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EDITORIAL

El recuerdo de Ordóñez y la mirada de San Gil

Gregorio Ordóñez fue uno de los pioneros en el ámbito político en denunciar, alto y claro, que no hay paz sin libertad y justicia y que cualquier intento de contentar o apaciguar a los etarras no hacía más que fortalecerlos.

Mientras Zapatero mantiene su calculado y colaboracionista "proceso de paz" con ETA, el juicio del asesino de Gregorio Ordóñez nos ha hecho recordar, una vez más, cómo la "memoria, dignidad y justicia" de todas y cada una de las víctimas debe ser el referente insoslayable para oponerse al ilegal, inmoral y contraproducente intento gubernamental de satisfacer a sus verdugos.

Gregorio Ordóñez fue uno de los pioneros en el ámbito político en denunciar, alto y claro, que no hay paz sin libertad y justicia y que cualquier intento de contentar o apaciguar a los etarras no hacía más que fortalecerlos. Pocos años antes de su asesinato, ETA había llegado a la conclusión de que debía "socializar el sufrimiento", especialmente contra los políticos, confiando en que de esta forma obtendría más rendimientos a sus ofertas de "paz". Hasta 1995 la mayoría de sus víctimas eran policías, militares y ciudadanos anónimos.

ETA eligió "muy bien" su víctima para iniciar lo que sería, a partir del asesinato de Ordóñez, una abierta escalada contra cargos públicos y políticos. La contagiosa valentía con la que Gregorio Ordóñez plantaba cara, no sólo a los etarras, sino a la complicidad y los lugares comunes del nacionalismo vasco, era un riesgo que no se podía extender.

El espíritu de Gregorio Ordóñez, como el posterior Espíritu de Ermua, aunque latente siempre en la mayoría de los ciudadanos, ha tenido avances y retrocesos en su pugna con el paradigma del "final dialogado de la violencia"; un paradigma del que todavía no han salido buena parte de nuestras élites políticas y mediáticas, y sobre el que Zapatero ha edificado su intento de acabar, con el anestésico del "alto el fuego" y el consenso de los separatistas, con el actual y constitucional "marco jurídico-político" del País Vasco.

Ese espíritu de implacable resistencia, que el pasado sábado se revivió en las calles de Madrid, lo hemos vuelto a ver este miércoles en la mirada que su entonces secretaria y actual presidenta del PP vasco ha dirigido al asesino de su compañero. San Gil, que estaba junto a Ordóñez cuando lo asesinaron, ha mantenido una mirada a Txapote que bien valdría por todo este editorial.

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