Entretanto le entregan el Nobel de la Paz, habrá que exigirle a Ronaldo que rinda un poquito más cuando salte al campo. El nuevo sueño del delantero brasileño parece consistir, según propia confesión, en la obtención de ese premio que concede anualmente el Comité Nobel del Parlamento noruego. No me parece una locura, sinceramente. Si en su día se lo regalaron a Arafat, no sé por qué no podría ganarlo ahora Ronaldo. No creo, empero, que el Nobel de Ronaldo figure ahora mismo entre las diez mayores preocupaciones de Capello. Es más, me atrevería a asegurar que si al entrenador italiano le dieran a elegir en estos momentos entre un Ronaldo Nobel de la Paz y un Hugo Sánchez gansteril y pendenciero pero con los mismos años que tiene ahora mismo el "fenómeno", Fabio, que no es ni por el forro el rey Carlos Gustavo, aceptaría el canje con los ojos cerrados.
El problema de Ronaldo es que trabaja "sin desmayo para ser Premio Nobel de la Paz", y lo que querría Capello es que trabajara sin desmayo, sí, pero para ganarse un puesto en el once titular. Si Pedja Mijatovic no aceptó hace unos meses la oferta del Milan fue únicamente porque algunas personas del club pensaron que todavía era recuperable. Tras el episodio protagonizado el otro día ante el Steaua, el sector "ronaldista" ya es minoritario. El jugador está absolutamente convencido de que él se esfuerza a tope durante los entrenamientos; y es posible que, comparado con anteriores etapas suyas, eso sea cierto. Pero es inevitable que surja un cortocircuito entre entrenador y jugador cuando colocamos en la misma balanza lo que Capello exige habitualmente a todos sus futbolistas y lo que Ronaldo, con treinta años y pasado de rosca, es capaz de ofrecer en estos momentos de su vida.
Lo que está claro es que Ronaldo conserva su magia. Y vive de ella. No hay más que comprobar el recibimiento que la afición madridista le tributó el otro día para darse perfecta cuenta de que a él le perdonan lo que no pasaron por alto, por poner sólo algunos ejemplos históricos, a Di Stéfano, Gento, Velázquez, Martín Vázquez o Michel. Ronaldo vive de la magia de sus dos Balones de Oro, del recuerdo de sus tres FIFA World Player y de la ilusión de sus dos Trofeos Bravo. Puede que, invadidos por tantos Emerson y tantos Diarra, a la afición madridista sólo le quede soñar con la lejana posibilidad de que Ronaldo vuelva a ser el que fue. Ronaldo piensa que va a ganar esta batalla. Yo, mucho menos optimista que él, creo que ya la ha perdido. Aunque siempre nos quedará el Nobel de la Paz.