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ENIGMAS DE LA HISTORIA
¿Fue un fraude la victoria electoral de JFK?
La figura de JFK estuvo teñida con anterioridad a su llegada a la Casa Blanca de un carisma especial que se sustentaba sobre aspectos como su juventud, su voluntad de cambio o su carisma. Sin embargo, contra lo que puede pensarse ni uno sólo de esos aspectos le permitió batir de manera aplastante a su rival, el republicano Nixon. César Vidal

En realidad, no fueron pocos los que apuntaron a una victoria electoral de Kennedy asentada en recursos no siempre ortodoxos. En realidad, ¿fue un fraude la victoria electoral de JFK?

J. F. Kennedy pertenecía por nacimiento a la clase multimillonaria, no por razones de sangre sino de espíritu empresarial, que tanto peso ha tenido sobre las decisiones políticas en Estados Unidos desde la fundación de este país. Su abuelo materno John F. Fitzgerald, llamado popularmente Honey Fitz, había sido un político notablemente corrupto al que se privó de su escaño en el congreso nacional precisamente cuando pudo probarse que había amañado las elecciones para conseguirlo. Joseph (Joe) Kennedy, su padre, pertenecía a una estirpe de emigrantes irlandeses que se había enriquecido con negocios dudosamente legales y que siempre había demostrado veleidades políticas extraordinariamente conservadoras hasta el punto de sentir cierta simpatía hacia la figura de Hitler y manifestarse contrario a la entrada de Estados Unidos en la guerra mundial para combatir contra él. Desde luego, J. F. Kennedy —en contra de lo que afirmaría la propaganda progresista— tampoco parecía que pudiera inquietar a los poderosos clanes criminales que, al menos, desde los años veinte han contado con un enorme peso en la evolución socio-política de Estados Unidos.

De hecho, Joe Kennedy, cuya fortuna procedía de la época de la prohibición, había establecido contacto con el mafioso Sam (Mooney) Giancana en 1959 para estudiar las posibilidades de que la Mafia ayudara a su hijo John en la campaña presidencial. Según confesión de un familiar del conocido capo, en otoño de 1959, Giancana se entrevistó tres veces con Joe, el padre de los Kennedy, en el Ambassador East de Chicago con la intención de ultimar el acuerdo entre el jefe mafioso y el candidato a presidente. Recientemente, ha salido incluso a la luz como otro de los encuentros se celebró en la oficina de un juez de prestigio. Al parecer el acuerdo concluido entre ambas partes estableció que Giancana le ayudaría a llegar a la Casa Blanca y, a cambio, una vez que lo hubiera conseguido, John Kennedy lograría que Giancana dejara de ser incomodado por la acción de la justicia.

En enero de 1960, Giancana ordenó al famoso cantante y actor Frank Sinatra que comenzara a trabajar en la campaña de elección de John F. Kennedy. Esperaba que el respaldo del "todo Hollywood" ayudaría a Kennedy a ser nominado candidato por el partido demócrata, primero, y elegido presidente, después. Durante las primarias, Giancana se entrevistó varias veces con John Kennedy y su padre en Florida, Nueva York, Chicago y en Cal-Neva, en el lago Tahoe. John estaba muy preocupado por los resultados en Virginia occidental a causa del voto conservador protestante y del sindicato de mineros del carbón. Giancana aseguró a Kennedy que esos obstáculos serían vencidos a condición de que el mafioso Joe Adonis pudiera regresar al país una vez que él fuera presidente. El joven candidato aceptó la condición.

La mafia de Chicago entregaría a Kennedy no menos de medio millón de dólares —la cifra pudo ser incluso muy superior— para su campaña electoral en las primarias de Virginia occidental. Una vez obtuvo la victoria en éstas frente a Hubert Humphrey pareció que nada le impediría obtener la ansiada nominación. En sus conversaciones con Joe Kennedy, Giancana había insistido en que el vicepresidente de John debía ser Lindon B. Johnson, un político tejano que había obtenido algún triunfo electoral presumiblemente gracias a un pucherazo y al que la Mafia —en especial Carlos Marcello— deseaba en la Casa Blanca. Marcello estaba convencido de que el aparato político de Johnson podía controlar el sur de Estados Unidos, algo que había confirmado Jack Ruby, uno de los hombres de la Mafia de Chicago en Dallas, que volvería a aparecer en la trayectoria de JFK.

La inclusión de Johnson en el ticket presidencial —una posibilidad que provocó las protestas de Robert Kennedy entre otros— tenía ciertamente otras ventajas aparte de las bienquistarse con la Mafia. Johnson pertenecía al sector más conservador del partido demócrata y, presumiblemente, lograría el apoyo de ese ala para Kennedy. No resulta por ello extraño que Joe Kennedy no tardara en convencer a su hijo Jack de la pertinencia de la medida y que la colaboración entre Joe Kennedy, en representación del candidato, y Sam Giancana provocara una oleada de optimismo en las diferentes familias de la Mafia. Las elecciones presidenciales resultaron especialmente reñidas. Hasta las once de la noche pareció que Kennedy iba a ganar con facilidad, pero a partir de la medianoche se produjo un cambio que llevó a la NBC a anunciar incluso el triunfo electoral de Nixon. Todos los estados agrarios del este y Ohio, Kentucky y Tennessee habían votado a favor de Nixon siquiera en parte para evitar la llegada de un católico a la Casa Blanca. Además Illinois no parecía seguro y si fallaba este estado y el de Texas Jack Kennedy podía darse por derrotado.

Sam Giancana controlaba de manera muy directa los barrios negros de Chicago y los de su banda, y arrojó toda la carne en el asador para asegurar el triunfo de Kennedy. Para ello recurrió a una serie de acciones que no habrían avergonzado a Lenin, a Mussolini o a Hitler. Sus hombres llevaron a los votantes de un barrio a otro para que pudieran votar varias veces e incluso intimidaron a las personas que iban a depositar su sufragio. A lo largo del día algunos ciudadanos que no habían entendido el mensaje de los mafiosos o lo habían desafiado terminaron con algún brazo o alguna pierna rotos. De esta manera, Kennedy obtuvo el ochenta por ciento de los sufragios en los barrios de Giancana y en los demás un nada desdeñable sesenta por ciento. A escala nacional, la victoria de Kennedy se basaba en 112.881 votos sobre un total de más de 68 millones. En Nevada y Nuevo México la diferencia a su favor fue de menos de dos mil quinientos votos y en once estados se registraron quejas de fraude electoral.

Las victorias discutibles en Texas, Michigan, Nueva Jersey y Missouri le otorgaron 303 compromisarios, es decir, 34 más de los que necesitaba para ser elegido presidente. Con todo, Illinois fue esencial porque sin sus 27 compromisarios Kennedy sólo hubiera contado con siete más que Nixon y los 26 compromisarios demócratas de Mississippi, Georgia y Alabama que no habían comprometido su voto hubieran podido negárselo por temor a una política aperturista en el área de los derechos civiles. Con la sospecha, nada infundada, de que Kennedy había ganado las elecciones gracias a la acción de la Mafia en ciertos barrios de Chicago, el partido republicano llevó a cabo en Illinois un recuento de los votos que parecía otorgar la victoria a Nixon por 4.500 sufragios de diferencia a su favor. Sin embargo, Daley, el alcalde de Chicago, se negó a llevar a cabo un recuento oficial. Sentaba así un precedente que su hijo volvería a seguir durante las elecciones presidenciales entre el demócrata Al Gore y George Bush jr. varias décadas después.

Finalmente, Nixon aceptó las presiones de la Mafia para que reconociera su derrota. Fue una acción inteligente que, seguramente, repercutió favorablemente en su futuro. Por lo que se refiere a Edgar Hoover, el director del FBI, contaba con pruebas del fraude y podría haberlas sacado a la luz. Ciertamente no simpatizaba con Jack Kennedy, al que consideraba un personaje inmoral, pero sí mantenía buenas relaciones con Joe Kennedy desde hacía años y recibió de éste la promesa de que su hijo no lo relevaría de su cargo. En parte por esta razón y, en parte, porque no deseaba dañar la imagen de la presidencia ya que la consideraba una magistratura que debía estar a salvo de cualquier rumor que perjudicara su imagen, Hoover optó por no revelar lo que sabía sobre los aspectos más turbios del proceso electoral. Aquella combinación de corrupción adinerada, de apoyo de la Mafia y de silencio de un servicio de inteligencia nacional contribuyó de manera esencial a que John F. Kennedy se convirtiera en el presidente de Estados Unidos. Su triunfo no se había debido ni a un carisma especial, ni a la esperanza en el cambio, ni a su superioridad moral o programática. Era un resultado directo del fraude.