Sebastiá Moranta Mas (Alemania) comenta, asombrado, que un día redacté un comentario "con un pie en el estribo" en mi camino hacia Texas y al otro escribo desde Texas. No hay por qué extrañarse. Conmigo viaja mi mujer, que es la encargada de manejar ese portentoso aparato que es el "portátil", (femeninamente llamado en inglés lap (= regazo). Es decir, estemos donde estemos en el haz de meridianos, los correos nos llegan y se emiten. Noto que algunos libertarios asiduos últimamente son un poco remisos a enviar sus correos, quizá por el temor a que no lleguen a la distancia de 8.000 kilómetros. La distancia podrá ser el olvido, como dice la canción, pero no supone dejar de comunicarse. Es más, la distancia física puede ser un excelente estímulo para contemplar los asuntos españoles con mayor serenidad. Es como esos cuadros de Velázquez, en los que, si uno se acerca a unos centímetros del lienzo, todo es horroroso y confuso. Basta con alejarse un poco para que se perciba la gracia de la imagen. Ese efecto de la lejanía lleva a goces inesperados cuando uno se beneficia de la internet. Es posible escuchar aquí a Federico Jiménez Losantos a las 11 de la noche lo que el de Teruel está diciendo a las 6 de la mañana del día siguiente. ¿No es un milagro?
Vuelvo al comentario de Sebastiá Moranta Mas ante mi calificación de "mezquinos y casolanos" respecto a los nacionalistas vascos y catalanes. Don Sebastiá redarguye si no serán igualmente mezquinos y casolanos los nacionalistas españolistas. No lo creo. La diferencia está en que los nacionalistas españolistas (si se puede decir así) es que ellos no se consideran nacionalistas y sobre todo no son excluyentes. Desde luego, no existe nada parecido a un Partido Nacionalista Español. De lanzarse dicha etiqueta, no creo que tuviera muchas adhesiones.
Imagina don Sebastiá que yo "apuesto por un mundo bilingüe inglés-español, en el que casi todas las demás lenguas quedarán reducidas a un revoltijo, y muchas irán desapareciendo". No es esa exactamente mi idea. Para empezar, don Sebastiá, no me oirá conjugar el verbo "apostar". Yo digo lo que va a pasar y lo que yo quiero que ocurra. En el caso de las lenguas es evidente que desaparecerán pronto muchas que no se escriben (la mayoría) o carecen de literatura escrita (una buena proporción). Se reforzará el número de personas que podrán expresarse en dos o tres idiomas de comunicación internacional. El inglés sobre todo, pero a continuación el español, serán esas lenguas. Gracias a ese desarrollo se podrán cultivar mejor unos cuantos cientos de lenguas minoritarias, o mejor, étnicas, pero con tradición literaria. Nada, pues, de "revoltijo".
Ese fomento de las lenguas étnicas se dificultará si se imponen como "inmersión" de la enseñanza allí donde muchos niños tienen como propia otra lengua de comunicación internacional. En el caso precisamente del gallego, el vasco, el catalán, el baleárico o el valenciano en España.
Xavier Puig Andreu inquiere compulsivamente por qué no contesto sus minuciosos correos en defensa del nacionalismo. Supongo que otros muchos libertarios podrían aportar parecidas quejas. Hay una razón potísima. Me es imposible contestar todos los correos que me llegan porque ni tengo tiempo ni espacio para ello. Selecciono los que presentan alguna utilidad para el conocimiento de la lengua española y sus concomitancias por parte de los libertarios. En el caso de algunos memoriales nacionalistas encuentro que son demasiado ampulosos, obsesivos y horros de sentido del humor. Así que hago gracia de muchos de esos comentarios nacionalistas. Esta seccionilla no puede especializarse en dar cancha a los lamentos nacionalistas, más que nada porque son repetitivos, cansinos y azorantes. Cada vez tengo más claro que el nacionalismo, sobre todo el lingüístico, es una suerte de enfermedad del ánimo. Barrunto en los billetes nacionalistas que me llegan tremendos dramas humanos que me gustaría cauterizar. Tengo mis dudas de que esa operación se vaya a poder llevar a cabo. Pero, en fin, si puedo ayudar en algo, aquí estoy para lo que proceda. De momento se puede concluir que en España el conflicto lingüístico está más vivo que nunca. Alguien sufre mucho por ello. Lo peor de todo es que, si los nacionalistas salen adelante con sus propuestas de "inmersión", sus respectivas lenguas van a sufrir. Bueno, las lenguas no sufren, pero sí las personas que las representan.
José Daniel Anadón Herrera me espeta: "Voto a la izquierda, me considero progresista y no considero fascistas a los que no piensan como yo. Y creo que lo mismo le ocurre a millones de votantes de izquierdas progresistas. Por favor, no se deje llevar por maniqueísmos burdos que no reflejan sino impericia intelectual para describir la realidad". Don José Daniel está muy puesto en razón. Quizá ha sido una caricatura el decir que los izquierdistas y sedicentes progresistas tachan de fascistas a los que no piensan como ellos. Pero yo he sido víctima de ese zafio razonamiento y conmigo tantos otros que amamos el progreso y, por tanto, votamos a un partido conservador. Quizá mi desahogo se pueda aplicar a los dirigentes de los partidos y sindicatos de la izquierda, no tanto a sus votantes. Respecto a lo de "impericia intelectual", francamente no sé a qué se refiere don José Daniel. No es que me sienta "perito en lunas", pero llevo medio siglo cumpliendo toda suerte de pruebas de peritaje. Ahora mismo, como tengo que dar dos cursos que son nuevos para mí, estudio con ahínco. No sé di podré llegar a la reconocida pericia intelectual de don José Daniel, pero lo tomo como modelo.