Tras liderar el año pasado junto a Ted Kennedy una desastrosa ley de amnistía para inmigrantes ilegales que socavaba la seguridad nacional, el senador republicano John las-cosas-claras McCain afirma haber visto la luz. Así, en sus apariciones televisivas promete dar prioridad el cumplimiento de las leyes sobre inmigración. Por otra parte, en sus actos de campaña ofrece la promesa insustancial de reforzar la seguridad fronteriza, y hace hincapié en la necesidad de restaurar la confianza de los norteamericanos en la capacidad de su Estado para defender el territorio nacional.
– Capté el mensaje – dijo a los votantes en Carolina del Sur –. Primero, garantizaremos las fronteras.
¿Pero cómo puede curar McCain la desconfianza de la ciudadanía cuando su propia credibilidad en esta materia sigue estando fatalmente dañada? Ni él se cree su propio lema electoral, y además sabe que lo sabemos. Eso es cinismo con anabolizantes inyectados en vena.
No todos hemos olvidado cómo maldecía el susceptible senador de Arizona a los que en su propio partido y de buena fe se oponían a su ley ("¡Que te jodan!" y "Gilipollas" fueron las palabras que dedicó al senador republicano por Texas, John Cornyn, durante un enfrentamiento verbal sobre la puesta en vigor de la legislación). No todos hemos olvidado que votó en contra de excluir a los criminales convictos de la amnistía contemplada en su plan. No todos hemos olvidado la manera en que McCain, Kennedy, Lindsey Graham y Harry Reid maquinaron para hacer tragar su paquete legislativo a los votantes, intentando soterrar y entorpecer el debate público.
Su admisión del fracaso de la verguenzamnistía es amarga y a regañadientes. Mientras que ahora explica a los votantes conservadores que quieran escucharle la necesidad de construir la barrera fronteriza sur, cuando se dirige a los empresarios adopta un tono despectivo hacia las barreras físicas. "A propósito, creo que la barrera es lo menos eficaz – dijo a los ejecutivos en Milwaukee, según reza una nota reciente en Vanity Fair –. Sólo construiré la maldita barrera si ellos quieren". ¿Las cosas claras? Mejor sería llamarlo discurso de odio.
A pesar de su recién descubierta iluminación sobre lo que quieren los americanos –protección frente a la invasión, compromiso con el Estado de derecho, sanciones importantes contra los empresarios, el fin de las ciudades asilo, deportación tras el agotar el plazo de estancia en el país y el fin de las prestaciones sociales especiales para extranjeros ilegales, que sólo fomentan el aumento de la criminalidad– nuestro disidente sigue siendo un republicano a lo Geraldo Rivera. Al igual que el etno-obseso presentador de la televisión por cable que no puede encadenar una frase sobre la inmigración con otra sin hundirse en la demagogia, McCain recurre con naturalidad a los tópicos sobre las fronteras abiertas en cuanto se ve presionado a explicar los detalles de la ley.
En lugar de poner el acento en la necesidad de cooperación local y estatal con las autoridades de inmigración para evitar la liberación de los criminales ilegales, o hablar del 100% de los crímenes evitables cometidos por delincuentes ilegales que nunca debieron haber pisado suelo americano, McCain nos machaca con noticias lacrimosas sobre las fronteras abiertas. Varias veces a lo largo del año pasado, en respuesta a interlocutores civiles que habían expresado su frustración con la falta de transparencia para los que violan las leyes de inmigración, McCain respondió: "No voy a llamar a un soldado y decirle que voy a deportar a su madre... No voy a hacerlo. Puede hacerlo usted."
¿Pero qué ocurre si resulta que la madre ha robado un número de la Seguridad Social a un ciudadano norteamericano para trabajar aquí de manera ilegal? ¿Qué pasa si había sido deportada anteriormente, vuelto a entrar ilegalmente, y está condenada por delitos anteriores? ¿Y si forma parte de una banda criminal de trata de blancas? ¿Qué ocurre si ha estado trabajando en un sector estratégico (seguridad aeroportuaria, una base militar, un puerto)? ¿Todavía rehusaría cumplir con su obligación constitucional de proporcionar seguridad general y garantizar los beneficios de la libertad a los estadounidenses que cumplen la ley?
Si McCain se niega a hacer cumplir la ley de inmigración contra los padres ilegales de soldados, ¿qué hay de los soldados ilegales que utilizaron identidades robadas o falsificadas para ingresar en el ejército? ¿Y por qué sólo los padres ilegales de soldados? ¿Por qué no los padres ilegales de oficiales de policía, profesores, médicos y tenderos? El cumplimiento selectivo de la ley que propone McCain es la receta perfecta de la anarquía migratoria que tenemos hoy.
"El Irascible" ha tenido éxito intimidando a los votantes y esquivando las preguntas difíciles de la prensa interpretando su violín retórico. Hay una razón por la que el Partido Demócrata y muchos progresistas en los medios de comunicación quieren que John McCain sea el candidato presidencial republicano. Les proporciona una tapadera para seguir atacando al movimiento popular conservador.
En Michigan, la historia de la madre ilegal del soldado fue recibida con abucheos. Las animadoras de McCain en el New York Times y demás medios impresos intentaron retratar a los detractores como patanes insensibles y racistas, lo mismo que hicieron durante la desafortunada campaña de la verguenzamnistía del año pasado.
McCain no ha aprendido. ¿Y nosotros?