la secretaría general del PSOE de Galicia en 1998. A partir de entonces, Blanco se unió al grupo Nueva Vía que, capitaneado por Jesús Caldera, con Trinidad Jiménez y Juan Fernando López Aguilar, postulaba a Zapatero como candidato a la secretaría general del PSOE.
Esa figura de hombre fiel a Zapatero ha sido la que le ha llevado a ocupar hoy la cartera del Ministerio de Fomento, un cargo con especial relevancia ahora que se esta trazando el mapa ferroviario de Alta Velocidad y con importantes retos en materias de aviación e infraestructuras marítimas.
Joaquí Ayuso, consejero delegado de Ferrovial
El consejero delegado de Ferrovial, técnicamente el primer ejecutivo de la multinacional española, es un experto conocedor del negocio de las infraestructuras gracias a los 27 años que acumula en la compañía. Licenciado en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid, Ayuso ejemplifica un modelo de gestor muy común en España, la del hombre que basa su éxito profesional en la experiencia, más que en la acumulación de títulos académicos.
Desde que en 2000 ocupó el cargo de Consejero Delegado, Ayuso ha sido la cabeza visible en grandes operaciones corporativas, como la compra del gigante aeroportuario británico BAA o el actual proceso de integración de su filial concesionaria de autopistas Cintra.
Celestino Corbacho, ministro de Trabajo
De concejal del ayuntamiento de Llobregat a ministro de Trabajo e Inmigración. El desembarco de Celestino Corbacho (Valverde de Leganés, Badajoz, 1949) en el Gobierno, tras la salida de Jesús Caldera, fue toda una sorpresa. Casi nada se conocía de este pacense afamado por ser un excelente gestor de la vida local, a la que estuvo unido desde 1983. Se desconoce cuál es su preparación académica.
En la página oficial de su Departamento sólo consta que es un “profesional del comercio”. Comprometido con el municipalismo, desarrolló un papel relevante en la dirección de la Federación de Municipios de Cataluña (1995-2004).
Precisamente, su marcado perfil de alcalde es lo que más descolocó a los analistas, que han acabado explicando la presencia de Corbacho en el Ejecutivo como la “cuota catalana” que debía asumir Zapatero. El ministro se enfrenta ahora a la dura tarea de controlar el imparable aumento del paro y relanzar el maltrecho diálogo social. Aunque su relación con los empresarios y los sindicatos no está siendo fácil.
Los círculos cercanos al ministro afirman que ha tenido que hacer un “master concentrado en materia de legislación laboral” para poder estar a la altura de su complicada agenda política.
Enrique Sánchez, presidente de Adecco
El presidente de Adecco es el ejemplo del hombre hecho a sí mismo. Enrique Sánchez, primer directivo del Grupo Adecco en España, lleva ligado a esta compañía desde el año 1993, a la que se incorporó como director de delegación.
Aunque lo que no dice su currículo oficial es que antes trabajó, como un oficinista más, en varias sedes de la compañía, lo que le permitió entrar en contacto directo con los trabajadores y, a la vez, desenmascarar los problemas de contratación de las empresas.
A partir de ahí, siguió subiendo peldaños. En 1995 fue nombrado director regional de la zona centro y dos años después pasó a desempeñar el cargo de Director de Operaciones, hasta 2001, cuando asumió la presidencia y dirección general del grupo para España y Portugal. Una de sus aventuras más apasionantes fue el desarrollo de la multinacional en Latinoamérica y los Países del Este.
Tras este periplo, regresó nuevamente ya como presidente de la compañía. Año tras año, su nombre aparece como el más influyente entre las publicaciones especializadas en Recursos Humanos.